«No es todo genético. La memoria de trabajo se puede entrenar y ayuda a obtener mejores resultados académicos»
«Entrenar esta capacidad mental, que nos permite concentrarnos, planificar y resolver problemas, puede transformar el futuro de un niño», asegura Álvaro Fernández Ibañez
Velocidad de procesamiento: qué es, y cómo influye en la inteligencia de tu hijo
Madrid
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Iniciar sesiónEl experto internacional en Neurotecnología y Neurociencia aplicadas, Álvaro Fernández Ibañez, habla con verdadera pasión de todo aquello referente al cerebro. La última apuesta del CEO de 'Sharp Brains' y coautor, junto al neurocientífico Álvaro Pascual-Leone (Harvard) de libros como 'El cerebro que cura', ... es una plataforma enfocada a mejorar la memoria de trabajo mediante unos ejercicios realizados a través de la App Nuroe. «Es como la memoria RAM de un ordenador, que es aquella que te permite tener varios 'programas' abiertos».
«Entrenar esta capacidad mental, que nos permite concentrarnos, planificar y resolver problemas, puede transformar el futuro académico de un niño», asegura. Este entrenamiento neurocognitivo específico, prosigue, «antes reservado a ámbitos académicos o clínicos muy concretos, puede extrapolarse a la población en edad escolar, mejorando sustancialmente los resultados académicos de los mismos».
En verano estuvo en el 'Summer Davos' en Tianjin, China, y allí constató que «el hecho de invertir en entrenar la mente de niños y jóvenes no solo mejora sus resultados académicos, sino que también fortalece el crecimiento económico de las naciones, y para un país como el nuestro puede marcar la diferencia entre avanzar o quedarse atrás». A su juicio, «se habla constantemente de recursos y tecnología, pero lo que realmente sostiene el capital humano son las habilidades cognitivas. La atención, la concentración y la memoria de trabajo son la base de todo aprendizaje. Nosotros nos hemos especializado en esto último porque funciona como catalizador del resto».
Hablemos del cerebro. ¿Se puede mejorar lo que ya tenemos?
Cuando hablamos del cerebro, o de la mente, a menudo no usamos un vocabulario exacto para referirnos a lo que este hace y usamos palabras como memoria o como coeficiente intelectual (IQ en inglés). Pero los científicos están estudiando ya desde hace años las habilidades mentales más importantes para el estudio, el aprendizaje, o la vida cotidiana. Se han dado cuenta que hay varias capacidades cognitivas muy, muy importantes y una de ellas es la memoria de trabajo.
Hasta ahora se creía que nacíamos con un determinado cociente intelectual y una memoria.
Lo que nosotros defendemos, bueno, de lo que ya hay evidencia desde hace treinta años, es de que existe la neuroplasticidad. Que el cerebro es una serie de músculos y que, si no los usamos bien, se van atrofiando. Por contra, si los entrenamos y los usamos bien, se van potenciando y mejorando. Desde entonces ha habido un montón de investigaciones en diferentes ámbitos.
Sabemos, por ejemplo, que los músicos tienen las partes del cerebro que tienen que ver con esta área mucho más desarrollados que la gente que no practica. También se vio que en Londres los conductores de taxi que se enfrenta cada día a muchos más desafíos que un conductor de autobús que solo va desde el punto A al B, tiene mucho más desarrollado el hipocampo.
Ha habido también estudios de lo que se llama reserva cognitiva, donde se recoge que las personas que han estado en trabajos interesantes, con niveles de educación altos, que ha presentado variedad de intereses, han podido envejecer de un modo mucho más saludable que la gente que no, a pesar de tener la patología del Alzheimer y diferentes problemas en el cerebro.
Lo dijo ya Santiago Ramón Cajal hace 100 años: 'Todo hombre puede, si se lo propone, ser escultor de su propio cerebro'. Hoy lo que sabemos es que no solo es posible, sino que es un hecho y que, incluso, el rango de posibilidad de mejora es mucho más amplio de lo que pensaba él. Es decir, él ya conocía la neuroplasticidad, lo que no conocía era la neurogénesis, que es la creación de nuevas neuronas. Y la creación de nuevas neuronas es mucho más prevalente en niños.
¿Diría que hay una edad donde esto sucede en mayor medida y después va decreciendo?
