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El violador del ascensor, ante el juez: «Me considero culpable. Me arrepiento de haber nacido»

Pedro Luis Gallego se enfrenta a 96 años de prisión por la violación de dos mujeres y el intento de agresión de otras dos realizados al salir de la cárcel por el fin de la doctrina Parot

EP
Carlota Barcala

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Ataviado con una camisa de cuadros azules y grises y un pantalón vaquero, Pedro Luis Gallego Fernández se ha sentado hoy en el banquillo de la Audiencia Provincial de Madrid, acusado de la violación de dos mujeres y el intento de agresión sexual a otras dos. Los hechos sucedieron entre diciembre de 2016 y abril de 2017. Por primera vez, el conocido como «el violador del ascensor» ha reconocido los hechos a los que se enfrenta . «Me considero culpable», ha asegurado, tajantemente, en su primera intervención en el juicio. El fiscal pide para él 96 años de prisión, con un cumplimiento íntegro de la pena de 25 años y otros 10 años de alejamiento a la ciudad de Madrid, donde se cometieron los macabros hechos.

Refugiado en unas inseparables gafas negras, que no se ha quitado en ningún momento de la sesión, el violador del ascensor se ha atrevido a hablar por primera vez, consciente de que el resto de su vida la pasará entre rejas, como él mismo ha admitido. « Desde los 19 años tengo problemas psicológicos . Mi vida no ha sido normal», ha dicho el acusado. «He creado muchas víctimas pero yo he sido víctima de mí mismo. Tengo una obsesión que no he podido controlar y que no comprendo», ha explicado en un alegato final dirigido al presidente de la sección sexta de la Audiencia, Pedro Javier Rodríguez, antes de que el magistrado dejara la sesión vista para sentencia.

Gallego, de 61 años, ha pedido perdón a todas las mujeres que ha agredido y ha reiterado su arrepentimiento . «Mi vida ha sido un fracaso. No he tenido vida. Por eso pido que se me aplique un tratamiento específico , porque no soy el típico caso de una manada. Mi problema es mucho más profundo. No lo hacía porque quisiera, sino porque no podía evitar los impulsos», ha dicho, manifestando que ha hablado «con el corazón en la mano».

Asimismo, también ha hecho referencia a su comportamiento y actitud en la cárcel: « He intentado suicidarme dos veces . He estado en coma profundo. En prisión siempre me he comportado bien. Me arrepiento incluso hasta de haber nacido ».

Doctrina Parot

El violador del ascensor, considerado como uno de los mayores depredadores sexuales de España, lleva en prisión provisional desde 2017. Había salido de su celda en 2013, cuando se derogó la doctrina Parot , que redujo el tiempo en prisión con carácter retroactivo. Si no se hubiese aplicado, a día de hoy, Gallego seguiría entre rejas. No tendría que haber visto la luz del sol hasta 2022, por las penas anteriores que se le impusieron al haber asesinado a dos mujeres y cometido 18 violaciones, entre la década de los setenta y los noventa. Pero esto no sucedió y, menos de tres años después de poner un pie en la calle , volvió a violar, sin compasión y sin mostrar ningún resquicio de empatía.

El primer intento de agresión se produjo en diciembre de 2016. L., de tan solo 17 años, iba andando por una calle del norte de Madrid, cerca del hospital de La Paz, cuando Gallego la abordó, pistola en mano. La intentó meter en su vehículo, pero consiguió zafarse y huir. En abril sucedió lo mismo. C. fue la víctima. El «modus operandi» de este depredador no cambió ni durante los años que estuvo encarcelado; al contrario, lo perfeccionó. Pero algo le salió mal y C. pudo dar las características del vehículo: un coche blanco de cuatro puertas. L. había creído que se trataba de uno oscuro.

En medio de estos intentos, afotunadamente frustrados, Gallego atacó, como un monstruo incapaz de contenerse. C. y T. fueron metidas a la fuerza en su coche, de madrugada. Una en febrero y otra en abril de 2017. Les ató las manos con bridas y les vendó los ojos. Desde las inmediaciones de La Paz las llevó hasta Segovia , donde tenía en un piso de la calle de Dámaso Alonso, su terrorífico centro de operaciones. Una perdió el curso que estaba estudiando y tuvo que enfrentarse a tratamiento psicológico. Estuvo con él más de 9 horas, sufriendo sus abusos y su crueldad, hasta que la dejó –tras lavarla para ocultar pruebas– cerca del sitio donde la raptó. La otra fue violada durante seis horas . El relato que dio estremece por su dureza. No se han recuperado. Hoy han pedido declarar a puerta cerrada y con biombo, para no tener que ver los ojos tapados del hombre que les destrozó la vida. El padre de una de las víctimas, antes del inicio del juicio y observando con pena cómo brotan las lágrimas de los ojos de su hija, lo explica: «Esto ha sido como un tatuaje, se le ha quedado para toda la vida».

Coche del cuñado

Tras las denuncias de las cuatro víctimas, la Policía comprueba que los relatos coinciden. Se enfrentan a un violador en serie , del que todavía no conocen el sobrenombre. Para ello, se centran en investigar el vehículo blanco, que aparece en las cámaras de grabación de las inmediaciones del lugar donde Pedro atacó a C. y a T. La tarea no fue sencilla. Descubrieron que se trataba de un Toyota Auris . 75.000 vehículos coincidían con el modelo.

La Policía consiguió cruzar las matrículas de los turismos, en una ardua tarea, centrándose en las placas detectadas por radares o cualquier mecanismo similar que estuvieran los cuatro días de los hechos en las zonas señaladas, ha explicado hoy la instructora del caso. Dieron con un nombre, una persona mayor que no coincidía con la descripción aportada. Se buscó en el entorno. El violador del ascensor utilizaba e l coche de su cuñado para trasladar a las víctimas, siempre morenas y con aspecto aniñado, hasta el piso franco de Segovia. Y tres años después, el monstruo de La Paz volvió a caer.

El arrepentimiento que ahora muestra, a sabiendas de que posiblemente no volverá a pisar la calle, no lo mostró en ese momento. Gallego se negó a dar su ADN . Sabía que lo incriminaría. Un juez tuvo que obligarlo. Esa fue la prueba definitiva.

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