LAPISABIEN
Días santos... y prontos
Habrá quizá ventanas de sol, y algo podremos ver y rezar
Instantánea antigua de la procesión del Divino Cautivo
Ya se va notando. En otros años, ya era Semana Santa. Ahora que le hemos dado una entidad diferente, ahora que hemos subido un nivel en el escalafón del 'semanasanteo', hay algo que se nota en el aire. Van ensayando las hermandades por el Viejo Madrid ... , con su peso, sus costaleros, su radio con las marchas que, siendo las mismas, nunca son las de siempre.
Entonces es cuando Madrid se prepara para ser Málaga, Sevilla, Zamora y todo lo que te rondaré, morena.
La Semana Santa en Madrid es asomarse con Carmelo por su barrio de las Huertas a un Cristo que baja entre ignaros, cristianos o no, que se encuentran a Dios en el paseo por los museos jamoneros y el Madrid más castizo. Es también Medinaceli portado a la malagueña, el silencio del Gran Poder, la apología de la primavera macarena en el mismo sitio, la Basílica de San Isidro (ya se ha comentado que tiene la planta del Gesù de Roma).
Es varia la Semana Santa madrileña. Parece que el tiempo no respetará, porque a veces los cielos son juguetones, demasiado juguetones, y aquel año que tuvimos que entrar con mascarilla y 'jindama' a los templos, salió un Jueves que relucía más que un sol, y la fe se quedó en las iglesias y el jolgorio en los franceses, que pasaron de Chamartín y la liaron cuando los dejaron salir.
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Madrid es también una torrija con cerveza en San Bernardo, un árbol que quiere oler a azahar en Malasaña, y quizá huela aunque yo, ay, ya he perdido la sorpresa del olor y hasta de la sinestesia.
Habrá quizá ventanas de sol, y algo podremos ver y rezar. Es el consuelo que nos va quedando a los que en los días santos hemos recorrido solos la ciudad. Después llegará la campaña, y todo será un descalza perros.