Sergi Arola: «Ya me ha llamado gente de otros países para ofrecerme trabajo»
Tras tener que cerrar su restaurante de Madrid por una deuda de 300.000 euros con Hacienda y la Seguridad Social, el cocinero dice que no tiene nada que esconder: «yo no tengo cuentas en Suiza»
carlos maribona
La noticia le sorprendió en París, el jueves estaba en Portugal y ahora estará viajando hacia la India para celebrar el primer aniversario del Arola Bombay. Sergi Arola es un cocinero que asesorando restaurantes por el mundo proyecta la imagen de España. Sin embargo, ... y muy a su pesar, esta semana ha sido protagonista, no por sus innegables habilidades en la cocina sino por un problema empresarial . El martes, a la hora de la comida, cinco inspectores de Hacienda, sin importarles en absoluto la presencia de clientes en el local, entraban en el restaurante madrileño que lleva su nombre y, con cierta prepotencia y entre sonrisas, procedían a precintar la bodega y algunas otras instalaciones del establecimiento. La causa, una deuda de 148.000 euros. Tres días después, el cocinero catalán, uno de los seis que ostentan dos estrellas en Madrid, todavía se mostraba desconcertado: «Necesito tiempo para pensar, en estos momentos estoy bloqueado, pero el daño ya está hecho».
En ningún momento niega la deuda con Hacienda, que junto a otra con la Seguridad Social asciende a 300.000 euros, pero se queja de que no le hayan dado oportunidad alguna de negociar. «Teníamos un contable que era un desastre. En septiembre pasado los nuevos contables nos avisaron de que teníamos deudas altas con Hacienda y la Seguridad Social. No nos escondimos, hicimos un reconocimiento de deuda y nos pusimos a disposición de ambos organismos para un acuerdo, ya que este año las cosas iban mucho mejor en el restaurante y surgieron las asesorías de París y de la India. Nos sentíamos capaces de amortizar la deuda y elaboramos un plan de pagos para ambos organismos. En la Seguridad Social lo aceptaron como forma de salvar los empleos, pero Hacienda no hizo ningún caso. Ni siquiera hemos recibido una respuesta al plan de viabilidad que presentamos. Sabíamos que este precinto podía producirse, pero no de esta manera», explica. «Nuestro pecado fue ser optimistas. Cuando las cosas vinieron mal dadas nos negamos a despedir empleados. Nos dijimos, vamos a pelear, a intentar aguantar», añade. «Cuando precisamente habíamos pasado lo peor de la crisis, cuando estábamos recuperando la actividad y las cosas empezaban a ir bien, nos pasa esto. Te quedas con cara de idiota», se queja.
«Cada cubierto es fundamental»
Para Arola lo peor es la indefensión y los malos modos de los inspectores que ejecutaron el precinto. «Groseros en todo momento, salieron del restaurante riéndose. Les debía parecer muy divertido». Para el cocinero, aunque el tema se resuelva, el daño está hecho. « Cuatro días sin facturar es algo insostenible. Cada cubierto perdido, cada día, es fundamental. Fíjate que yo no cerré en la jornada de huelga general precisamente por eso, porque no podemos permitirnos el lujo de perder una sola comida».
¿Se siente cabeza de turco? ¿Cree que Hacienda busca nombres mediáticos para que estas actuaciones tengan la máxima repercusión? «Es evidente que no lo han hecho porque sí. La deuda que tenemos es muy alta, pero sabemos que otros deben bastante más y no se actúa con esta diligencia contra ellos». Estos días Arola ha utilizado como argumento las enormes deudas de los clubs de fútbol. «¿Se imagina alguien que se clausure un estadio durante un partido? Pues eso es lo que nos ha ocurrido, a otra escala, a nosotros».
Con asesorías en restaurantes repartidos por el mundo (París, Bombay, Sintra, Sao Paulo, Santiago de Chile) se le pregunta si ve su futuro fuera de España. «No sé contestar a eso. Pero me ha llamado gente de otros países para ofrecerme restaurantes. Hasta cinco en estos días. Sin embargo mis hijas estudian en Madrid, Sara –su mujer y chef del restaurante precintado– está instalada en la capital, allí tengo mis amigos …». Y añade: «Lo que menos me importa es qué puede pasar con las dos estrellas Michelin que tengo en el restaurante, pero sí me preocupan las catorce personas que trabajan en el restaurante , a las que estos días hemos dado vacaciones hasta ver en qué acaba todo. También las reservas que teníamos de clientes a los que no podemos atender ». «Está claro que las pymes siempre pagan el pato en España. Estos días he recibido muchas llamadas y mensajes de empresarios que se han visto en situaciones parecidas a la mía en los últimos tiempos, y todos coinciden en que Hacienda ha sido muy clara con ellos: Si no puedes pagar, cierra».
«No tengo nada que esconder»
El cocinero está muy impresionado con la repercusión de la noticia en los medios españoles. «Abrimos en París, que es un gran logro, y apenas nadie se hizo eco. Y sin embargo ahora…», se lamenta. Sus abogados le han dicho que lo mejor es que expliqué la verdad, sin medias tintas. «No tengo nada que esconder. No tengo cuentas en Suiza, ni mansiones de lujo, ni hago viajes millonarios, ni siquiera un coche (sí una moto). Es más, la casa que tengo en Madrid, y que ahora está a la venta, me la compré cuando era jefe de cocina de La Broche, en el hotel Miguel Ángel». Agradece el apoyo de tantos y tantos compañeros de profesión que se han puesto en contacto con él estos días, algunos de ellos desde el extranjero. «Me han llamado Joan Roca , Eneko Atxa , Carles Gaig , Paco Roncero , José Andrés desde Washington, Dani García que estaba en Nueva York…»
A pesar de todo, su mensaje final es de optimismo. «Mi pasión es la gastronomía, mi restaurante, hacer mi cocina. Saber que puedo seguir cocinando me da fuerza. Quiero mantener la posición lograda tras tantos años de trabajo y de esfuerzo . Nos apretaremos el cinturón y volveremos a ponernos de pie. Al fin y al cabo no sabemos hacer otra cosa».
Sergi Arola: «Ya me ha llamado gente de otros países para ofrecerme trabajo»
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete