Lágrimas por Paco y el tsunami que devastó a los 3.000 de Villamanta
La zona baja y las urbanizaciones de este pequeño municipio madrileño son de las más afectadas por la DANA
El temporal también ha arrasado todas las instalaciones deportivas y las carreteras: «Me da miedo volver a casa»
Madrid
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Iniciar sesiónLa ola de agua turbia arrastró sus sillas de jardín fuera de la casa, y allí donde las dejó, en una acera cubierta de barro y maleza, las dos mujeres se sentaron al mediodía. Rosa fumaba un cigarrillo y murmuraba: «Esto no tendría que haber ... pasado». Gema sostenía a su perrita, Luna, inmóvil después de una noche de rayos y agua, mucha agua. Las dos, de mediana edad, lucían el pelo recogido y la cara descompuesta: la tormenta provocada por la DANA inundó su jardín, destrozó su coche y deshizo su hogar. «Tengo amigos y familiares que se han ofrecido a venir con escobas a limpiar. ¿Con escobas? Esto no se puede limpiar», lamentaba Gema. Sentadas en sendas sillitas de plástico, las dos mujeres son la imagen de un pueblo, Villamanta, devastado por un temporal sin precedentes.
El suroeste de la Comunidad de Madrid ha recibido la peor parte de las lluvias y, en Villamanta, donde viven cerca de 3.000 personas, un hombre de 83 años continúa desaparecido. Decenas de chalés de tres urbanizaciones (Jirfa, Los Olivos y Zubasa) han sucumbido a la tromba de agua. También las calles bajas del pueblo, la piscina municipal, las pistas de pádel, el histórico puente que conectaba con la antigua estación del ferrocarril... En una de las zonas residenciales más afectadas, junto a la carretera de Méntrida, los vecinos solo podían repetir una frase: «Qué barbaridad».
Los arroyos que rodean Villamanta se desbordaron sin piedad el domingo y, a la mañana siguiente, el agua se retiró para descubrir un paisaje de carreteras cortadas, muros derrumbados, vallas rotas y coches enterrados. Unos 70 vecinos evacuaron sus casas en plena noche, como Gema y Rosa, que lograron escapar por los pelos sobre las 23 horas. «Ocurrió de pronto, nos asomábamos para ver cómo iba el agua y, de repente, cubría la mitad de los coches. Y dijimos, nos vamos, lo que tardemos en ponernos las zapatillas», relata Gema. En un instante el agua anegó la planta baja y tuvieron que pedir auxilio a otro vecino. Ellas (y la perrita Luna) se salvaron; su casa desde hace cuatro años y su coche, un Mercedes novísimo, se han perdido.
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Carlota BarcalaDecenas de vecinos en el municipio del suroeste de la comunidad fueron desalojados, aunque han podido regresar a sus viviendas, situadas en calles reconvertidas en lodazales
Grupos de personas trabajaban este lunes, bajo los pálidos rayos del sol, en un escenario dantesco de lodo y enseres desperdigados. Un vecino despejaba lo que quedaba de su porche y su patio, una escombrera con un muro derruido de más de 2 metros de altura. El hombre no abandonó su casa en toda la noche: «Tengo tres gatos y no podía cogerlos para irme. Dos están bien, pero el tercero no aparece», cuenta. Cabizbajo, se encoge de hombros antes de regresar a su enorme tarea: «Por lo menos, estamos vivos». Calle abajo, el asfalto escondido debajo del barro termina en más tapias caídas, más fachadas atacadas por el tsunami, más coches apilados y destartalados. Muchos vecinos discutían indignados: «¡El cauce del río estaba sucio! Si se hubiera limpiado... ¡esto no habría pasado!».
Rastreo del cauce
La carretera que conduce a Villamanta, la M-507, es una ruta que atraviesa el desastre. A primera hora de la mañana de este lunes, los servicios de emergencias cortaron varios puntos de la autovía e incomunicaron Aldea del Fresno, otro de los municipios asolados por la DANA. El asfalto cedió bajo la fuerza del agua y dos puentes de la M-507 colapsaron. Antes de llegar a Villamanta, los flancos de la carretera son campos empapados, horadados por riachuelos de barro y salpicados por algún que otro vehículo atrapado en la tormenta.
En mitad de esta vía se detuvieron dos camiones de bomberos. El equipo peinaba los alrededores de Villamanta, en concreto, el cauce del arroyo Grande, desde hacía horas. «Llevamos desde ayer por la tarde [por el domingo] sin descanso. Revisamos que no haya nadie en los vehículos», explica el responsable. A sus pies, en un enorme surco abierto por el arroyo desbocado, cuatro efectivos tratan de desenterrar dos turismos. «El coche está lleno de arena, ¿cortó por aquí con la radial y vamos sacando arena a ver qué encontramos?», pregunta un bombero al jefe, que asiente. No tardan en dar con la matrícula y transmiten los dígitos al puesto de mando de Villamanta, que continúa operativo e inmerso en la búsqueda del desaparecido. La corriente arrastró al octogenario cuando un vecino guardia civil intentaba socorrerlos a él y a su esposa fuera de su residencia, según ha podido saber ABC. La mujer se salvó y, este lunes, en la plaza de Villamanta, varios vecinos lamentaban la pérdida de Paco. Sin embargo, la Guardia Civil, que lidera la investigación, todavía no ha confirmado el hallazgo del varón.
El puesto de mando de Villamanta, el centro de operaciones de los servicios de emergencias -hay otro en Aldea del Fresno para buscar a un segundo desaparecido-, se ha instalado en la plaza del pueblo. Al mediodía, el alcalde, Mariano Núñez, paseaba de aquí para allá móvil en mano. Las puertas del centro cívico estaban abiertas de par en par y en su interior se habían dispuesto filas de sillas, sacos de dormir y mesas con botellas de agua, refrescos y bocatas. Allí pasaron la noche 70 vecinos que se vieron obligados a huir de sus casas. «Fue cuestión de 10 o 15 minutos y todo quedó inundado: garajes, viviendas...», afirma la concejal de Educación, Patricia Solano, mientras enseña las fotografías, las pruebas de que el campo de fútbol o el polideportivo, por ejemplo, ya no existen.
Elísabet Méndez, de 64 años, tiene miedo de volver a casa. En unos minutos, su calle, la calle del Río Tajo, se desbordó. Méndez vio una pared entera desprenderse, la caseta de sus vecinos flotando, su sótano engullido por el agua sucia y el caudal bloqueando la puerta de la entrada. Recuerda que pudieron salir porque paró de llover un momento: ella, su padre, su hermana y una amiga desatascaron la puerta sirviéndose de un cuchillo, saltaron hasta la verja exterior y, gracias a la ayuda de un vecino, salieron indemnes. Después de dormir en el edificio municipal, donde ha conseguido calzado seco, Méndez solo puede esperar: «La casa es un destrozo, yo no sé cómo se va a poder vivir ahí... Mi padre es anciano y terco y ha querido ir a por sus pastillas. Pero a mí me da miedo».
Nadie en Villamanta recuerda una tormenta igual. Ni siquiera la nevada de Filomena dejó esta huella de destrozos y hogares inundados. Según el último balance de emergencias, entre las 14 horas del domingo y las 17 horas de este lunes la Comunidad de Madrid ha gestionado 2.157 incidentes relacionados con el temporal, mientras que los bomberos han realizado 1.390 intervenciones. Los bomberos y la Guardia Civil continúan inmersos en la búsqueda de dos personas desaparecidas.
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