La neurogénesis no se detiene nunca pero digamos que esa capacidad para generar nuevas neuronas hasta los 16-18 años es mayor, y luego gradualmente va cayendo. Entonces, sabemos que esa capacidad sigue toda la vida, pero que hay que hacer algo para potenciar esa capacidad, no es algo que sucede como por ósmosis.
Ahora que sabemos que el cerebro y la mente son mucho más maleables de lo que pensábamos, y de que hay cosas que podemos hacer para mejorar, ¿cuáles serían las acciones, digamos, más productivas en ese sentido?
Una de ellas es practicar ejercicio, en concreto el aeróbico, como mínimo, tres horas a la semana. Parece que es el mínimo umbral para que contribuya a un montón de mejoras cerebrales, incluida la generación de nuevas neuronas. El estrés no bien regulado es justo lo contrario. Si uno padece estrés o depresión crónica, lo que hace es no generar nuevas neuronas y, de hecho, contribuir a la muerte de parte de las que tiene.
¿Cuál es el rango de mejora?
Los genes nos dan un rango gigantesco gracias a la epigenética, que determina qué genes se expresan. La epigenética depende de nuestro estilo de vida. Aunque obviamente no vamos a convertirnos en jirafas, por mucho que estiremos el cuello, sí tenemos un rango gigantesco a nivel mental, que es muchísimo más pronunciado que a cualquier nivel físico. Por ejemplo, el color de los ojos, de mi pelo, mi altura… Es puramente genético, aunque en la altura sí que hay impacto del estilo de vida.
Es precisamente a esta mejora a lo que me he estado dedicando en los últimos 15 años de mi carrera profesional, porque considero que hay una revolución tanto científica como tecnológica de qué cosas podemos hacer en una primera intervención para mejorar nuestra actividad cerebral.
La metáfora que a mí me encanta es la del 'fitness', en inglés. Hace 100 años la gente decía: «Nuestros cuerpos cada vez van a estar peor». Pero a alguien se le ocurrió crear la industria de los gimnasios, los entrenamientos… y ya sabemos cómo mejorar nuestro cuerpo. Pues bien, el cerebro es algo tan físico como mi cuerpo. Son los mismos principios y justo es en este nuevo campo científico donde estamos viendo cómo proceder.
No hay una píldora mágica pero, ¿en qué tendríamos que enfocarnos?
Cada uno tiene que saber qué hace ya bien, porque, por ejemplo, si tú eres un atleta, no hace falta que te diga que hagas más ejercicio físico, ya lo haces de sobra. Pero igual sí tengo que recomendarte ejercicio cognitivo. En cambio, si estás cursando cuatro doctorados, pues no te hace falta que te hable del ejercicio cognitivo, pero sí te tengo que decir: no descuides el ejercicio físico.
Hay diferentes aspectos en los que podríamos trabajar. Uno sería la alimentación. Pero francamente, en un país como España que ya no estamos hablando de un entorno con hambrunas, no sería el tema. Quizás en África la nutrición es el punto básico porque el cerebro al final exige alimentarse bien.
Uno de los tres pilares más relevantes a nivel universal en un país como España sería el ejercicio físico y, especialmente, el aeróbico. El no aeróbico también es importante para mantener los músculos, pero es el aeróbico el que contribuye a la generación de nuevas neuronas y a un montón de otros beneficios que incluyen desde una mejora del sueño, del estrés….
En este sentido, ¿cuál sería el mejor ejercicio aeróbico?
Cualquier cosa que suba la tasa cardíaca, que exija algo de esfuerzo. Puede ser natación, ir al monte, jugar al tenis, al fútbol, andar rápido… No hace falta matarse ni correr un maratón, pero no se trata de caminar sin más. Es hacer cualquier ejercicio que eleve un poco la tasa cardiaca. Hacen falta tres horas a la semana para hacer ejercicio aeróbico. Ese sería el primer pilar para que esas neuronas se vayan generando.
¿Y el segundo aspecto de la triada?
