El renacer del río Manzanares: cómo la naturaleza colonizó la ciudad en cinco años
La flora y la fauna han proliferado en las islas y bosques de ribera, donde conviven más de 90 especies de aves en un nutrido ecosistema fluvial que ha resucitado antes de lo previsto desde la apertura de las presas en 2016
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Iniciar sesiónSanti Martín no vive cerca del río Manzanares , pero lo visita una vez por semana con su pequeña cámara digital de bolsillo. Fotografía a los martines pescadores en los juncos, a las gallinetas con sus polluelos, a las garzas reales elevando sus largas ... patas sobre el agua, a los bancos de barbos bajo la superficie cristalina. Desde que se abrieron las presas del tramo urbano , el río fluyó libre y la naturaleza se abrió paso para reclamar su lugar en la capital. Una colonización que no se esperaba hasta 2023 y que, en apenas un lustro, ha superado las expectativas de los ecologistas.
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La fauna y flora silvestres han desbancado a la sucesión de piscinas de agua estancada, turbias y malolientes durante los meses de calor, que han vertebrado el Manzanares durante medio siglo. «En estos cinco años la mejora ambiental y estética ha sido espectacular», asevera Martín, portavoz de Ecologistas en Acción e impulsor del proyecto, en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid, que ha renaturalizado el río. En los primeros tres años el cambio ya fue radical. Hoy conviven en las islas y orillas más de 90 especies de aves , algunas poco comunes, que descansan en los bosques de ribera donde crecen árboles de más de 14 metros de altura. Los bancos de peces autóctonos, sobre todo, garbos y gobios, regresaron y hasta la escurridiza nutria, famosa por surcar aguas muy limpias, se avistó por primera vez en 2019.
Esta explosión de biodiversidad ha revertido la decadencia de un río que siempre palideció ante otros más grandes y caudalosos, como el Támesis londinense o el Sena parisino. «Manzanares, Manzanares, arroyo aprendiz de río», recitaba Quevedo allá por el Siglo de Oro. El río manso servía a las lavanderas, que adornaban los márgenes con sus tendederos, y a los bañistas que se refrescaban en verano. Hasta que, en 1955, se cerraron las presas para engordar el caudal y emular los torrentes de las capitales del Viejo Continente. Y el río murió .
Décadas de agua estancada
Durante décadas la capital ha intentado solventar con obras de canalización los problemas derivados del agua embalsada. Las épocas de sequía dejaban un cauce seco, plagado de desperdicios, «desde un coche hasta una farola del alumbrado», escribió ABC en 1976. «Extraño como un pato en el Manzanares», cantó en los años 80 Joaquín Sabina. En el nuevo milenio, el escaso caudal procedía de depuradoras y alcantarillas y el descuido medioambiental abrió la puerta, en 2013, a especies invasoras , como el ganso del Nilo. La ruina se frenó, por fin, en 2016, a imagen y semejanza de los procesos de renaturalización que arrancaron a finales del siglo XX en varias ciudades alemanas.
Los puentes de la Reina Victoria, del Rey y de Segovia son los miradores perfectos de este nutrido ecosistema fluvial que es la continuación de la Cuenca Alta del Manzanares y el entorno del Pardo. «Ha mejorado también la calidad de las aguas , sale más limpia de lo que entra, con menos concentración de fósforo y nitrógeno», afirma Martín. ¿Por qué esta transformación a velocidad de vértigo? «No lo sabemos y el que diga que lo sabe se lo está inventando», reconoce. Pero el agua trajo vida, semillas, peces, insectos y toda la fauna mayor.
El Manzanares se ha convertido también en zona de paso de las aves migratorias que siguen los cauces en sus viajes de norte a sur, como el mosquitero común o las raras coyuelas. Mientras Ecologistas en Acción ha fijado en más de 90 las especies avícolas, la aplicación eBird, que permite a los observadores anotar sus avistamientos, recopila un total de 126 especies en el tramo urbano. Aún así, el cupo no está completo. «Irán apareciendo más especies, unas por ser más exigentes y otras por ser más escasas. Esa cifra irá creciendo, mucho más despacio, durante los próximos dos o tres años», asegura el biólogo de SEO Birdlife Luis Martínez.
La mayoría de especies han regresado por su propio pie; otras han sido introducidas por la mano del hombre. Además de plantar 5.000 árboles —han echado raíces álamos blancos y negros, cinco tipos de sauces, eneas y carrizos—, el Consistorio liberó el pasado abril un centenar de ejemplares de colmillejas, cachos y bermejuelas , peces autóctonos que desaparecieron en 1955. El Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat ( Grefa ) soltó, hace tres años, los primeros galápagos leprosos , que actúan como bioindicadores de calidad del hábitat: «Si están presentes y tienen capacidad de reproducción, están indicando que ese río está vivo», explica el secretario general de la asociación, Fernando Garcés.
Un caso de éxito
El proyecto de renaturalización del Manzanares, que ha gozado de repercusión nacional e internacional —en marzo recibió el premio de Buenas Prácticas Locales por la Biodiversidad de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP)—, ha culminado. Aunque falta un puñado de actuaciones, como plantaciones puntuales y una pantalla acústica más amplia junto a la pasarela que une Madrid Río con el parque lineal del Manzanares, la meta, ahora, es conservar el estallido medioambiental .
Si algo pudiera empañar su éxito, son las mayores plagas de mosca negra atraídas por la frondosa vegetación. Los operarios municipales se afanan en primavera en fumigar y arrancar las larvas de las riberas. Mientras tanto, agachadizas, ánades reales, galápagos leprosos, abubillas, lavanderas blancas, cormoranes..., ajenos a su popularidad, comen, duermen y se contonean a sus anchas en el río.
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