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RolAND gARROS

Rafa Nadal, un tenista para la eternidad

El balear logra su noveno Roland Garros ante Novak Djokovic, sale de París como número 1 y como una leyenda en el presente

Rafa Nadal, un tenista para la eternidad

lAURA MARTA

Suenan los tambores de guerra de la Chatrier mientras Rafa Nadal descarga nervios en el vestuario con saltitos medidos en altura y cadencia. Su mirada y su mente permanecen fijas en Novak Djokovic, que le da la espalda apenas a dos metros de él. Es el número 2 y sale primero. Es la batalla por el todo . Y en el trono vuelve a sentarse Rafa Nadal, descomunal en su París, eterno en su Philippe Chatrier, estelar en su noveno Roland Garros.

Son peloteos largos los iniciales, controlando el devenir del contrario, asomando nada más el brillo de las armas. Se respetan y se temen. Son los mejores del mundo y el planeta tenis suspira por sus cara a cara. El del último domingo en París se torna frenético por momentos. Nadie cede un milímetro, nadie concede un error. Hasta el séptimo juego, el saque es el cetro del poder, siempre por delante. Es Nadal el que enseña primero los dientes al resto con dos derechazos que le conceden un 15-30, pero se esfuma rápidamente.

Es Djokovic el que devuelve la osadía, pero esta vez el serbio muestra los colmillos con tres bolas de break que finalmente convierte. La Chatrier, caliente hasta los 27 grados, se convierte en un infierno en el noveno juego cuando Djokovic se vuelve a su palco con el set a su favor.

La grada recoge el guante y se vuelca a partes iguales con los dos, aunque los "Rafa, Rafa" y los aplausos tuvieron mayor clamor cuando el número 1 del mundo salió al albero. Rostros contrariados en el palco de Nadal, los fallos con el revés, bien demasiado largos, bien a la red, recuperan los fantasmas del pasado, como ante David Ferrer . La estrategia de mover a Djokovic muere con ese golpe, demasiado pesada la mano izquierda que golpe, temblorosa la derecha que dirige.

El sol había desaparecido en la cabeza del balear, que siguió algo gris al principio del segundo set. Una doble falta al principio del tercer juego inicia los rumores en la Chatrier: Nadal está apagado, parecen decir, pero aguantó su servicio. Djokovic, por sorpresa, pareció de pronto incómodo, el calor y la humedad al 70% jugaron en su contra, y encontró mayor oposición en su iniciativa. En el sexto juego sufre una desconexión y Nadal aprovecha los nervios para adelantar un paso dentro de la pista. El resultado: una bola de break, la tercera en el encuentro después de haber desaprovechado las dos del primer parcial. Pascal Maria, juez de silla, rectifica un derechazo del balear que dieron por bueno en primera instancia. Pita la Chatrier, pero la señala fuera y Djokovic vuelve a entrar en el partido cuando parecía que Nadal había encontrado una velocidad más para frenar a su rival. Sin embargo, el número 1 del mundo ejerce como tal sobre el segundo y consigue romper el servicio y la grada cambia los rumores por la aclamación. El palco del español celebra como un triunfo el break. Así de tibio estaba el panorama.

Otra inquietante doble falta en el séptimo juego abre la puerta a Djokovic para que recupere la desventaja. No obstante, este es otro Nadal y vuelven las derechas, tan amenazantes como siempre y como nunca en esta final. Responden a las órdenes de su dueño y al resto con dos drives paralelos y un fallo del serbio, el set se queda en su bolsillo. La tónica al alza hace enorme al balear, que rompe el servicio de su rival en el primer intento del tercer parcial. Dos horas de partido y Nadal se muestra fresco como una rosa con muchas espinas que duelen en el tenis del serbio. Consolida el break y logra abrir una brecha que hace recuperar el color en los rostros de su equipo.

Djokovic decide cambiar el rumbo de su estrategia y se deja hacer. Guarda fuerzas para el siguiente y Nadal le da la vuelta a la contienda con dos sets en el bolsillo. "La novena, la novena", que grita la grada, un paso más cerca. Se deja hacer porque poco le dejan. Nadal recupera su esplendor en el infierno en el que se ha convertido la Chatrier y atosiga a Djokovic que parece asfixiado por el calor y por sus reveses cruzados, incontrolados al pasillo.

Pero al serbio nunca hay que darlo por muerto, lo sabe perfectamente Nadal, que ha batallado con él en 41 ocasiones. Como la bestia de tenista que es, regresa al albero con piernas renovadas. Acosa al balear hasta romperle el servicio, algo que no conseguía hacer desde el segundo parcial. Había pasado por demasiadas dudas y demasiados problemas en este año que no se pareció a ningún otro, pero lo dijo todo Nadal a su palco: "Esto lo gano yo por mis ...". Su saque volvió y las derechas abrillantaron la alfombra para que, al resto, pasara la leyenda viva más importante del tenis actual. Y uno de los mejores deportistas españoles de todos los tiempos. Emocionado y sin fuerzas, se tiró al suelo tras la última doble falta del serbio. Don Rafael Nadal Parera, IX de Francia.

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