Así es la «patrulla antiatraco»

Así es la «patrulla antiatraco»

No era la primera vez que unos atracadores doblaban la esquina de Guzmán el Bueno hacia Abdón Terradas para huir con el botín. Ni tampoco la primera que iban armados. En total, ya son cuatro, y dos de ellas con pistolas. Manolo, el dueño del ... restaurante Membibre, que funciona desde 1968 en la zona, cuenta que con el atraco del pasado 30 de septiembre a la joyería de Juan Martínez son tres las veces que han intervenido tanto él como los mecánicos Antonio Segundo y José Manuel Serrano para interceptar a los ladrones.

«La primera fue a una joyería, después a una zapatería y otra a un videoclub». En la del pasado mes se sumó Juan Martínez, el joyero asaltado y Taoufik Hamech, otro cocinero del Membibre. Y es que, aunque residan en una gran ciudad, «vivimos como en familia; hay mucha unión entre nosotros», manifiesta Antonio.

Los cinco trabajadores de Guzmán el Bueno se han convertido en los héroes del barrio, la patrulla antiatraco. Todos los vecinos les felicitan y se acercan hasta sus establecimientos para rememorar la hazaña. Algunos empresarios de la zona aplauden la proeza de estos hombres, pero critican que tengan que ser los ciudadanos los que velen por la seguridad. «Tenemos mucha desprotección y miedo diarios. Les ha salido bien, pero podrían haber muerto por una labor que le corresponde a la Policía», opinaba la propietaria de otro comercio.

Manolo y Taoufik se encontraban descargando el camión de mercancía cuando escucharon decir: «¡Al ladrón!». «Me asomé y vi sangrando a Juan por todos los lados». No lo pensaron. Con gran valentía, se abalanzaron sobre uno de los delincuentes. «¡Cuidado, va armado!», les advirtió Juan. «El ladrón venía asustado, con la cara blanca», detalla Taoufik, con un peculiar acento marroquí.

«El Morito», como le llaman cariñosamente, cacheó al mayor de los atracadores y le tapó la cabeza con una chaqueta. «No encontraba el arma». En ese momento, los mecánicos Antonio y José salieron de su taller para ayudar a retener al caco. «Escuchamos que iba armado, pero no veíamos pistola por ningún lado». Se la pasaron. Se dieron cuenta cuando vieron en las escaleras del final de la calle al segundo atracador disparando dos veces.

«Vimos cómo se caía el tambor de la pistola, si no, alguno de nosotros no estaba aquí hoy», dice José. «La Policía nos dijo que podría ser de juguete, pero vete tú a saber», apunta Antonio.

Sea como fuere, ninguno se arrepiente de su heroicidad, pero han tenido que aguantar «las regañinas» de sus familiares. «Lo triste de todo esto es que el tío está detenido porque las cámaras lo grabaron, pero, si no hubiera habido imágenes, estaría fuera», reprocha Manolo.

Ahora les produce respeto pensar en lo sucedido, pero, a toro pasado, «volveríamos a hacer lo mismo», aseveran, seguros de sí mismos y pletóricos de satisfacción.

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