Lo segundo sería realizar ejercicio cognitivo. Depende de cómo usamos el cerebro. ¿En qué estamos pensando? ¿Cómo estamos aprendiendo cosas nuevas? Para que el ejercicio cognitivo sea bueno, exige tres características: una, que haya novedad. Dos, variedad. Tres: nivel de desafío. Si siempre estamos viendo la televisión el mismo programa, no estamos ejercitando el cerebro. Estamos distrayéndonos, porque eso no tiene ni novedad, ni variedad, ni desafío.
El ejercicio cognitivo lo que hace es que las neuronas se conecten entre sí de un modo más sólido y se vayan creando circuitos de neuronas muy, muy eficientes a través de una cosa que se llama mielina, que es una sustancia que va cubriendo las redes neuronales que más usamos para que la transferencia de información sea lo más rápida posible. Eso tiene que ver con la velocidad también. En ese sentido, la práctica es la clave. No se trata tanto del conocimiento o del saber cosas, se trata de practicarlas. Es decir, saber idiomas está muy bien, pero lo importante es la práctica. Hay un dicho en inglés que es «cells that fire together wire together«, que en castellano lo traduciremos como «las células que se comunican se fortalecen entre sí».
La práctica cognitiva es, por tanto, fundamental, ya que a veces el ser humano es perezoso y opta por no pensar, porque supone un desafío. Pero tenemos que cambiar esa mentalidad y decir: «Oye, puede ser duro, pero eso es que estás mejorando tu mente». Es una inversión a corto plazo y a largo plazo y te va a ayudar a rendir mucho mejor porque vas a tener un foco de atención mucho más amplio.
¿Y el tercer aspecto?
El tercer aspecto sería el manejo del estrés. Como comentaba antes, tener demasiado, o tenerlo mal regulado, nos produce una serie de consecuencias negativas y algunas de ellas se producen también a nivel físico, en el cerebro. Se ha visto que al morir personas con depresión muy avanzada, en las autopsias, que hay partes del cerebro físicamente más reducidas. O sea, se ve físicamente, y no queremos incidir en el tema para no deprimir todavía más a esa gente, pero sí para que tomen medidas. y que, incluso, en el futuro se tomen medidas ya desde el currículum escolar.
Los humanos manejamos muy mal el estrés.
Cada uno aprendemos a manejarlo por nuestra cuenta, pero hay cosas que son muy útiles y bueno, primero hay un libro que me encanta de un escritor científico de Stanford que se llama Robert Sapolsky. El título es buenísimo: «Por qué las cebras no tienen úlceras». Porque las úlceras y muchos problemas mentales cerebrales son debidas al manejo, o mejor dicho, a la falta de buen manejo, del estrés.
Nosotros somos mamíferos, igual que las cebras. Y tenemos el mismo sistema de respuesta al estrés que es el famoso 'fight' or 'flight'. O sea, optamos por la respuesta rápida o irnos corriendo si hay una amenaza. Vas corriendo o te preparas para luchar. Entonces si soy una cebra y veo aparecer un león, mi sistema está optimizado para correr 10 minutos a ver si me salvo. La única prioridad son proyectos a corto plazo como correr. Mientras, se paran todos los procesos de largo plazo como la digestión. O sea, a la cebra le importa un pepino, si se la va a comer el león, que haya hecho la digestión o no o la creación de 1.000 nuevas neuronas. Todos los procesos, digamos importantes, a largo plazo, se paran para enfocarse en correr, en la supervivencia. La cebra tras 10 minutos si sobrevive, vuelve al estado tranquilo, óptimo y reiniciaesos procesos de digestión, de generación de neuronas y 1000 otras cosas más que había dejado en 'stand-by'.
Mientras que los humanos, como consecuencia de tener la imaginación y la atención selectiva que tenemos, podemos generar nuestros nuestros propios leones mentales, nuestras preocupaciones y quedarnos clavados en ella días, semanas, meses, años, de modo que nuestro cuerpo, o nuestro sistema de reacción al estrés no está o lo estamos usando mal. Pero ese sistema se puede regular.
¿Cómo lo podemos manejar mejor?
Hay técnicas de meditación, de visualización, de respiración (que es lo que todos los atletas) que se pueden aprender. También hay dispositivos que antes eran muy caros, y ahora son súper súper baratos… y algunos incluso están disponibles en nuestros teléfonos. Hay una capacidad que se llama en inglés 'heart rate variability', que es la tasa de variación cardíaca. Especifico, no es la tasa cardíaca, es la tasa de variabilidad cardíaca, que es una métrica de tu nivel de estrés fisiológico. Ya hay videojuegos en los que, para ganar, tienes que aprender a autorregularte. Y eso te ayuda a manejar el estrés de un modo tanto divertido como útil.
