Sánchez trata de desactivar la cuestión catalana para centrarse en la economía
El presidente rechaza la posibilidad de que se pueda celebrar un referéndum: «No cabe en la Constitución»
Defiende que su respuesta económica permitirá que España sea uno de los países que «esquive la crisis»
Madrid
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Iniciar sesiónPedro Sánchez desempolva el espejo como su herramienta principal para 2023. Su relato pretende presentarle a la sociedad española que su política es radicalmente opuesta a la de anteriores Gobiernos del PP en dos elementos clave que siempre han generado más problemas a los Gobiernos ... de izquierdas que a los de derechas: Cataluña y la gestión económica. ¿Cómo habría sido todo si no gobernase el PSOE? Esa es la pregunta que Sánchez quiere que cale en la mente del electorado.
Y la respuesta que quiere dibujar es, primero, que en la respuesta económica ahora ya no hay «recortes» como en la crisis de 2008. Una crisis y unos recortes que en este relato solo se atribuyen al Partido Popular. La segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero nunca existió. Y segundo, en lo relativo a Cataluña, presentar al PP como corresponsable de las crisis que tuvo su punto álgido en 2017. Y establecer una comparación entre entonces y ahora.
El presidente del Gobierno hacía ayer balance anual en La Moncloa y se extendió en todo lo que tiene que ver con Cataluña. En la víspera, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonès, había reivindicado nuevamente el referéndum de independencia. «Podrán reclamar lo que quieran pero no se va a producir», trató de zanjar Sánchez, que reflexionó sobre la falta de vigencia de ese planteamiento. «En estos cuatro años la respuesta desde Europa es hacia una mayor integración –añadió el presidente–. El independentismo es un proyecto que va contra los tiempos. No se trata de compartimentar soberanía sino de compartir soberanía».
Sánchez definió 2017 como «un intento de quiebra» por la «enorme irresponsabilidad del independentismo» y por la «incapacidad de quienes desde el Gobierno no atajaron a tiempo una de las mayores crisis» de nuestro país. En La Moncloa son conscientes de que el presidente puede tener en lo referente a la cuestión catalana problemas de credibilidad. Pedro Sánchez decidió aprobar los indultos a los líderes independentistas después de apostar en octubre de 2019 por el «íntegro cumplimiento» de las penas. Igual sucedió con la reforma del Código Penal, que se ha materializado con el borrado del delito de sedición. Ayer, a una pregunta en la que se le cuestionaba por su credibilidad, Sánchez dio una respuesta que escondía una clave importante: «Respecto a los fundamentales yo me he mantenido fiel al compromiso con la Constitución». Lo que Sánchez hace es diferenciar entre esos cambios de posición que ha tenido que acometer, pero que entran dentro de su potestad ejecutiva y legislativa, con la cuestión del referéndum que no «no cabe dentro de la Constitución».
Aragonès anuncia que en 2023 preparará otro referéndum de independencia
Daniel TerceroEl presidente de la Generalitat valora positivamente, en su discurso navideño, los avances hacia la amnistía para los independentistas: «Es evidente que el diálogo y la negociación para resolver el conflicto político con el Estado empieza a aportar sus frutos»
Y las decisiones en las que ha tenido que cambiar de opinión, en cualquier caso, están justificadas: «He tomado decisiones arriesgadas con un problema que heredé del independentismo y del PP. Todo lo que hago va en esa dirección, no volver a repetir lo que fue 2017». En suma, Sánchez exalta su agenda catalana como garantía para «no volver a 2017», aunque sumiendo que hará falta «tiempo, paciencia y generosidad» para encontrar un «punto de equilibrio» que «garantice esa convivencia» y que por ahora no cuenta con una propuesta concreta por parte del Gobierno. Aunque Sánchez siempre ha dicho que este conflicto se tenía que resolver votando un acuerdo, no una ruptura. Recientemente ha repetido esas palabras el líder del PSC, Salvador Illa, Pero nunca se ha ido más allá. Aunque la posibilidad de plantear un nuevo Estatuto de Autonomía está en el horizonte. En este punto todo lo que tiene que ver con la renovación del Tribunal Constitucional con una mayoría progresista y con perfiles cercanos al Gobierno no es baladí. En La Moncloa quieren cerrar la carpeta catalana.
Consideran que han demostrado que han hecho todo lo posible en su compromiso de «devolver un conflicto político a la política». Y que ahora se abre otra etapa que a Pedro Sánchez le gusta definir como «más política». Y aquí aprovecha Sánchez para utilizar la propuesta de Aragonès de un referéndum de independencia como ejemplo de la «distancia» que les separa. Sánchez no quiere que un clima tensión en torno a Cataluña marque el próximo año.
Por eso ha querido despachar antes y rápido la cuestión de la sedición. Lo que quiere es anestesiar ese debate y que vaya permeando la idea de que la tensión se ha rebajado. Y que era en tiempos del PP cuando se producían «los referéndums y las declaraciones unilaterales de independencia». La ruptura del bloque independentista facilita ese argumento, que tiene también como pieza clave el colapso de Ciudadanos, que devolvió al PSC a una posición principal en Cataluña.
Es la economía
Sánchez está convencido de que si ha tenido que perder algún voto por esta cuestión y sus alianzas ya se ha producido y que no serán más. La idea desde hace meses es cimentar el cambio de tendencia en las encuestas en dos ideas: la agenda económica y la erosión constante del líder de la oposición, cuya llegada a la calle Génova desató muchos nervios en las filas socialistas. «Es una decepción», dijo ayer sobre el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo al frente del Partido Popular.
El presidente repitió en varias ocasiones que está desplegando una acción económica «progresista», destacando que hay «un cambio fundamental en la respuesta que se dio a la crisis financiera con la respuesta a la pandemia y a la crisis desencadenada por la guerra». Y atacó diciendo que la única respuesta de la derecha política y económica fue «competir en bajos salarios o reformas del Estado de Bienestar». Y ha destacado que su receta es «radicalmente distinta», poniendo de ejemplo las subidas del Salario Mínimo Interprofesional, la subida de las pensiones en función del IPC o la última reforma laboral.
Aunque reconoció que es «prematuro» hacer vaticinios, comprometió que España «va a seguir creciendo» y que lo va a poder hacer «por encima de la media de nuestros socios». Llegando incluso a defender que España será «una de las economías que esquive la crisis».
Y asegurando que en caso de que hayan nuevos riesgos, el Gobierno tomará «todas las medidas que sean necesarias». Sabe que para ello cuenta con el beneplácito de Bruselas, que ha cambiado el enfoque de gestión de esta sucesión de crisis respecto a la crisis financiera. Un cambio en el que Sánchez reivindica su protagonismo en el cambio.
Ante el último año de la legislatura, Sánchez ha defendido que el Gobierno «va a hacer lo que hemos venido haciendo», sin presuponer un elemento diferenciador por el hecho de estar presente las urnas. Pero sí se ha mostrado optimista respecto a que esa agenda que Sánchez quiere centrar en la economía va a servir a los intereses de su partido: «No tengo ninguna duda de que va a dar su resultado electoral».
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