Mano a mano con Rafa Nadal
El tenista abre sus puertas a ABC en una velada junto a sus amigos, con partida de póquer y barbacoa
federico marín Bellón
Plantado ante la puerta de Rafael Nadal, en Mallorca, te sientes un poco como Nick Carraway en «El gran Gatsby» . Durante unas horas se te permitirá no solo descorrer las cortinas y mirar, sino participar también en una fiesta cuyo anfitrión es un mito – ... catorce torneos del Grand Slam sobre sus espaldas– que pese a todo reivindica su normalidad. Para la mayoría de los asistentes el plan es de lo más convencional: partidita de cartas y barbacoa. No hace falta conocer el principio de incertidumbre de Heisenberg para saber que el mero hecho de observar modificará el comportamiento del sujeto estudiado. La mirada del intruso, el simple reflejo de sus gafillas, alterará unos movimientos que pese a todo merece la pena contar. La ocasión es perfecta: rodeado de sus amigos de siempre, junto a Miguel Ángel, Juan, Toni, Joan y Miguel, Rafa se siente seguro. Si obviamos el privilegiado entorno, parece un joven cualquiera de 28 años y no el mejor deportista español de la historia.
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Se unen a la fiesta la periodista Olga Viza y el baloncestista Juan Carlos Navarro, otro as del deporte que no tarda en acercarse para pedir que se destaque lo agradecido que se siente por la invitación. Tanta humildad causa asombro. Esta generación de oro no ha prosperado a base de chulerías. La «bomba» Navarro acabará ganando la timba casera, pero en la mesa los cracks actúan con timidez, juegan pocas manos y se mueven con prudencia. «No me gusta farolear» , asegura Nadal. «Según me han enseñado, no es una parte fundamental del juego, aunque a veces se necesite».
«A mí no me divierte ganar, a mí me divierte la competición»
El balear ya ha tenido dos profesores de Texas Holdem (la modalidad más popular del póquer), Isaac Mayolas en sus comienzos y ahora Alfonso Cardalda, quienes destacaron en sendas entrevistas con ABC la inteligencia y competitividad de su alumno. Él se lo toma muy en serio, pero no tanto como el crupier de la noche, Vicente Delgado, un profesional de 23 años que rompe las mesas en internet y dedica varias horas semanales al análisis. Para Nadal es solo un hobby, aunque le gusta aprender. «Esto es como el golf, si no tienes ni puñetera idea, te diviertes mucho menos».
El agente del tenista confirma que su representado detesta perder y que jugar al golf con él, por ejemplo, puede ser una «agonía». «No soy hipercompetitivo», trata de refutar el aludido. «La realidad es que el deporte en sí es... vamos a decirlo... un sinsentido. Solo se justifica por la ilusión y la motivación por ganar o de dar el máximo. Yo juego al futbito con mis amigos y me enfada si mis rivales no dan el máximo. No me divierte ganar, me divierte la competición. No me gusta vencer 10-2 o sacar doce golpes al golf. Me motiva estar igualados y ver quién gana al final. Si esto es ser competitivo, pues sí, lo soy. Yo no disfruto con un doble 6-1 en el tenis. Soy un profesional y claro que me voy contento a casa, pero no me llena esa victoria. Me llena cuando he sufrido, he aguantado y al final lo he hecho mejor». ¿Puede llegar a disfrutar más una derrota apretada que una victoria fácil? «Yo vivo de ganar, pero claro que sí. Yo pierdo la final de Australia de 2012 con Djokovic después de casi seis horas y me voy a casa orgulloso. Me he quedado vacío, sin nada dentro. Aunque evidentemente yo voy a ganar».
A la hora de la verdad, Rafa no intimida tanto como cabría temer de un número uno. Es humano. Además de cauteloso, está algo frustrado por las cartas que recibe. En una mano se atreve a quejarse y recibe las burlas del resto de la mesa. Sus amigos están relajados, sobre todo Juan Suasi, un representante de eventos que tiene bromas hasta para el apuntador. Rafa no pierde nunca el autocontrol, virtud que cultiva en la hierba, en la arcilla y en los tapetes. Cae eliminado antes de lo previsto, pero se libra del castigo anunciado para el perdedor. Su amigo Miguel Ángel Calviño, ingeniero, será quien tenga que arrojarse vestido a la piscina. Rafa confirma que antes eran más agresivos. «Cuando no era muy conocido hacíamos flexiones en calzoncillos en algún hotel o en la calle. Ya no me atrevo».
Superar los prejuicios
Rodeado de sus colegas y de su familia, protegido por sus seres más cercanos, Rafa Nadal explica cómo fue su evolución personal y cómo pasó de rechazar la oferta comercial de PokerStars a convertirse en su embajador. «Es bastante simple.Soy una persona normal y, como la mayoría, entendía el póquer como un juego de casino en el que la gente se arruina. La imagen era negativa y entiendo que para muchos lo siga siendo. Cuando me propusieron este proyecto, la primera vez dije que no. Yo era muy joven y no era lo que yo quería proyectar en aquel momento. Pero repito que era desde el desconocimiento. No temía lo que dirían de mí, sino mi propia percepción. No me veía».