Esos son los tres pilares para fortalecer el cerebro pero vosotros os habéis detenido en un aspecto cognitivo. En concreto, en el entrenamiento de la memoria de trabajo. ¿Qué es y por qué es tan importante?
Durante mi etapa anterior en Estados Unidos monté una empresa que se llama 'Sharp Brains' (cerebros agudos, activos o alertas) básicamente para hacer seguimiento de todo lo nuevo que sabe la ciencia del cerebro y cómo se puede traducir en mejoras de educación, sanidad, de recursos humanos, de cualquier aspecto. He dado muchas conferencias, he hecho informes, he publicado libros… Y en este periodo de tiempo llevaba quince años haciendo seguimiento de una empresa sueca que se llama COGMED (Cognitive Medicine), medicina cognitiva. que la lanzó un científico muy conocido de Suecia de Karolinska Institutet, llamado Torkel Klingberg.
Este se enfocó en la memoria de trabajo porque se dio cuenta que la sociedad moderna tiene dos características muy diferentes de las sociedades antiguas: Una, que es muy compleja, hay mucha información que hay que absorber. Dos, que es muy cambiante. Con lo cual no puedes decir: «Oye, ya yo ya he aprendido algo y no me hace falta aprender más».
Como es cambiante, siempre tenemos que seguir con el aprendizaje continuo. Entonces, en un entorno en que hay mucho cambio y mucha complejidad, la capacidad mental que es más importante para lidiar con ese entorno es la memoria de trabajo. Por eso se enfocó en pensar: «¿cómo nos adaptamos? ¿Cómo ayudo a 8000 millones de personas de todo el mundo a mejorar su mente para que se adapten mejor a ese nuevo entorno educativo, profesional, personal, etc.?
Desde entonces, Klingberg lleva 15 años haciendo investigaciones súper interesantes de cómo entrenar y cómo medir esa capacidad. Porque la capacidad en sí se puede entrenar. En inglés es 'working memory', en castellano la traducimos como 'memoria de trabajo' o 'memoria operativa' y la analogía es la memoria RAM de un ordenador.
Explique esa comparación entre memoria de trabajo y memoria RAM.
Cuando compramos un ordenador generalmente buscamos dos características una la capacidad de almacenamiento, que es la memoria de largo plazo y dos, la capacidad de RAM, que es cuántos programas puedo tener abiertos y qué tipo de operaciones pueden desarrollar en tiempo real sin que se funda el el ordenador y deje de funcionar. Entonces la memoria de trabajo es la analogía con la capacidad memoria RAM de un ordenador, que es algo fundamental para aprender temas complejos y nuevos y poder combinar lo nuevo con lo viejo.
En este sentido la empresa COGMED llevaba 15 años desarrollando, y con éxito, una intervención que es, digamos, una serie de videojuegos que están diseñados específicamente para mejorar la memoria de trabajo de un modo que se pueda traducir en mejoras reales. Esta intervención hasta ahora solo se distribuía a través de psicólogos y psicólogas y clínicos pero básicamente se trataba de una intervención más bien clínica enfocada a niños o adultos que tenían problemas de memoria de trabajo y eso se traducía en problemas académicos o de personalidad o de comportamiento o diferentes tipos.
¿Y qué evidencia la respalda?
La efectividad de este tipo de entrenamiento ha sido recogida por 'The impact of Working-Memory Training on Children's Cognitive and NonCognitive Skills', un estudio independiente liderado por la Universidad de Zurich, que siguió durante tres años a más de 500 escolares en Alemania. Los resultados reflejan que los niños que hicieron el programa mejoraron la memoria de trabajo y mostraron avances significativos en materias y aspectos como geometría, lectura, autocontrol y cociente intelectual, con un impacto comparable al desarrollo cognitivo obtenido tras un año adicional de escolarización.
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Mejorar esta habilidad cognitiva, que sabemos que está implicada en los resultados académicos de los menores, hoy es posible. No es una varita mágica pero puede marcar diferencias sustanciales.
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