Acotaciones de un oyente
La sombra de Iglesias eclipsa a Sánchez
Un ministro dijo: «Ni Junts ni Bildu son el problema: solo Podemos puede hacer caer a este Gobierno»
Día de la Constitución Española, en directo
Madrid
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Iniciar sesiónSe le veía en el rostro un malestar especial, una preocupación en estado de latencia, como si se hubiera convertido en crisálida y estuviera recorriendo el camino de vuelta, de mariposa a larva, de cisne a patito, del Falcon al Peugeot. Sánchez entró en el ... Patio de Floridablanca como Richard Ashcroft en 'Bittersweet Simphony'. Sobreactuaba 'actitud', pero bajo aquel cielo gris apareció una fragilidad que creíamos perdida. Hacía tiempo que el presidente no dejaba entrever un gesto de vulnerabilidad, pero, qué narices, también hacía tiempo que no estaba en manos de Iglesias, que es su Moriarty, su Salieri y su Correcaminos. Así es la vida y aquí estamos de nuevo, viendo cómo Sísifo se enfrenta al desfiladero y mira agotado el punto de partida. Tanto pacto del abrazo, tanto 'sorpasso' no dado y tantas deliberaciones en el Consejo de Ministros para acabar como 'cuando entonces', frente al peor enemigo posible, el verdadero Doctor Frankenstein, su creador, el mismo que un día puso la escalera de Jacob para que subiera al cielo sin contarle que esa misma escalera también serviría para bajarle.
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La historia tiene algo de 'El Gran Gatsby', aquella novela de supuestos triunfadores que fracasan en lo más íntimo y que nos recuerda que no se puede escapar del pasado. Y el día antes de este enorme circo Podemos rompía con Yolanda, que es una forma de romper con Sánchez, pero sin dar la cara. El miedo en los corrillos socialistas se olía desde Casa Manolo. El rictus general era como si se hubieran hecho viejos en una noche, que es el tiempo que necesita Iglesias para convertirse en Freddy Krueger, hacer del sueño pesadilla y dejar en la Carrera de San Jerónimo cierto aire de Elm Street. En los corrillos no había otro tema: Podemos, Iglesias y una venganza que tiene más de Otelo que de Macbeth. Así que el triunfador fue el que no estuvo, el que maneja las cuerdas desde el sofá. Aunque no fue el único que no acudió: en una de esas decisiones incomprensibles 'marca de la casa' Vox decidió ausentarse de los actos de homenaje a la Constitución –solo se vio por allí a Pepa Millán– y prefirió aprovechar el día para manifestarse en las sedes del PSOE, que es algo así como celebrar el día del celíaco gritándole al trigo.
Aviso a navegantes
Un ministro había dicho antes que «ni Junts ni Bildu son el problema: solo Podemos puede hacer caer a este gobierno». Y tampoco la fecha es casual: romper con su grupo parlamentario en vísperas de la votación de la ley de amnistía puede interpretarse como una cabeza de caballo entre las sábanas, una advertencia para navegantes y una manera de dejar claro que o se negocia con ellos de modo bilateral esta ley –y las demás– o aquí no sale adelante nada. Uno nunca sabe qué hay en la cabeza de Iglesias, pero no descartemos que se niegue a votar, por ejemplo, que se amnistíen los delitos de malversación. Y toque cambiarlo para garantizar un 'sí' indispensable, que ya no le valdría a Junts. A Podemos le da exactamente igual Puigdemont: su socio es Esquerra y no le temblará el pulso para reventar el plan y hacer caer a Sánchez y a Yolanda cuando decidan, que es ya lo único que importa.
«Quedamos sin falta»...
Y eso es lo que se oía en los corrillos, que, en este día, son un inmenso baile de fin de curso en uno de esos casinos decimonónicos de provincias, cuando los chavales tímidos pierden el miedo y se acercan por fin a hablar entre ellos. Presentaciones, intercambio de teléfonos y un generalizado «quedamos sin falta después de Reyes». Aunque no era un día como los demás: la presencia de todos los presidentes de Comunidades Autónomas populares con sus asesores, unido al enorme número de diputados que suman los de Feijóo y a las ausencias de los nacionalistas hacían del Congreso un interminable desfile 'pepero'. Parecía que el PSOE jugara de visitante. Y algo tiene que ver en ello que los socialistas mostraran un perfil deliberadamente bajo. Muchos se fueron en cuanto terminó Armengol que, por una vez, mantuvo el tono institucional y supo interpretar el papel que España le ha encomendado. Enhorabuena al nuevo escritor de discursos. Aunque no sé cuánto le queda teniendo en cuenta que sus palabras tendían puentes y eso es exactamente lo contrario que levantar muros. Y hablado de muros, entre canapé y canapé salió el gordo y Sánchez ofrecía a Feijóo una reunión inminente, que es como salir con un bulldozer y destruir una valla recién estrenada. Algo trama, claro. Y tiene que ver con la postura de Podemos, por supuesto. Es evidente que a Sánchez no le interesa en absoluto sentarse con el PP sino más bien escenificar un desencuentro y utilizarlos como peones en la partida contra su rival, que nunca fue otro que Iglesias.
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Una cantante afectada nos cantó 'Aquellas pequeñas cosas' y 'Al alba', es decir, un poco de Serrat y un poco de Aute, algo de Madrid y algo de Barcelona. En los dos casos maestros inalcanzables. Nada que objetar, aunque hubo quien lo hizo. Pero en el ambiente solo se hablaba de quien no estaba. Así que Sánchez optó por no mirar su propio eclipse y se perdió camino de la M30. «Tanto remar para morir en la orilla», debía pensar. O «tanto todo para nada», que diría Pepe Hierro, aunque dudo que sepa quien es. En cualquier caso, de nuevo en manos de Iglesias –pensará– y esto no ha hecho más que empezar. El pasado nos atrae incesantemente como un barco que navega contra la corriente. Jóvenes en el final de su era–ya lo decía El Loco–. Como personajes de Fitzgerald.
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