Hay 13 muertos
Walter, superviviente de los incendios en las discotecas de Murcia: «Me salvé por ir a pedir una copa»
Estaba en un reservado con muchas víctimas mortales. En plena fiesta, primero vio salir humo por el tubo del aire, y después una gran llamarada
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Iniciar sesión«Uno de mis amigos y yo nos salvamos porque bajamos a la barra a pedir una copa». Walter, nicaragüense y primo de Erik, el hombre de la misma nacionalidad que celebraba su 30 cumpleaños en la discoteca La Fonda en la trágica madrugada de ... ayer, está aún en shock. Son las seis y media de la tarde y a las puertas del Palacio de Deportes de Murcia trata de explicar como puede qué sucedió ayer en ese local. Confiesa que hay muchos detalles de lo que vivió que todavía se le escapan, pero hay algo que no olvida: que su primo Erik y su pareja, su tía Marta y otro primo, Sergio, quedaron atrapados en la segunda planta del local, junto a varios amigos. «Yo me enteré al volver a casa. Pensaba encontrarme con ellos allí. Pero cuando llegué otra compañera de piso me contó lo ocurrido»...
La noche había empezado feliz. Sobre las ocho, treinta personas, la mayoría de ellas nicaragüenses, pero también ecuatorianos y bolivianos, habían quedado a cenar en el restaurante La Fonda de Puente Tocinos; curiosamente, el mismo nombre que el de la discoteca.
«Todo iba chévere»
«Todo había ido chévere... Nos reímos y cuando acabamos nos fuimos a tomar una copa al local. Teníamos dos reservados de los quince que había en la primera planta, bastante pequeños. No fuimos todos los invitados a la cena, algunos prefirieron volver a su casa», explica Walter, de algo más de 30 años, gafas de sol, pelo teñido de azul y vestido con pantalón corto y camiseta para combatir el calor agobiante de estos días.
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Sobre la mesa de ese reservado, una botella de güisqui que fue vaciándose a medida que los presentes hacían consumiciones. Hubo bailes, bromas, era en definitiva una noche perfecta después de una dura semana de trabajo. «Sobre las cinco, no sé muy bien la hora, ya no quedaba alcohol y un amigo y yo bajamos a la primera planta para pedir un ron con hielo. Nos pusimos al final de la barra. Un poco más al fondo había un conducto de aire». El tiempo se paró en ese momento: «Primero empezó a salir un denso humo negro que olía como a caucho quemado; segundos después vimos una primera llama y luego se desató el pánico. Todo empezó a arder».
Este testigo no es capaz de asegurar si la evacuación del local fue organizada o no. La gente gritaba. Apenas había visibilidad. El local estaba lleno y la situación era angustiosa. Sí cree que fue de los últimos en alcanzar la calle. Tampoco puede precisar las horas exactas. Lo que tiene claro es que sus familiares murieron porque el reservado en el que estaban se hallaba junto al cuarto de baño y era el más alejado de las escaleras de acceso a la primera planta, que recuerda anchas.
«Grité ¡fuego! -continúa Walter, en apariencia sereno pero conmovido-. No sé cuánto tiempo pasó, seguro que poco porque todo fue muy rápido, pero el local se empezó a vaciar y la luz se apagó. Mi amigo y yo pudimos salir a la calle y vimos a bastante gente, incluido otro primo mío, Jordan, así que pensé que por suerte todos estaban a salvo, y por eso me despreocupé. Algunos de los clientes se iban a sus casas y otros, más curiosos. se quedaron a ver cómo trabajaban los bomberos... Yo me marché sin saber nada de la tragedia»...
Cuando se enteró de la desaparición de sus familiares el mundo se le vino encima. Regresó a la zona de la discoteca y comenzó a llamarles por teléfono de forma compulsiva, con la esperanza de que estuvieran a salvo: «Al principio se oían los tonos, pero nadie respondía... Luego empezó a saltar el buzón de voz. Nadie sabía dónde estaban».
Los responsables del dispositivo de socorro congregaron a las familias en el Palacio de los Deportes, muy próximo al lugar donde se produjo la tragedia. Allí un equipo de psicólogos los atendió y fueron recibiendo las noticias, eso sí con cuentagotas porque tampoco nadie podía darles certezas: «La Policía nos informaba a medida que sacaban los cadáveres, pero no nos decían quiénes eran las víctimas. Tampoco sabíamos los nombres de quiénes habían sido trasladados a hospitales intoxicados por humo... Los agentes nos pidieron que les diéramos cepillos de dientes de los desaparecidos, ropa suya, cualquier cosa de la que pudieran extraer muestras». Porque los cadáveres están en muy malas condiciones e identificarlos va a ser complicado.
Huir de la miseria
Walter, Erik y su pareja, la madre de éste, Marta, y otro de sus hijos, Sergio vivían juntos en un piso junto a una sexta persona. De origen nicaragüense, y en situación regular en España, llegaron a nuestro país por etapas «para huir de la miseria. Yo llegué de los primeros a Murcia y animaba al resto que lo hiciera también. Vinieron poco a poco, cuando estaban aquí les echábamos una mano... Estábamos muy contentos», explica Walter.
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Erik, que deja una niña de 7 años fruto de una relación anterior, se dedicaba al reparto de bebidas. Su madre, que había trabajado antes en almacenes, ahora cuidaba a personas mayores. Y así uno tras otro, todos trabajadores humildes, muy unidos... Una hermana de Erik llegó ayer a Murcia desde Zaragoza; la otra viajaba anoche desde Francia.
Sin luz
Las horas caían como mazazos entre los inesperados inquilinos del Palacio de los Deportes. Las familias querían noticias, justo lo que nadie les podía dar. El testimonios de Walter era demoledor. Pero otros no lo eran menos. Una de las jóvenes desaparecidas tuvo tiempo de enviar un mensaje de voz a su madre: «Mami la amo. Vamos a morir», fueron sus palabras. Desde entonces, solo el silencio.
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La Fonda fue epicentro de la tragedia, pero tres discotecas quedaron afectadas por las llamas. Testimonios recogidos por ABC entre los clientes de Teatre, que linda con La Fonda -antes eran el mismo local-, aseguraron que en ese local alguien apagó la luz para qe los clientes salieran del local. Había alguno que no tenía intención de abandonarlo, lo que provocó momentos de tensión.
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