Pendientes del bingo de Sánchez

Tarareo una canción de Aute: un presunto amigo sugiere al cantautor que deje de molestar con sus principios morales… «Déjalo ya, déjalo ya, / Me harías un gran favor, / Déjalo ya, / Me dice con todo su amor, / Déjalo ya, / Mi amigo el enterrador, / Déjalo ya». El socialismo sanchista es como el falso amigo: propone que los golpistas de 2017 se vayan de rositas, aunque antes opinara lo contrario. Sucedió que su amado líder cambió por enésima vez de opinión.

El fidelísimo Illa tacha de crispados a quienes protestan contra la arbitrariedad. Más letra de Aute: «Y debes comprender que todo / cambia y que ahora el rollo / no se mueve por ahí». No debemos tomarnos tan a pecho el imperio de la ley: 'Déjalo ya'. Que los constitucionalistas lo dejen… Aunque los odiadores del «Régimen del 78» no quieran entonar el «Déjalo ya» y sigan con 'Lo volveremos a hacer (mejor)'.

El mundo al revés. Objetar contra la amnistía es «catalanofobia», advertía la sectaria portavoz de la Generalitat «republicana». Si usted cuestiona la amnistía, o el nombre que le pongan sus orwellianos mentores, será un «mal catalán» en Cataluña y un «mal español» para la izquierda de la sopa boba. Aunque los «malos» catalanes que defienden la separación de poderes que la amnistía desautoriza sean más que los «buenos catalanes» que acaparan la representación de Cataluña en el Congreso.

Si Sánchez se sale con la suya, los sediciosos mutaran de reos a jueces: de perdedores -en 2017 y en las urnas- a rectores de la política española. La canción de Aute deja paso a una sentencia de Edmund Burke aplicable a tan inquietante coyuntura: «Hay un límite más allá del cual la tolerancia deja de ser una virtud». Luego, la amnistía que abole la igualdad ante la ley nada tiene de virtud.

El 8 de octubre de 2017 todos los partidos constitucionalistas integraron la manifestación contra el golpe secesionista. Seis años después están todos los que estaban a excepción del PSC-PSOE, prodigio de democracia interna con Puente, Montero y Bolaños de animadores. Sánchez purga a quien le contraría, no quiere versos sueltos sino eslóganes corales.

Si en 2017 se hubiera dicho que habría que volver a salir a la calle para protestar contra la impunidad que se brinda a los sediciosos no lo hubiéramos creído. Pocos pensaban años antes que colgarían rojigualdas en los balcones para responder a la agresiva ocupación del espacio, físico y simbólico, por el separatismo. Sánchez es como el locutor de un Bingo. La línea ya está a punto de cantarse: amnistía. La amnistía se confirmará cuando sus labios -«read my lips»- pronuncien el dulce nombre que maquillará la ominosa decisión. «¿Será generosidad, reencuentro, pacificación, acaso convivencia? ¡Hagamos una porra antes de enviar a la porra el estado de derecho!» proponen sus palmeros. ¡Y ahora vamos para Bingo: autodeterminación! El separatismo escruta su cartón: «¡Que buenos números! ¡Ya casi lo tenemos!». De esta manera torticera -eufónica rima- Sánchez resistirá en el poder gracias a esos siete votos que se disponía a buscar bajo las piedras… y los halló en Waterloo. La Cataluña constitucionalista también resistirá, aunque Sánchez pretenda dejarla a merced de sus enemigos.