Odontología y ADN extraído de hueso, vías de identificación en cuerpos carbonizados

Para poner nombre a la persona es necesario el cotejo con datos antemortem, una radiografía dental o cualquier intervención que se haya hecho en las piezas del individuo. Este tipo de identificaciones resultan relativamente sencillas y rápidas si se cuenta con esa información de contraste, alrededor de tres días, según explica a ABC un especialista en identificaciones, que ha participado en varias catástrofes. En los atentados del 11-M ese fue el tiempo que se tardó en comparar piezas dentales de algunas víctimas.

La segunda fórmula, esta más compleja, se basa en extraer ADN de los huesos, que aguantan temperaturas muy superiores a las de los músculos. Puede ser del hueso de la mandíbula o de los que queden en mejores condiciones.

No siempre se logra sacar ese código genético del hueso, pero si se consigue y hay información de cotejo (de la propia víctima o de un familiar como padre, madre, hijos o hermanos que donen) lo habitual es que en una semana aproximadamente se le pueda poner nombre. «Habrá cadáveres en peor estado que otros. Por ejemplo, si alguno ha muerto por aplastamiento ese cuerpo no estará tan deteriorado por una menor exposición al fuego», explica el experto.

La técnica más fácil y fiable sigue siendo la de las huellas. En unas horas, según explicó el alcalde de Murcia, José Ballesta, se logró identificar a tres de las víctimas por ese método. Para los diez restantes, en teoría, tendrá que ser el ADN el que arroje luz. Los familiares empezaron a llevar ayer mismo objetos de sus seres queridos, tales como cepillos de dientes.

Una radiografía también puede servir en algunos casos e incluso objetos que llevara la víctima, si no se han fundido. Hay casos particulares en los que por ejemplo la persona ha cerrado el puño instintivamente y se puede obtener el pulpejo (guantelete) que no se llega a quemar, pero son excepciones. Será el siguiente reto: poner nombre y restar incertidumbre.