La valla de la discordia del parque de la Chimenea
Los botellones y el sinhogarismo forzaron a los vecinos a reclamar un perímetro alrededor de un pasillo verde que un grupo de residentes critica por «enjaular» la zona
Algunos de los afectados por los botellones, junto a la extensión del parque de la Chimenea
Olaya Sánchez tiene la fecha grabada: 29 de agosto de 2021. Eran las tres de la madrugada y, en un duermevela, escuchó ruidos. Había dejado entreabierta la ventana de su primer piso, pensaba que era la lluvia, cuando vio a un hombre cruzando su salón. ... Escapó descalza, se refugió en el cuarto de basuras, llamó a sus padres, que estaban a 700 kilómetros de distancia, en Portugal, y corrió a la garita del conserje. Horas después, la Policía interceptó al individuo, escondido bajo su ventana, junto a dos personas que dormían en la breve extensión del parque de la Chimenea , un pasillo verde, una fuente y columpios entre bloques de edificios. El suceso fue el colofón para muchos vecinos, tras años de ruidos, degradación e insomnio. Dos meses más tarde se levantaron las vallas altas y verdes que se cierran cada noche y que han suscitado defensores y detractores.
A favor: «En los últimos años era exagerado, de estar noches y noches sin dormir»
«Para mí la valla es un elemento disuasorio, es probable que no hubiese evitado que me entraran en casa, pero con ella entrar y salir de ahí no es tan fácil», cuenta Sánchez, de 27 años, que todavía contiene las lágrimas al recordar aquella noche. Este jueves se reunió con varios vecinos en una cafetería para defender el perímetro de metal que ha disipado sus problemas nocturnos y que se ha topado con el rechazo de algunos residentes. Bernardino Moreno, de 66 años, llevó consigo un puñado de papeles. «Mandamos una primera carta en septiembre de 2019 a la concejal presidenta de Arganzuela. Ese verano fue muy duro, no dormíamos», recuerda.
Los botellones , con altavoces incluidos, se repetían cada fin de semana, como las llamadas a la Policía . A veces, inútiles, porque las luces azules alertaban a los noctámbulos, que escondían las botellas entre los arbustos mientras los vecinos observaban la escena desde las alturas. «En los últimos años era exagerado, de estar noches y noches sin dormir, era imposible», asegura Cristóbal Reina, de 69 años, que vive en un cuarto con su mujer. Ella, enfermera, con largos turnos y guardias, acudía al hospital después de horas en vela. A las fiestas improvisadas, añade Reina, se suman las «molestias» matutinas de los operarios de limpieza que, a las 7 de la mañana, empiezan la jornada con sus camiones y máquinas apostados en el cantón justo debajo de sus ventanas.
A la mañana siguiente de la enésima noche «sin pegar ojo», Bernardino Moreno empapeló la urbanización para recabar firmas y acudir al ayuntamiento. Ese verano de 2019 los afectados recogieron un total de 205 apoyos y, a los dos años (y una segunda carta de insistencia al consistorio), consiguieron su valla. La misma solución que el Área de Medio Ambiente y Movilidad replicará en el nuevo parque de la Chimenea, donde ya han comenzado los trabajos —con una inversión de casi 700.000 euros—para revitalizar uno de los puntos de encuentro de sintecho de la capital . «Está totalmente degradado, he visto ratas muertas en la acera. Apenas se transita, hay gente a la que le da miedo», reconoce otro vecino, Enrique Campo, de 45 años, padre de un niño de 5. Nunca visitan el parque, ni la extensión a los pies de su casa, donde las zonas infantiles están salpicadas de excrementos de perros.
Una de las pancartas colgadas por los vecinos afectados
La primera propuesta de los afectados era cerrar el acceso a todo el pasillo en horario nocturno. Un plan inviable porque cortaba el paso a los servicios de emergencias y a los propios portales de los bloques residenciales. Los asesores municipales plantearon incrementar la presencia policial e instalar iluminación más intensa con sensor de movimiento. El vallado fue la última opción, y la solución . «Pero los otros están erre que erre con que hay más soluciones», dice Bernardino Moreno, con toda la documentación remitida al distrito de Arganzuela en la mano, «estoy convencido de que nadie quiere vallas, pero tenemos que descansar».
En contra: «Las vallas no son la solución, solo trasladan el problema unos metros»
El pasado sábado, una decena de personas se concentraron ante la valla de la discordia para reclamar su retirada. El otro bando vecinal plagó de pancartas las fachadas: «Sí al cierre nocturno». «No hay división entre los vecinos, es una minoría», insistía este jueves una afectada por los botellones ahora desaparecidos. La minoría, no obstante, cuenta con el respaldo de la asociación vecinal Pasillo Verde Imperial , que hace dos semanas entregó 270 firmas al ayuntamiento para eliminar las verjas. «Hemos intentado transmitírselo a los provallas, que comprendemos y compartimos el rechazo al ruido que se genera, pero poner vallas no es la solución», opina la presidenta de la asociación, Maite Gómez.
De las 270 rúbricas recopiladas, apenas 15 corresponden a residentes de las cuatro comunidades (con alrededor de 1.800 vecinos) que miran al parquecillo cercado, según han podido comprobar los defensores del perímetro. Pureza García, de 73 años, paseaba este jueves por allí con su grueso Bulldog. «No veo la solución, las cadenas de las puertas las rompen, ahora son bridas de plástico y están cortadas y las puertas abiertas, ¿para qué sirven?», critica. Los candados también han amanecido vandalizados dos veces, rellenos de silicona.
La reforma del parque de la Chimenea, en Arganzuela, ya ha comenzado
Hay un grupo de Whatsapp bautizado como «parque enjaulado». «Guantánamo» es otro de los nombres que usan algunos para la nueva estética de la zona interbloque, entre las calles de San Isidoro de Sevilla y Concejal Benito Martín Lozano, que costó unos 200.000 euros a las arcas municipales. «Hay diferentes enfoques de la situación. A mí me dan ganas de tirar [a quienes hacen botellón] un balde de agua y mandarles a su puñetera casa a molestar, pero ¿qué haces?, ¿pones vallas en todas las calles y en todos los parques?», cuestiona Gómez, cuya asociación aboga también por descartar el cerramiento del parque de la Chimenea . «Consideran que las vallas van a controlar el sinhogarismo, eso solo traslada el problema unos metros más allá, al parque de Peñuelas», puntualiza.
Al margen del cierre nocturno, la asociación quiere frenar la posible tala de abedules, cedros, abetos, gingos e higueras para facilitar los accesos al nuevo parque. Pureza García está en ese grupo de Whatsapp donde comentan el proyecto de remodelación del parque que fuera la sede de la Fábrica de Gas de Madrid. Un mapa dibujado a mano marca con cruces rojas marca los árboles que supuestamente pretende tirar el proyecto . «Me entran ganas de llorar al ver que la riqueza de este parque es el arbolado, que creció durante más de 35 años, y que de golpe se lo carguen», lamenta García.
La presidenta de la asociación Pasillo Verde Imperial dedicó la tarde del jueves a redactar un nuevo escrito al ayuntamiento para pedir explicaciones sobre la tala . Los otros ya enviaron una carta el pasado 12 de abril, después del artículo publicado por ABC , para demostrar a la administración la residencia de los firmantes «negacionistas». «Las doscientas y pico firmas son de vecinos que viven en otros sitios», indicaba Enrique Campo, en el círculo de afectados. No hay hostilidades entre el vecindario, solo posturas que, por ahora, parecen irreconciliables.