«Okuparon mi piso mientras me duchaba»
Dos edificios del Ivima de Navalcarnero sufren un estado lamentable por «okupaciones» masivas y daños. El desalojo está ya muy cerca
«Nadie puede imaginarse lo que es estar dentro de tu casa y ver cómo intentan entrar desde fuera... Salir a trabajar, a comprar o al médico ha sido, hasta hace bien poco, como tentar a la suerte. Vivíamos con el miedo de no saber ... si al regresar íbamos a poder entrar en nuestro hogar porque unos extraños se habían adueñado de él». Así resume la historia Manuel —nombre ficticio— quien pensó que había tenido mucha suerte cuando «le tocó» una vivienda de VPO del Ivima hace tres años y medio en Navalcarnero.
«A mí me pill en la ducha y salí al oír los ruidos, pero una chica estaba viendo la tele en el salón cuando vio que de repente empezaba a entrar gente. Otra señora que estuvo ingresada en el hospital al recibir el alta se quedó en la calle». Pero eso no es todo... Tuberías rotas, cristales reventados, basura por las escaleras, ascensores destrozados, contadores arrancados de cuajo, escaleras convertidas en un vertedero, fogatas en el portal, pintadas por todas partes...
Hasta el cable del teléfono
Ese es el paisaje que se ven obligados a contemplar a diario cientos de vecinos de dos edificios de viviendas del Ivima —los números 1 y 2 de la avenida de la Dehesa— , que suman en total 192 pisos en régimen de alquiler, nada más traspasar la puerta de su casa. Así llevan ya desde diciembre de 2007, cuando les fueron adjudicadas sus moradas, con alquileres de 290 euros de media los inquilinos del cupo general y 390 los pertenecientes al Plan Joven.
La pesadilla comenzó de inmediato, relatan los residentes legales. «Mientras dábamos de alta las instalaciones básicas —luz, agua...— se colaron los primeros. Todo estaba, ¡imáginate, precioso, impecable, a estrenar!», relatan. «Les debió parecer fácil colarse y avisaron a otros como ellos. La situación llegó a ser tan alarmante en algunos momentos, que los “ilegales” daban el queo a sus colegas cada vez que algún vecino salía».
«Ha sido una ocupación masiva, de hasta 40 fincas a la vez en el momento más álgido», explica a ABC José Antonio Martínez Páramo, gerente del Ivima. Para este organismo, que gestiona 40.000 viviendas, lo ocurrido es un hecho histórico, ya que las usurpaciones de viviendas al año no suelen llegan al 2%. Éstos no son “okupas” al uso, que cuidad la propiedad e intentan pasar desapercibidos con el fin de que no les denuncien», precisó.
«Algunos están fichados»
En esta línea, un vecino enojado, subraya que «son unos delincuentes, algunos están hasta fichados. No tienen vergüenza. Actúan como Atila, aniquilando todo lo que encuentran a su paso». Han robado de todo: calderas, ventanas, puertas, grifería, ¡hasta los perfiles del pladur se han llevado!, explican. Basta ver el estado de las zonas comunes para hacerse una idea. Las puertas de los cuartos de contadores en lo que pudo ser un jardín, están abolladas y abiertas de par en par. «Todos tienen luz y agua aunque no tengan contador. Puentean los del vecino y ¡barra libre¡», explica otro. «En marzo robaron el cableado del teléfono por lo que hemos estado dos meses incomunicados....», agrega Manuel.
Es imposible convivir en esas condiciones. Las agresiones y amenazas de los «okupas» a los legales por denunciar la situación han estado a la orden del día y la tensión, soterrada o abierta, ha sido la tónica. Algunos inquilinos legales no han podido soportar la pesadilla y se marcharon, renunciando al piso. «Yo pagaba casi 600 euros y me fui para dejar de pensar que iban a ocupar mi casa en cuanto me diera la vuelta. Me fui para que gente como esa me dejara vivir en paz, sin peleas, sin drogas de por medio, sin que desguazaran mi coche; para no tener miedo y para respirar sin sentirme amenazado por nadie al bajar la escalera con mi hijo», explica uno de los afectados en un foro del Ivima. Todo este polvorín llevó a la adopción, en enero, de medidas excepcionales, en el marco de una comisión de seguimiento en la que figuran vecinos, Delegación del Gobierno, Comunidad y Ayuntamiento, mientras se tramitan los desalojos de los «vecinos molestos». Entre ellas, patrullas continuas de la Guardia Civil y de la Policía Municipal, la exención del alquiler ante el deficiente estado de las instalaciones, y la contratación de vigilancia privada las 24 horas.
«Han temido por su vida»
Además, se cerraron dos de las tres entradas con las que cuenta cada finca —con siete bloques cada una—, con el fin de controlar las entradas y salidas, y la clausura del garaje, un territorio más para el vandalismo que practican o para que «desmontaran allí los coches que robaban o descargaran el material que sustraían fuera. Aquí han venido hasta los GEO. Muchos tenían todo tipo de armas, hasta catanas».
¿Quiénes son? El 99% de los que se han apoderado de las viviendas son gitanos españoles desplazados desde varios puntos de España. «Hay vecinos que han llegado a temer por su vida y otros que, a día de hoy, atraviesan el patio llorando. Los más han optado por no moverse por miedo. Yo, lo que siento es impotencia y rabia porque esto se ha convertido en un gueto», indica Matías. Ahora se respira cierta tranquilidad, por la vigilancia constante y la presión policial. «Hemos estado muy jodidos y aún así seguimos tragando carros y carretas», añaden. Ante el inminente desalojo por orden judicial de estos «molestos okupas», se muestran cautos. «La van a liar, seguro». Ya se verá.
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