Antonio Zapatero: el hombre de Feijóo para resetear el sistema sanitario
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El gurú madrileño de la lucha contra la pandemia deja el Gobierno regional para diseñar una nueva sanidad pública
Madrid
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Iniciar sesiónAntonio Zapatero (Madrid, 1958) siempre ha sabido lo que quería. Lo sabía cuando, de joven, comenzó a jugar al tenis, con buena mano y buenas piernas según dicen. Y también cuando entró en Medicina y Cirugía de la Complutense, de donde salió en 1982 con ... el premio extraordinario de Licenciatura y en el 86 con el doctorado 'cum laude'. Se puede decir que aplica a su vida el lema latino, «plus ultra».
Seguramente esa es la causa por la que, en su despacho se rodea de globos terráqueos: por esa búsqueda continua de lo que hay más allá. Una inquietud vital que le tiene siempre en movimiento. Como en los últimos tres años, en los que ha pasado de dirigir el hospital madrileño de Fuenlabrada y luego el provisional de Ifema, a ser el gurú contra el Covid en Madrid, y marcharse ahora al equipo de Núñez Feijóo con intención de diseñar el futuro del sistema público de salud.
El primer ingreso por Covid que vio Antonio Zapatero en el Hospital de Fuenlabrada, del que era director médico, fue en marzo, «un chaval de veintitantos años con neumonía bilateral», recuerda. Por entonces, este médico internista ya era bien conocido en la profesión: había pasado por el Hospital General de Móstoles y la Fundación Hospital de Alcorcón, era profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Rey Juan Carlos y presidía la Federación de Asociaciones Científico-Médicas Españolas.
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Sara MedialdeaEl que fue cara visible de la lucha contra la pandemia en Madrid sale del Gobierno regional
Los casos crecientes de neumonía en China les parecían aún algo muy lejano,hasta que la enfermedad empezó a cobrarse casos en Italia y aquí le vieron las orejas al lobo. El primer fin de semana de marzo, recordaba en entrevista a ABC, «tuvimos tres o cuatro ingresos, y pensamos que iba a ser perfectamente soportable». El segundo, «teníamos ya dos controles llenos, 70 pacientes, y no paraban de llegar».
El infierno
Cuando le llamó el consejero de Sanidad madrileño, Enrique Ruiz Escudero, para que pusiera en marcha el hospital provisional en Ifema, el 19 de marzo, «teníamos 300 pacientes ingresados y 250 pendientes de ingreso en Urgencias; era el infierno de Dante». Lo demás es historia ya conocida: Zapatero –con fama de echado para adelante– se hizo con los mandos de aquella nave que fueron los pabellones de Ifema, un hospital montado en poco más de 24 horas.
Ifema sacó a Zapatero del anonimato para el gran público: el hospital, por el que pasaron cerca de 4.000 pacientes, estuvo en el objetivo de todos los medios de comunicación, y se convirtió en un símbolo de la resistencia frente a la pandemia.
Dos meses después, la salida brusca de la directora general de Salud Pública de Madrid, Yolanda Fuentes –por desacuerdos con la estrategia seguida– precipitó el nombramiento de Zapatero como viceconsejero de Salud Pública y Plan Covid, y le convirtió en la cara visible de la pandemia en Madrid, el que explicaba cada semana la evolución de la enfermedad y las medidas que se iban tomando. El Fernando Simón regional, aunque con un estilo tan diferente como distintas eran las estrategias seguidas por los gobiernos madrileño y de España.
Ifema sacó a Zapatero del anonimato para el gran público: el hospital se convirtió en un símbolo de la resistencia frente al Covid
Venciendo a duras penas su tendencia a hablar a toda velocidad –para tormento de los periodistas–, en cada comparecencia Zapatero iba desgranando datos y haciendo pedagogía: sobre el significado de las curvas de crecimiento o caída de los contagios, la traducción de los porcentajes de presencia del virus en las aguas residuales, o la evolución de la cifra del número de contagios provocados por cada infectado.
El lio del confinamiento
Tanta exposición mediática le jugó también alguna mala pasada, como cuando en septiembre de 2020 habló de nuevos confinamientos a una población que –con la ingenuidad de quien ignoraban lo que se venía encima– creía que la pandemia ya había pasado. Un anuncio que desde el Gobierno regional primero se intentó parar y luego suavizar, para terminar dejando de camuflar lo que era simplemente inevitable.
Lector voraz de cuanta literatura médica caía en sus manos, las redes sociales fueron su aliado en la labor de divulgación de los avances en torno al virus, las vacunas y las medidas a aplicar. La ciencia ha sido su inspiración y el ancla a la que se ha agarrado. Y parece que no le defraudó: «Si a mí me cuentan en marzo de 2020 que un año después tendríamos vacunadas en Madrid a más de 500.000 personas, no me lo hubiera creído».
De su departamento –donde supo rodearse de muy eficientes colaboradores–, salieron algunas de las soluciones con las que Madrid marcó diferencias frente al Covid-19: el uso masivo de antígenos para detectar contagiados o los cierres perimetrales por zonas básicas de salud son sólo dos de ellas.
A medida que remitía la pandemia, Zapatero fue girando sus intereses hacia otros problemas que asediaban a la sanidad pública madrileña. Y que, con pocas diferencias, se repiten en el resto de regiones: la escasez cada vez mayor de médicos y enfermeras, o las largas listas de espera agravadas por el efecto tapón de la pandemia. Eso, unido a nuevas amenazas globales como la gripe del mono.
Nueva responsabilidad
Él tiene claro el diagnóstico, y apunta un tratamiento de choque: «Resetear el sistema». Desde su nueva responsabilidad, como vicesecretario de Asistencia Sanitaria y Salud Pública del PP nacional –cargo por el que ha dejado el Gobierno madrileño–, tiene el encargo de planear cómo hacerlo. Él se limita a señalar las debilidades de un sistema que conoce a fondo: salud mental, listas de espera, cuidados paliativos. Y sobre todo, cuidar a la infantería: como manifestaba en unas recientes declaraciones, «si hemos salido de esto es por el recurso humano sanitario; o lo cuidamos, o no estaremos bien provistos para la próxima batalla».
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