Javier Krahe: revisitando al Brassens madrileño
SIETE AÑOS SIN EL TROVADOR
A los siete años de su deceso, ABC reúne a los más cercanos de quien fue uno de los trovadores, poetas y animadores de un Madrid que ya no existe. O casi...
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Iniciar sesiónJavier Krahe (1944-2015) tuvo un Madrid y Madrid tuvo a Javier Krahe. Se encontraron en el momento en que tenían que encontrarse, cuando la ciudad más gris estaba y más necesitada de catacumbas mágicas. En estos días (12 de julio) se cumple ... el séptimo aniversario de la muerte del cantautor en ese, su paraíso soñado que fue Zahara de los Atunes, Cádiz.
La ciudad le debe un homenaje, está claro, a un George Brassens que se tomaba demasiado en serio a George Brassens. Krahe dejó una escuela de vida, también de poesía y de música, que le sigue recordando con la nostalgia constructiva de un músico que se salió de los cánones, de las hormas. Por eso, ABC reúne en la Malasaña del cantante, en la puerta del Estar Café, donde Krahe acostumbraba a largas partidas de ajedrez con el escritor Julio Llamazares, a su biógrafo Federico de Haro; al hacedor de otra forma de hacer Movida y gestor de La Mandrágora, Enrique Cavestany; y a su guitarrista canónico, el músico -y biólogo- Javier López de Guereña.
No se trata de un aquelarre, sino de una excusa para hablar de un Madrid y de un trovador que es génesis de muchos que ahora llenan estadios y que no han renegado -Joaquín Sabina- de su magisterio.
No era imposible
En la tarde ardorosa de julio abre la conversación su exégeta, De Haro, que se propuso ahondar en su vida y obra porque leyó en una «entrevista que eso era imposible» y que él, periodista con dos años en Medicina, filósofo y escritor, «no estaba para imposibles».
A los invitados se les pide brevedad mientras apuran sus bebidas y llegar a una noción más o menos clara del cantautor para el profano. Cavestany mira al techo del local, suspira, y deja entrever la imposibilidad de resumir a Krahe mientras, manriqueño, reflexiona sobre «el mal del paso del tiempo» en la figura del trovador. Guereña, que sí dio nomenclatura de música a la idea 'kraheiana', lo rememora con una «visión del universo tranquila y ajena». La legendaria «impasibilidad» del cantautor que para De Haro tiene concomitancias con su «singularidad humana y artística». Que alguien sin parangón.
El autor anatemizado por aquel 'Cuervo ingenuo' que tanto tocó los timbales al felipismo, el poeta que amaba el «cinematógrafo» que proyectase a Buñuel o a 'El hombre que mató a Liberty Valance', estaba claro que era «un ser especial, poco dado a la pompa a excepción de que hubiera mujeres y copas». Todos ríen la aclaración de Cavestany sobre copas y mujeres, y con un tono más solemne, su fiel Guereña aporta otra cualidad de Krahe: que «sabía escuchar» y gozaba de la rara cualidad de «no abrumar para nada».
La Mandrágora
Ya entonces todo son recuerdos de ese milagro de La Mandrágora en la Cava Baja, que apenas duró cinco años y donde se se «servía gazpacho en verano y lentejas en invierno» y se juntaba la intelectualidad divertida del momento. La misma Mandrágora que llegó a oídos de García Tola, y de ahí la historia mil veces contada por Sabina.
Aunque hay que volver a Krahe, al hombre, a aquel que, según Cavestany, tenía la habilidad de «ser feliz no haciendo absolutamente nada», lo que para De Haro era la capacidad de «no confundir lo urgente con lo importante». De ahí su trascendencia en vida y en muerte para los cenáculos de la Cultura: se «sabía que era alguien importante». Tal vez por eso, Krahe «sobrevivió a los diferentes ministerios de Cultura», aunque su sarcasmo lo llevó en el año 92, el de los desbarres de la Expo y los Juegos, a ser «el único artista sin un bolo en España». El susodicho año que muchos dicen que fue prodigioso. Un símbolo claro de la independencia del cantautor.
Guereña recuerda, ya en su vertiente más política, que en un concierto homenaje a Fernando Buesa y a su escolta asesinados por ETA en Vitoria, a pesar de la gravedad del momento, los padres del segundo abrazaron a Krahe y le dieron las gracias por el humor: por poner una flor sobre el espanto.
La mejor definición de Krahe parece ser el título de la biografía pervirtiendo a conciencia la definición del marqués de Bradomín que se le ocurrió a De Haro: 'Ni feo, ni católico, ni sentimental'. Krahe, tan ajeno a la pedantería y a la afectación, ascensores sociales de este tiempo.
Siete años de su muerte.
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