Lapisabien
El rodríguez vuelve... Para mal
Trotaba con furia, con el sol matador dándole en la gorra, y el pulsómetro del reloj pitando unas cifras que no entraban en la nomenclatura del hombre enamorado que hace una locura
Madrid
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Iniciar sesiónEl rodríguez, ya lo dijimos, salió a trotar por ese descalzaperros de Madrid Río, donde, en palabras de Chiquito de la Calzada, hasta las ranas llevan cantimplora y las patinadoras, tan bellas, van como pidiendo una RCP de un príncipe azul que no hay ... ni habrá en la Arganzuela. Se le vio trotando mal, girando las llaves como un revólver. Atento al móvil y envejecido. Envejecido como si en un año que yo no le veía le hubieran caído las mismas plagas de la ciudad: fuego, Sáhara, langostas, sanchismo, Irene Montero y así. Yo a los hombres al borde del divorcio los huelo, y el rodríguez ha de esmerarse mucho para sacar a su Begoña del círculo de Dante y de la costa y de la suegra, antaño aliada. Una segunda luna de miel o, en verdad, demostrarle a la Bego que él la enamoró en otro tiempo y en otro país (España, sin tonterías, principios de los dosmiles).
El rodríguez, pues, trotaba con furia, con el sol matador dándole en la gorra, y el pulsómetro del reloj pitando unas cifras que no entraban en la nomenclatura del hombre enamorado que hace una locura, digamos que correr con chicharras, para demostrarse algo.
Y había que imaginarlo en el sofá sintético, una siesta babosa de esas que sólo da el verano español. Un sábado, bloque, ladrillo visto, y un ventilador de USB por no encender el aire, que lo tienen. Después el despertar, con el gazpacho mezclado con la bilis, una vaga sensación de culpabilidad y un fin de semana ardoroso que llegaba a su ecuador. Calzarse las zapatillas, salir, trotar por la ciudad requemada, con carteles de volvemos en septiembre y avisos similares. La cabeza enrojecida cada paso más, cada trote más. Le rondó la muerte y quizá lo supo.
Dicen que pasó por las fuentes/duchas de Madrid Río, que sabemos que es la M-30 de la desolación (Sabina) a la espera de que crezcan los tilos que verán mis nietos, quizá. Y con los ojos de fuego y lágrimas meterse en lo único abierto, un bar que no citaremos que no despachaba, lógico, bebidas isotónicas pero sí cervezas.
El rodríguez, sudado de testosterona y rabia, bebió. Se sorbió las lágrimas, abrió el periódico gratuito, y se le pegó el legionario del que ya hablamos en estas páginas. El último superviviente de la 13 bandera de la Legión, la de Edchera; un 'perla' tan vivido como noble que vio al Lute escapar del penal de El Puerto y ha pasado la vida de 'maco' en 'maco' por abogados trincones y jueces politiqueros. Al Rodríguez le fascinan las historias de fracaso. Y el último superviviente vio un amigo, un alma atenta. Desde fuera yo intérprete eso, y quise dejarles intimidad. Si el rodríguez sabe que lo espío por aburrimiento, pueden complicarse mucho mis pulsos.
El rodríguez, trotón por nostalgia y desamor. Y un legionario octogenario.
Continuará...
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