Parroquia de las santas Perpetua y Felicidad: una comunidad viva y generosa

Un cartel, con un largo camino dibujado a trazos, te recibe en la entrada lateral del templo: «Si vienes a misa: cuida el mobiliario, se amable con tus hermanos, participa con ilusión, cuida a tus hijos, escucha con atención, viste de forma decente, canta con nosotros, pon el móvil en silencio, no te quedes a la puerta, llega a tiempo». No está mal la propuesta de una parroquia definida por su párroco, el sacerdote José Antonio Hernández Vázquez , como «una comunidad viva, generosa según sus posibilidades y que participan de forma actividad en la vida de la Iglesia». De origen mexicano, juez también del tribunal eclesiástico de Madrid, está acompañado por el sacerdote Julio César Insuasti Solarte. Ambos pertenecen a la Confraternidad de Operarios del Reino de Cristo, sociedad de vida apostólica de clérigos de derecho pontificio, fundada en México por el sacerdote Enrique Amezcua Medina y en su historia ligada a la archidiócesis de Toledo y al siempre recordado don Marcelo.

El padre José Antonio Hernández llegó a esta parroquia en julio de 2016, una vez que los Agustinos Recoletos, que estuvieron aquí desde un primer momento, optaran por otros ministerios. La parroquia, erigida canónicamente el 20 de enero de 1965, fue inaugurada en 1970. Durante un período de tiempo, como suele ser habitual en las parroquias madrileñas, funcionó en unos locales de una planta baja de un bloque de viviendas. De su arquitectura interior funcionalista en la que predomina el ladrillo, destaca el impresionante Cristo crucificado del altar, el Cristo de la sed, obra del escultor del barrio, José Luis Mayo Lebrija, del que es también el Cristo de la paciencia, de la Iglesia de San Andrés. La actual pintura del fondo, que abraza al Cristo, es de los hermanos Emilio y Javier Tudanca, autores también de la última cena del frontispicio del altar, recién incorporada al imaginario del templo. Un templo con una serie de vidrieras relacionadas con los motivos de la titularidad del parroquia y de los padres agustinos. Cinco misas los domingos, para una comunidad que cuenta con sus devociones más queridas, por ejemplo, la de María Auxiliadora, con celebraciones mensuales y procesión muy popular en su día por el barrio.

La parroquia tiene los consejos parroquial y económico, un nutrido y activo grupo de jóvenes, de esos jóvenes, que como dice el párroco, «cuestionan, pero es lo propio de la juventud» . También está la catequesis, de iniciación cristiana y de primera comunión, con 70 niños, y de confirmación con una veintena. Una decena de adultos se están preparando para los sacramentos de iniciación cristiana . El grupo de pastoral de los enfermos hace una preciosa labor de acompañamiento a quienes están solos e impedidos en el barrio. Y, cómo no, el grupo de Cáritas. En esta parroquia se atiende a 50 familias de la zona. Ayudas que se han incrementado, según el párroco, durante los últimos tiempos, en particular en lo referido a las necesidades de los niños, pañales, ropa, material escolar.

Una nota singular de esta parroquia es que aquí se celebra la fiesta de los 15 años , una especie de puesta de largo de las chicas, de entrada en sociedad, una tradición procedente de América latina, de esa hispanidad que está allí y que vuelve en forma de acción de gracias por el don de la vida. El párroco se reúne con los familiares, padrinos y amigos de la joven, días antes de este rito de paso, para explicar el sentido de esta fiesta que se celebra, hay que decirlo, por todo lo alto.