Un preso de permiso y su cómplice mataron al hostelero de La Rioja por menos de 600 euros
La víctima, propietario de 'Bodegas Guillermo', sufrió una «violencia extrema» a cambio de un botín mísero
El segundo detenido llevaba una pulsera de control telemático
«Como no me paguéis, os quemo vivos»
Madrid
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Iniciar sesiónGuillermo Castillo, de 78 años, un hostelero muy conocido en la localidad de Cuzcurrita (La Rioja) y sus alrededores, abrió la puerta a sus asesinos la madrugada del pasado 2 de mayo. Conocía a uno de ellos del restaurante, pero no imaginaba sus intenciones: ... robar su casa. Eran dos; dos individuos con una ristra de antecedentes, que esperaban conseguir un gran botín, dado el éxito del negocio de la víctima. Se llevaron una cantidad «irrisoria», menos de 600 euros, y la vida de Guillermo por delante, según detalló este miércoles Miguel Ángel Sáez, portavoz de la Guardia Civil en La Rioja.
Los dos presuntos asesinos del hostelero riojano, A. D. G. D., español de 53 años, y C. S. R. M., portugués de 38, emplearon una violencia «extrema» —lo molieron a golpes— para apropiarse de una cantidad de dinero ridícula. Ellos sospechaban que Castillo podía guardar en su casa entre 50.000 y 60.000 euros, pero estaban equivocados. Primero registraron al anciano y luego la vivienda entera, habitación por habitación, sin hallar lo que buscaban.
El mayor de los autores del crimen disfrutaba de un permiso penitenciario y el otro llevaba una pulsera de control telemático, prevista para la reinserción. Ambos, consumidores habituales de drogas, tienen a sus espaldas un abultado historial delictivo y vivían en Logroño y Laserna (Álava), respectivamente. Los agentes también detuvieron a la pareja del portugués, una mujer de 59 años que ha quedado en libertad porque no tuvo una implicación directa en los hechos, según lo averiguado hasta el momento, aunque la operación sigue abierta.
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Consumidores
A. D. G. D. ya estaba de nuevo en prisión cuando la Guardia Civil logró esclarecer el crimen. El pasado 24 de julio, dos meses y medio después de matar a Guillermo, entró en una sucursal bancaria del barrio de Varea en Logroño con un arma de fuego y un cuchillo y amenazó al responsable: «Dame todo el dinero que tengas o si no te pego un tiro o te rajo». Le entregó al empleado una bolsa de basura para que metiese el dinero y escapó antes de que llegara la Policía Nacional. Los agentes lograron detenerlo horas más tarde tras ser identificado por los seis tatuajes que exhibe.
Fue directo a la cárcel de Logroño y allí lo volvió a detener la Guardia Civil el pasado 16 de agosto tras recabar numerosos indicios contra él por el crimen del hostelero. El pasado sábado la juez de Haro decretó prisión sin fianza para él y su cómplice.
El español detenido tiene 22 antecedentes y atracó un banco de Logroño el pasado julio, después del crimen del bodeguero
Desde 2014, el individuo ha sido detenido una y otra vez por robos con intimidación en todo tipo de establecimientos comerciales, incluido otro banco, donde usó un arma de fuego, y ha entrado y salido de la cárcel.
Su compañero arrastra un historial similar. Portugués afincado en la localidad alavesa de Laserna, tiene antecedentes por robos con violencia desde hace casi una década y portaba, como se ha dicho, una pulsera de control telemático, habitual en algunos casos de violencia de género.
La Guardia Civil explicó ayer la operación ‘Squilla’, sin desvelar determinados detalles porque aún no está cerrada. La definieron como «intensa y compleja», pese a que en la vivienda del empresario, muy próxima a la bodega que regentaba, se recogieron numerosos indicios.
El éxito de una bodega humilde y el reclamo del dueño
Guillermo Castillo seguía siendo el alma de la ‘Bodega Guillermo’. A sus 78 años, era él quien atendía en el negocio que abrió hace casi cuarenta años y donde empezó a dar comidas a pequeños grupos. Sin carta y con cantidades pantagruélicas, según los clientes, el éxito convirtió la bodega en restaurante. Entre diez y doce platos, que él mismo recitaba, a unos 30 o 35 euros. Logró atraer a una clientela fiel, mucha llegada desde el País Vasco, y se ganó un nombre. Lo definen como peculiar, sin esconderse del dinero que ganaba y que debió de llegar a oídos de sus asesinos.
La investigación empezó nada más producirse el crimen y de la misma se hizo cargo la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Guardia Civil en La Rioja. En la madrugada del 2 de mayo, los presuntos asesinos se desplazaron de Logroño a Cuzcurrita a bordo de un turismo (al menos uno de ellos no tiene carné de conducir). Cuando llegaron a la localidad riojana, estacionaron el coche en las proximidades, llamaron a la vivienda y el hostelero les dejó pasar al reconocer al portugués. No está claro si le conocía por visitar la bodega o porque se relacionaba con compatriotas que han trabajado para Castillo.
Encerrado en la despensa
Nada más entrar le pidieron el dinero y, defraudados por la escasa cantidad que encontraron, empezaron a golpearlo con saña, lo inmovilizaron y lo encerraron en la despensa moribundo. Registraron a la víctima al completo y cada estancia de la casa que apareció revuelta y huyeron con una «ínfima e irrisoria» cantidad.
A la mañana siguiente, uno de los empleados de Guillermo llamó a la hija de su jefe, Yolanda. Había intentado contactar con el hostelero porque necesitaba un vehículo y no lograba dar con él. No le cogía el teléfono ni tampoco le abría la puerta de su casa, según informó ‘La Rioja’. La hija corrió a la casa de su padre. La puerta estaba abierta y, nada más traspasar la entrada, vio las zapatillas de Guillermo tiradas en el rellano; había sangre y objetos por el suelo.
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El empleado comprobó que en el salón los cajones estaban abiertos y desperdigados de cualquier manera. Fue la Guardia Civil la que halló el cadáver encerrado en la despensa. Durante cuatro días los investigadores llevaron a cabo una minuciosa inspección en el interior de la casa, en el exterior y en varios vehículos. El móvil claramente era el robo, buscaban la recaudación del restaurante. Guillermo solía llevar un considerable fajo de billetes encima y no se escondía. Esa anomalía en tiempos de tarjetas de crédito llegó a oídos de los ladrones, decididos a conseguir como fuera el botín. Los agentes creen que la paliza «se les fue de las manos». La investigación, coordinada por la Fiscalía y dirigida por la titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Haro, tiene aún flecos pendientes.
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