La Sierra de Madrid cuelga el cartel de completo: «Somos los privilegiados del sector»
El turismo rural se beneficia de los cierres perimetrales, con una ocupación en los alojamientos del 100% para Semana Santa y los fines de semana de abril
Dónde se esperan fuertes nevadas en el puente de San José
Hace un año Madrid se sumía en el silencio: los comercios y restaurantes apagaban las luces, los hoteles cerraban sus puertas y en el aeropuerto se dejó de escuchar el vaivén de las maletas. El coronavirus recluyó a los ciudadanos en sus casas, privándolos de ... disfrutar de la Semana Santa para poder contener los contagios. 365 días después, las maletas se han cambiado por pequeños bolsos de viaje; y la playa y los vuelos al extranjero , por la naturaleza, convirtiendo al turismo rural en el gran superviviente de la pandemia, lo que ha provocado que los alojamientos de la Sierra de Madrid cuelguen el cartel de completo para Semana Santa y para la mayoría de fines de semana de abril. «Somos los privilegiados del sector», consideran los empresarios de la zona.
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El teléfono de Marta Velasco , gerente de las casas rurales Valle de El Paular, en Rascafría, no deja de sonar. «Tenemos una ocupación del 100% todos los fines de semana de marzo, Semana Santa y el puente de San José. Hasta abril no hay disponibilidad», repite cada vez que atiende una llamada. Ella gestiona el negocio familiar que empezó en 1999 con el alquiler de diez casas rurales en la Sierra Norte, dentro del área más protegida del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. «El turismo rural ha salido beneficiado de la pandemia y los cierres perimetrales. La gente busca naturaleza después de tanto tiempo encerrada, y eso es lo que nosotros podemos ofrecerles: desde visitas culturales al Monasterio hasta la naturaleza de las cascadas del Purgatorio y las piscinas naturales en verano», explica.
Las peticiones han aumentado hasta pasar de las 30 llamadas diarias para reservar en algunos hoteles
Desde el fin del confinamiento, en mayo, la demanda se disparó. «Notamos que la gente quería salir y que buscaban casas que tuviesen cocina y todas las comodidades, para poder desconectar pero no abusar de los restaurantes. La tendencia se mantuvo hasta finales de septiembre y principios de octubre, cuando se volvió a confinar la capital. De Madrid proceden la mayoría de nuestros clientes» , indica la empresaria, que asegura que en su mayoría son familias con niños o adolescentes. Tras el pequeño bajón, las peticiones aumentaron, hasta ahora, que se sitúan en su punto máximo con hasta casi 30 llamadas diarias para realizar reservas. «Semana Santa tiene siempre mucho tirón, pero lo que sí hemos notado es que este año se ha reservado con mucha más antelación. Otros años por estas fechas no teníamos todas las casas reservadas», continúa.
Con motivo de la afluencia de visitantes, los propietarios se han organizado a través de grupos de WhatsApp para poder atender todas las peticiones. «Tenemos un chat y avisamos a los clientes. Si nosotros no tenemos disponibilidad, a lo mejor hay otro alojamiento que sí la tiene. La idea es poder dar a todo el mundo la atención que desea», prosigue Velasco, que en varias ocasiones ya ha tenido que decir que no a alguna reserva. «Hay muchas más peticiones entre semana, ese es otro de los cambios que hemos notado. Aunque tengamos la casa libre hemos tenido que rechazar a los clientes porque no daba tiempo a realizar la limpieza y desinfección necesarias», expone, al tiempo que solicita que la gente acuda con responsabilidad.
Las parejas prefieren los días laborables y las familias con niños reclaman los fines de semana
A 60 kilómetros, Jessica Nogales abre las puertas del Gran Reino Rural, en la localidad de Patones de Arriba. El tiempo parece que se detiene al llegar a ella y caminar por sus estrechas calles empedradas. Es uno de los destinos más demandados de la Comunidad de Madrid. «Patones de Arriba vive del turismo, se está moviendo mucho y es maravilloso, tal y como está la situación económica en todos los sectores», reconoce la empresaria, a cargo de los alojamientos desde septiembre de 2019. En enero del año pasado, dos meses antes de que se declarase el estado de alarma, su ocupación fue del 50%; este año, del 100%, ejemplo numérico del éxito de lo rural, provocado por el cerrojazo de otras comunidades autónomas.
La proximidad de mayo
«Hace un mes y medio terminamos con las reservas para Semana Santa. De hecho, dos de los apartamentos se reservaron hace dos meses. Y hay algunas reservas que son para un periodo de quince días. Está todo cogido hasta mediados de abril y ya hay algún fin de semana de mayo», dice. La desconexión y la falta de ruido han hecho que muchos madrileños sitúen a Patones en el mapa. A pesar de la boyante etapa que atraviesa, Nogales piensa en el futuro. «Ahora aprovecho todo si tengo disponibilidad, pero hay cierto temor a lo que pasará cuando todas las regiones abran y la gente pueda ir a la playa. Ahí notaremos el bajón. El año que viene no creo que sea parecido a este», confiesa.
Desde el Centro de Innovación Turística Villa San Roque, en la Sierra Norte, piden cautela a los visitantes, en vista de la afluencia que habrá las próximas semanas. «La Sierra está abierta a todos los turistas, pero apelamos a la responsabilidad para mantener la biodiversidad que tenemos, que todo se organice con antelación. Hay muchos pueblos pequeños que apenas han notado la incidencia del coronavirus. Ojalá se siga respetando», demanda la coordinadora, Elena Rubio, que también solicita que la gente siga yendo cuando se vuelva a la normalidad. «El ‘boom’ se da todos los fines de semana. Los propietarios han estado expectantes para adecuar los alojamientos a las restricciones del momento. Somos unos privilegiados», afirma, sabedora de que «para seis millones de habitantes, la oferta de alojamientos rurales se queda corta». El último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) , fechado en enero, indica que en la Comunidad de Madrid hay abiertos 181 alojamientos rurales, con 2.799 plazas estimadas y que dan empleo a 497 personas.
«El madrileño tiene en su ADN salir el fin de semana», asevera Gustavo Nash, gerente de El Bulín Casas Rurales, que vive la misma circunstancia que sus compañeras: 100% de reservas para Semana Santa desde finales de febrero. «Siempre hay mucha demanda, pero este año ha habido mucha antelación. Solo notamos un bajón en enero por el cierre perimetral de los distritos de Madrid», dice. El perfil de su cliente son parejas, sobre todo entre semana , familias o grupos de amigos que alquilan casas separadas para poder encontrarse luego en las excursiones. «¿Dónde hay hueco?», le preguntan cuando él dice que están completos. «El mes de febrero ha sido una locura, excepto alguna noche suelta que se quedaba sin reservas», revela también con la vista puesta en el futuro: «La vida no se acaba en Semana Santa, después de las vacaciones seguimos aquí».
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