ministra de justicia
Pilar Llop: montar en Metro y echarse al monte
No está teniendo unos días finos la titular de Justicia, que en la recta final de su mandato va de charco en charco; eso sí, en transporte público
Madrid
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Iniciar sesión«Una democracia en la que la mitad de la población vierte violencia sobre la otra mitad no es democracia». No era todavía ministra de Justicia cuando Pilar Llop pronunció esta frase sin inmutarse, con el mismo semblante que tenía en la última apertura del año judicial mientras escuchaba la amenaza de dimisión del presidente del Supremo, Carlos Lesmes.
Llop (Madrid, 1973) acababa de aterrizar en el Senado tras su efímero paso por la Delegación del Gobierno de Violencia de Género, y en una entrevista le preguntaban por el número de mujeres asesinadas ese año. Quienes la conocían entonces se mostraban convencidos de ... que, más allá de esa declaración puntual, el perfil sereno de esta juez (que apenas se puso la toga una década) la mantendría alejada de la guerra dialéctica con portavoces de partidos que no comparten su particular ideario. Pero la realidad es que en los últimos días no ha habido intervención de la actual ministra de Justicia que haya pasado desapercibida.
Algo ha cambiado en esa mujer políglota, «modosita y tímida» que ha respondido con creces a la llamada de Sánchez tras el fiasco de las elecciones andaluzas a sus ministros para pasar al ataque durante los últimos meses de legislatura. Un tramo final que Llop parece estar viendo más como trampolín para las municipales en Madrid. Hay rumores que la sitúan como cabeza de lista a la Alcaldía, precisamente el edificio que ilustra la foto de perfil de su whatsapp personal.
Esta carrera contra el reloj, que no es nueva para ella -en 2015 fue candidata a diputada autonómica del PSOE en la lista de su amigo Ángel Gabilondo, hoy Defensor del Pueblo-, explicaría sus cada vez más frecuentes intervenciones públicas, la agresividad verbal de sus duelos -el último, desprestigiando la sentencia de Griñán- y las torpezas y lapsus en los que ha incurrido en los últimos días. «Pilar se ha puesto en jarras y quiere hacerse notar», reconocen fuentes de su entorno.
Que afirmase que en el Metro escuchaba hablar del CGPJ suscitó sorpresa en su entorno: «No se baja del coche oficial»
Pese a que la única condición que le puso el presidente del Gobierno cuando la nombró ministra fue la de mantenerse al margen de la renovación del CGPJ -en manos del titular de Presidencia, Félix Bolaños-, Llop no duda en pisar el charco del bloqueo de las negociaciones cada vez que se le pregunta. Siempre para culpar al PP. «Antes decíamos que a nadie le importaba la renovación del CGPJ, que era algo que estaba como muy fuera de la órbita del día a día de cada ciudadano, pero es que ahora ya... Mire, yo a veces voy en Metro, a veces voy en autobús y escucho a la gente que habla de este tema».
En autobús a la polémica
Los memes en redes sociales no se hicieron esperar. En uno de ellos dos usuarios del suburbano se enzarzaban en una discusión por discrepancias con la Ley de Enjuiciamiento Criminal. También fue inmediata la sorpresa que causó en fuentes próximas a la ministra el hecho de que, emulando a Manuela Carmena, dijera que es usuaria del transporte público cuando «no se baja del coche oficial».
Y es que para muchos la ministra está «irreconocible». «Se ha crecido en el cargo y en el trato también», lamenta una persona que hasta hace no mucho tiempo estaba en su entorno más cercano.
Llop se aferra a los votos discrepantes para desgastar la sentencia contra Griñán
Juan Casillas BayoLa ministra de Justicia evita posicionarse sobre el indulto, que aún no ha empezado a tramitarse
Esa transformación y búsqueda del primer plano afecta incluso a sus usos y costumbres. Todos los años era una campesina en los festejos de Tazones que conmemoran en Asturias el desembarco de Carlos V. Este agosto no dudó en enfundarse el traje de princesa y representar a la hermana del Rey cuando la actriz que iba a hacer este papel se sintió indispuesta. Llop siempre está ahí. También cuando aceptó resignada que el puesto que había dejado Meritxell Batet como número dos de Sánchez por Madrid -para sustituir a Carme Chacón en Barcelona- no iba a ser para ella, sino para Margarita Robles.
De su etapa en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), donde trabajó de letrada codo con codo con la hoy magistrada del TC Inmaculada Montalbán, poco queda. Sólo el recuerdo de que llegó a coincidir con Lesmes en la primera etapa de éste como presidente del Consejo (cargo que ocupa desde 2013) y que la indiferencia entre ambos era mutua. La misma con la que la ministra lleva escuchando durante el último año y medio la desesperada llamada de auxilio del Supremo sobre el colapso que está sufriendo por la reforma que promovió su propio Gobierno y que impide cubrir sus vacantes.
Una medalla que no es tal
Fuentes jurídicas que asistieron a la última reunión de la ministra con los miembros de la Sala de Gobierno del Alto Tribunal recuerdan los momentos de tensión que allí se vivieron y el escaso conocimiento y empatía que demostró Llop con los problemas que se le estaban poniendo sobre la mesa. «¿Alguien esperaba que quien nos metió en este problema para forzar una negociación nos iba a sacar de él?», comenta un magistrado del Alto Tribunal.
Aún así, hace apenas unos días Llop no dudó en ponerse una medalla pese a que el «estropicio», como diría Lesmes, no está ni mucho menos solucionado. «La cuerda, la goma, ya no se puede estirar más. Nosotros no hacemos más que poner recursos económicos y presupuestos para intentar paliar esta situación que de debe exclusivamente al PP. Aquí no hay equidistancias», diría en una entrevista.
Tardía fue su reacción esta semana cuando, en su afán por no enfadar a los socios de ERC, se lió confundiendo Cataluña y España tratándolas al mismo nivel. En este punto hay que decir que Llop no comulga con el independentismo. De ahí que se tratara con toda seguridad de un lapsus. «¿Pero es que no hay catalanes viviendo en otros lugares de España? Y viceversa, no hay españoles viviendo también en... pues... ¿allí, también?», preguntó indecisa desde la tribuna del Congreso.
De Reynders a Griñán
Su verborrea le ha llevado a comprometer a España ante la visita del comisario Didier Reynders la próxima semana, una cita que puede ser clave para resolver la actual crisis institucional. «España es un país soberano y no es una competencia de la Unión Europea el decidir qué modelo queremos; eso corresponde a los ciudadanos representados en las Cortes». El cambio de modelo en la elección de los vocales del CGPJ de procedencia judicial es precisamente lo que pide Bruselas.
Cerraron la semana sus intervenciones, primero en el Senado y al día siguiente en el Congreso, cuestionando la sentencia de los ERE y poco más o menos que elevando a la categoría de fallo el voto particular que suscribieron dos magistradas. «La sentencia no es unánime y está siendo contestada por la doctrina penal», diría, atrevida, la juez, antes de calificar como «corrosiva» la intervención del senador popular Elías Bendodo. Sobre su Ministerio sobrevuela ya un indulto (el de Griñán) que, en el caso de su antecesor con el 'procés', puso la puntilla a su mandato.
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