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La última función de El Bulli

El mítico restaurante de Ferran Adrià cerró ayer sus puertas con una cena a la que asistieron colegas, familiares y amigos

La última función de El Bulli INÉS BAUCELLS

EMMA SUEIRO

El Bulli cerró ayer definitivamente sus puertas al público con una reunión matinal para los principales medios de comunicación del mundo y una cena con familiares y amigos del equipo que llevó a la gloria, junto a Ferran Adrià y Juli Soler, a este restaurante, centro hegemónico de la culinaria del planeta durante más de una década , único espacio donde el comensal que haya tenido la oportunidad de acudir ha podido vivir una experiencia gastronómica y vital. Como periodista gastronómica, una se siente privilegiada por haber disfrutado de mágicas veladas como comensal en El Bulli, por haber tenido la oportunidad de probar el último menú degustación la pasada noche de San Juan y por asistir ayer a la entrañable, divertida, emotiva y embriagadora función de este genio y su inestimable orquesta gastronómica.

El Bulli dejó de existir ayer como restaurante . «Es un día histórico, pero El Bulli no se cierra. Hay una parte emocional que se acaba —señalaba a las 10 en punto el chef que ha enarbolado la más importante revolución culinaria de finales del siglo XX y comienzos del XXI—, pero no es un día triste. Nada más lejos… Es un día muy feliz porque hemos conseguido domesticar a la fiera —el restaurante, al que le daba dos años más de vida con el actual formato— y el resultado es elBullifoundation , cuyas obras empezaremos en septiembre y que comenzará a funcionar en 2014». Un proyecto cuyo principal objetivo será el de incidir en el área del pensamiento sobre cocina creativa y gastronomía desde un punto de vista multidisciplinar, que será gestionado a través de una fundación privada y que ya cuenta con Telefónica como socio tecnológico. «Esta es la base para que todo lo que aquí se encierra continúe», enfatizaba Adrià.

Por eso ayer quiso rodearse de su equipo, el que seguirá en esta nueva y estimulante singladura, y de todos los cocineros que pasaron por el restaurante de Cala Montjoi «y que forman parte del espíritu de la casa; ese es el legado que vamos a dejar». Sentados a la mesa, flanqueando a uno y otro lado a Adrià-Soler-Adrià (Ferran, Juli —copropietario y socio— y Albert), la mejor cantera de El Bulli, entre los que figuran los mejores restaurantes del mundo. René Redzepi, número 1 del mundo con Noma, en Copenhague; Massimo Bottura, número 4 con Osteria Francescana, en Módena; Joan Roca, número 2 con El Celler de Can Roca, en Gerona; Andoni Luis Adúriz, número 3, con Mugaritz (Rentería-Guipúzcoa); Grant Achatz, número 6 con Alinea, en Chicago, y el español más influyente en Estados Unidos, José Andrés. Todos ellos aprendieron en El Bulli las bases que cimentaron su apoteosis culinaria: no hay reglas, sí horarios y libertad creativa, junto con una alta dosis de coraje. Son las mejores bazas para impulsar la innovación.

Otro logro «made in El Bulli» es el compañerismo . «Las cocinas del mundo no eran así; era algo que no existía». Y ¿qué opinan ellos, los chefs que un día recalaron en esta masía ampurdanesa? «Lo que descubrí fue a un equipo muy comprometido con el inconformismo, con la ruptura y replanteamientos de los cánones estipulados de la cocina clásica. Me fascinó… y lo sigue haciendo», expone Joan Roca. «Me cambió el concepto que tenía de la cocina. Pensaba que cada país del mundo tenía su propia visión de la culinaria francesa. Era joven, romántico… Un día conocí este restaurante y me cambió la vida. Fue la semilla que puse y hoy se ha convertido en Noma, donde la creatividad y el coraje que nos gobierna vienen de El Bulli», afirmaba René Redzepi. «Es muy difícil poner palabras a las emociones. Mugaritz no existiría sin El Bulli, cuyo espíritu trasciende este lugar. Cuando alguien vive con tanta intensidad los proyectos, funcionan. Son mis maestros y mis hermanos, que me enseñaron cómo hacer las cosas», opinaba Andoni Luis Adúriz, o Grant Achatz, que aprendió durante su estancia «que no sabía nada». Coraje es la palabra con la que definió a este restaurante. O «la libertad mental de expresión emocional», en palabras de Bottura. El líder de un auténtico gastroimperio en EE.UU., José Andrés, resaltó «la inmensa generosidad de Albert y Ferran Adrià y de Juli Soler, a los que debo todo. Sin ellos no habría abierto mis restaurantes en Estados Unidos, y tampoco habría vendido olivas esterificadas, porque copiar se me da muy bien».

Por la noche, la fiesta continuaba… Con ella daba comienzo una nueva era.

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