La última campanada de Belén: se separa
Desde luego sólo le falta llevar una web cam en el bolso y saciar así la sed nacional que hay de Belén Esteban. A los resultados de la audiencia me remito y que luego no venga nadie rasgándose las vestiduras con que si la televisión ... basura y chorradas por el estilo. El «share» es el mejor espejo de la sociedad española (por lo que menos la que ve la televisión) y, como se suele decir, tenemos lo que nos merecemos. Sobredosis de Belén Esteban, una auténtica máquina de levantar pasiones entre los televidentes y una arrolladora trituradora de devorar su vida, la de su hija, la de su ex, la de la actual de su ex y resto del entorno convirtiendo su vida en un auténtico «reality» que sólo tiene competencia con los eternos «culebrones» de TVE.
A Belén alguien la bautizó como «la princesa del pueblo» y en esas anda cada tarde y cada noche mientras su pequeña se va haciendo mujer y su marido atiende las mesas en el bar de sus padres. Tiene guasa que esta semana Belén pose radiante y realmente favorecida en la portada de «Lecturas» anunciando que en el matrimonio de Jesulín y Campanario está claro que hay una crisis (a ella le da igual que el torero y su esposa digan que son felices apenas una semana antes en otra revista), cuando ahora resulta que quien tenía la crisis en casa era ella y su Fran, el camarero silencioso, que esta vez no ha enviado comunicado con su ruptura. Dicen los amigos que Fran está hasta la coronilla de ver cómo su esposa habla a diario de Jesulín. Sinceramente, me parece una auténtica majadería ese argumento para justificar la reacción de quien se casó con la ex de Jesulín y madre de Andreíta y lo hizo con auténtico conocimiento de causa. Se escuchan historias más tremendas pero seguramente será la propia Belén quien a golpe de «¿vale?» y pañuelo en mano nos saque (¿esta noche?) de todas las dudas.
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