«Mi padre no estaba muy por la labor y Carlos (Costa) tampoco, pero yo ya entendía un poquito más lo que era el póquer y dije que sí»
Rafa aún no jugaba por internet, pero sí con sus amigos y su familia. Dejó pasar dos años antes de embarcarse. «Volvieron y, bueno, sinceramente fui yo quien dijo que sí, porque mi padre no estaba muy por la labor y Carlos (Costa) tampoco, pero yo ya entendía un poquito más y dije que sí, sin miedo a lo que pensaran de mí. Al final, la opinión sobre ti no depende de un anuncio, sino de lo que ven cada día en la pista y en tu vida normal. Entendía que podía asumir ese riesgo, porque era algo que a mí me apetecía conocer mejor».
El hecho de que hubiera otros deportistas famosos patrocinados como Boris Becker y el brasileño Ronaldo fue determinante, admite. «Me convencí y me convencieron. Casi tres años después, estoy feliz de haberlo hecho. Al final en la vida dejar pasar cosas por desconocimiento. Luego te das cuenta de que son justo al contrario». No hace falta citar el problema de la ludopatía para que el nueve veces campeón de Roland Garros se moje: «El póquer te permite saber hasta dónde quieres jugar. Puedes empezar un torneo conociendo el límite de lo que vas a perder. A mí me gusta competir en torneos porque entran en juego la estrategia y el conocimiento de las probabilidades, que al principio ni imaginas». Rafa insiste en que habla por sí mismo: «Animo a la gente, y juro que no lo digo porque tenga que hacerlo sino porque pienso así, a que conozca el juego para poder opinar. A día de hoy, soy un jugador de póquer habitual y lo digo abiertamente. Juego con mis amigos. Es una forma de pasar el rato y un juego social, porque hablas todo el tiempo. Es verdad que hay gente que se juega lo que no tiene, pero porque tienen un problema. Si no existiera el póquer, lo perderían en otra cosa».
Puede que lo que menos le guste a Rafa de este juego sea la posibilidad de pasar demasiadas horas sentado, como cuando en Praga eliminó al canadiense Daniel Negreanu , líder histórico de ganancias en vivo. «Pocas veces aguanto cuatro horas sentado», confiesa, «porque de entrada no tengo mucho tiempo. Suelo jugar torneos turbo –como el de esta noche– en los que puedes jugar desde cinco céntimos a cien euros. Cuando empiezas ya sabes cuánto puedes perder». Lo de Praga fue excepcional: «Ahí me motivaba aguantar y que el cansancio de estar sentado no me llevara a cometer errores».
«A día de hoy soy jugador de póquer habitual y lo digo abiertamente»
¿Puede llegar a sentir nervios alguien que lo ha ganado todo? Juan Carlos Navarro asegura que las medallas olímpicas no ayudaban en un terreno desconocido. Nadal asegura que le ponía más nervioso no equivocarse en la mecánica, no meter la pata, que ganar o perder. Pese a sus experiencias, tan positivas, todavía no se ve en Las Vegas, como Piqué, participando en las Series Mundiales. «Ahora es imposible. Mientras esté en mi carrera no, pero cuando me retire, por qué no. No me veo haciendo un tour mundial pero sí jugando algunos torneos al año. Me divierte y al final es poder combinar cosas, puedes ir con varios amigos y aprovechar para hacer turismo».
Dentro del circuito, el mallorquín cita a otros aficionados, como Marc López y Feliciano, o Pepo, su entrenador, y Rafael, el fisioterapeuta. Su tío Toni prefiere el ajedrez: «Juego partidas rápidas en internet, de cinco minutos», confirmará. Con los extranjeros no coinciden tanto: «Hacemos grupo entre nosotros. En Wimbledon , por ejemplo, nos quedamos en mi casa o en la de Feliciano y nos juntamos el día que no tenemos partido. En Roland Garros sí que jugamos en el vestuario porque allí hay una mesita perfecta y se une el que quiere». Juan Carlos Navarro cuenta que en las concentraciones de la selección es una moda reciente. Los más veteranos jugaban a la pocha, pero Ricky Rubio y otros impulsaron el cambio, con Víctor Sada como líder y experto.
Hacia el final de la jornada, Nadal encuentra un hueco para escurrir el bulto y hablar a solas con su padre, hasta que uno de sus amigos interrumpe la charla con unas voces que le llegan acompañadas por un coro de risas: «¡Vuelve Rafa, que antes por lo menos te tocaban a ti las malas!». A lo largo del día se han dejado ver su madre y su padre, su hermana, su tío… pero estos chavales también son imprescindibles, una especie de ancla. Con la familia no basta para sentirse una persona normal.
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