Cartas al alcalde

Vecinos de discoteca

El Ayuntamiento sigue en una alegre indolencia que no frena un negocio caníbal que acabará con la salud de barrios enteros

Va de la zambomba a Doña Manolita, la Navidad, va del villancico a Cristina Pedroche, va del turrón al matasuegras, va de las campanadas al piso turístico, y aquí queríamos llegar, alcalde. Al piso turístico, sí. Se aprecia ya mucho trajín de maletas en la ... órbita de la Puerta del Sol, mucha barahúnda de turistas que abren y cierran portales, con el hatillo de la maletita con ruedas, entre el equipaje de juerga y la mascota que no es mascota.

El centro de Madrid empieza a ser ecosistema de los turistas, que no quiere decir que el centro sea el apartamento turístico, pero un poco sí. Un mucho. A pie de esta columna, que tiene sombra de buzón de ruegos y preguntas del paseante, ha quedado a menudo la reclamación de una normativa clara, severa y fija, a propósito del apartamento turístico, que hoy es un alegrón, alcalde, un puro alegrón.

En Madrid hay, sopesando sin finura, casi veinte mil apartamentos turísticos, y una ley inválida, de hace más de tres años, que nadie sigue. Los apartamentos turísticos, en Madrid, crecen prósperos, y en general son ilegales. Esto es Hollywood. Ni se respeta el número de ocupantes prefijado, eso si se prefija algo, y tampoco la preceptiva de acceso, o las condiciones del espacio. Hubo un momento en que se llevó a norma el acceso a la vivienda por un portal distinto al portal de otros propietarios, e incluso en otro momento se apuntó que sólo podrían habilitarse apartamentos turísticos en las plantas bajas, o las primeras plantas. Pero nada ha quedado bien asentado, alcalde, y en Madrid, según datos de insistencia, sólo un tercio de los apartamentos turísticos pasarían la prueba de legalidad, y acaso ni eso.

Usted sabe, alcalde, que la ciudad la hacen los vecinos, y nunca los turistas, que son gente exótica, y animosa, y necesaria, pero no hacen barrio. Y aquí en Madrid el Ayuntamiento sigue en una alegre indolencia, con lo que nunca se frena un negocio caníbal que no sólo ha acabado con la paciencia de los vecinos sino que va a acabar también con la salud de barrios enteros, desde Latina a Malasaña.

No hay apartamentos, en mucho edificio, sino discotecas, alcalde. No hay vecinos sino juerguistas de dos noches, que no practican la convivencia sino el botellón de interior. Urge una regulación cabal, alcalde, que es decir una regulación. Asómese a la Navidad. Ahí tiene la prueba clamorosa, entre remates de reformas y villancicos de lluvia.

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