El trágico choque de trenes en Villaverde que se cobró 17 vidas de soldados a 24 horas de licenciarse
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El vecindario, despertado por el estruendo del choque, se presentó en el lugar y cooperó con los trabajos de salvamento
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Madrid
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Iniciar sesiónUna noche de agosto de 1957, la tragedia alcanzó de lleno a Madrid. Fue junto al Puente Alcocer, en Villaverde, sobre las vías del tren que penetraban en la ciudad: un choque entre un convoy militar y una locomotora que realizaba maniobras, y que ... fue tan violento que se saldó con 17 muertos, 9 heridos graves y 59 leves. El Ejército y los bomberos, pero también el vecindario de Villaverde, se echaron a la calle de madrugada para rescatar a los supervivientes.
Eran las cinco y media de la madrugada de aquel domingo, cuando en el kilómetro 5,900 de la línea férrea Madrid-Leganés, 20 metros antes de llegar al puente de Orcasitas, un tren militar procedente de Tárrega se estrellaba contra una locomotora que realizaba unas maniobras. Parte del tren militar quedó sobre la vía, y otra parte se empotró contra la locomotora, y sobre el conjunto se precipitaron cinco vagones. En ellos se transportaban jeeps, camiones y material diverso.
El impacto fue muy violento: 17 personas murieron, nueve resultaron heridas de gravedad y 59 leves. Todos eran soldados de tropa. El convoy lo componían 32 unidades que transportaban tropas y material de las Agrupaciones de Transmisiones números 1 y 3 del Regimiento de Zapadores número 1, que habían tomado parte en las maniobras militares desarrolladas en Cataluña. En su interior, y dado lo avanzado de la noche, la mayoría de los soldados estaban dormidos cuando se produjo el siniestro. Y casi todos los fallecidos eran los que montaban guardia dentro de los jeeps y los camiones transportados sobre plataformas, que eran en su mayor parte pertenecientes a la Agrupación de Transmisiones número 1, madrileños y a punto de licenciarse: lo hacían al día siguiente de su llegada.
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«Pasada la confusión inicial, comenzaron a prestar auxilio a los heridos los oficiales que viajaban en el convoy y los soldados ilesos», recogían las crónicas de la época, en las que también se deja constancia de que «a los pocos minutos, el vecindario de Villaverde, sacado del sueño por el estruendo que produjo el choque, se presentó en el lugar del suceso y cooperó eficazmente en los trabajos de salvamento».
El Hospital Central Gómez Ulla y el Hospital Militar de Maudes -el de Jornaleros, al que tras la guerra civil se le dio este uso- fueron los centros sanitarios a los que desplazaron a los numerosos heridos. A los veinte minutos de producirse el suceso, ya estaban ingresando en el Gómez Ulla los primeros afectados. De hecho, hubo ambulancias realizando traslados de heridos desde las seis menos cuarto de la madrugada hasta el mediodía.
Y no fue fácil sacarlos de entre el amasijo de hierros en que se convirtieron los vagones y las máquinas: de hecho, los bomberos tuvieron que extremar las precauciones por el temor de que todo el entramado se derrumbara sobre ellos al extraer a las personas heridas. Los primeros cadáveres fueron localizados cuando comenzaba a amanecer, y a lo largo del día fue sucediéndose un goteo de nuevos cuerpos, hasta que pasadas las cuatro y media de la tarde, al levantar un camión volcado, fueron encontrados otros seis fallecidos.
Al punto del choque acudieron numerosas autoridades militares: el capitán general de Madrid, teniente general Rodrigo; el jefe del Estado Mayor del Ejército teniente general Alcubilla; y diversos jefes de la Guardia Civil y la Policía. El ministro del Ejército, teniente general Barroso, que se encontraba fuera de Madrid en el momento de los hechos, regresó de inmediato en cuanto fue informado de la tragedia.
Pocos días después se celebraba el solemne entierro de las víctimas, en el que tomaron parte los ministros del Ejército, del Aire y de Trabajo, y representantes de los de Obras Públicas y de Gobernación. Hubo una comitiva fúnebre que partió del Hospital Militar de Maudes, y otra que salió del Gómez Ulla, ambas con los féretros envueltos en la bandera nacional y sacados de la capilla ardiente a hombros de oficiales y suboficiales. «Algunos de los soldados muertos fueron trasladados en coches-estufa a sus respectivas ciudades de origen», precisaba ABC.
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No fue este el único suceso luctuoso en las vías del tren de Villaverde. Varias décadas antes, en 1921, se produjo otro choque de trenes en el que la desgracia no fue mayor gracias a la pericia, la valentía y el sacrificio del maquinista de uno de los convoyes, el del expreso de Andalucía, que ante la inminencia del impacto, «se aferró al freno de vapor para que, aun saltando de la vía el ténder -el depósito que llevaba el combustible y agua- y la locomotora, parase el resto del convoy». Se llamaba Manuel Montero.
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