Ocho meses sin los puestos del Rastro: «Nos estábamos arruinando, la reapertura será una fiesta»

El mercadillo vuelve a las calles el domingo 22 con la mitad de «tiendas» y aforo de 2.700 personas, tras el acuerdo alcanzado con el Ayuntamiento

Román López, dueño de una tienda de curtidos y guarnicionería Jaime García

Raquel llegó a Madrid hace 35 años, procedente de Argentina. Por la fama que tenía en su país, El Rastro fue uno de los primeros lugares que visitó. Quería recorrer sus calles y mezclarse entre los comerciantes , sin saber que terminaría siendo ... uno de ellos. Pero pronto lo descubrió. Para subsistir en la capital, esta profesora de Biología comenzó a trabajar como dependienta en una tienda de camisas hasta que se dio cuenta de sus dotes como vendedora y decidió emprender. El sitio elegido fue el esquinazo entre la calle de la Ribera de Curtidores y la del Carnero . Allí montó un puesto de sombreros de paja que más tarde se convertiría en una «tienda» callejera de artesanía. Tres décadas después, los toldos sujetos a hierros que colocaba cada domingo hasta hace ocho meses continúan siendo su modo de vida . «Los comerciantes nos estábamos arruinando. Necesitamos volver a nuestro trabajo. Esto ha sido muy duro», dice, sobre las 35 semanas en las que no han podido instalarse en las calles del Rastro debido a la pandemia .

«No quiero ni pensar en el domingo de la próxima semana, va a ser una fiesta. Volverá la alegría, la esencia y la naturalidad de Madrid que había perdido», continúa la artesana, que pide que no se la malinterprete: «Guardaremos todas las medidas de seguridad y sanitarias. El Rastro será un lugar seguro».

El emblemático mercadillo regresará a las calles de Centro el domingo 22 con 500 puestos y un aforo reducido a 2.700 personas que controlará la Policía Municipal , además de un sistema de drones que garantizará la movilidad. El siguiente domingo será el turno de los otros 500 comerciantes, que se alternarán cada semana (y también los festivos ) para poder mantener la distancia de 1,5 metros entre los puestos. El acuerdo entre vendedores y Ayuntamiento llega tras cinco meses de disputas y desencuentros en los que el último fleco que quedaba por atar era el sistema de balizamiento , que correrá a cargo del Consistorio.

Raquel, titular de uno de los puestos de la Ribera de Curtidores Belén Díaz

Cuando piensa en la fecha señalada, a Raquel se le ilumina la mirada. « El Rastro es lo único fijo que he tenido en toda mi vida. Voy a cumplir 65 años, la mayor parte de gente estamos cerca de jubilarnos. Cuando tienes que volver a empezar puedes hacerlo si eres joven, pero con esta edad solo quieres tranquilidad y saber que el sitio que has cuidado toda tu vida sigue estando ahí», sentencia la vendedora, que por fin ve la luz al final del túnel. Ella no habla solo de su situación, sino de la que han atravesado las mil familias afectadas por este cierre: «Hay quienes han acudido a las colas del hambre, pasando vergüenza tras dedicarse toda la vida a trabajar y no a mendigar. Otros han sido desahuciados al no poder pagar el alquiler ...».

Lo único que pide para ellos es que les dejen trabajar. «Salimos de los primeros meses de pandemia ilusionados, con ganas de volver. Solo nos interesa eso, porque tenemos fuerza y salud para hacerlo», afirma. Raquel no es la que más dificultades ha tenido que enfrentar en estos meses. El Ayuntamiento de Manzanares el Real la autorizó en junio a poner un pequeño puesto en su mercadillo de los viernes. Allí, bajo un cartel en el que se lee «Tierra», el nombre de su puesto, vende gorros, bufandas, jerséis y bolsos. Confeccionados por otros comerciantes del Rastro con los que divide las ganancias. « Esto no me supone ni el 10% de lo que conseguía en el centro, pero he tenido que buscarme la vida. Uno tiene sus ahorros pero todo se vuelve complicado cuando pasan los meses y no ves solución . Lo único que nos ha sacado a flote es el compañerismo entre los asociados», subraya, tajante, haciendo un balance.

Antonio Hernández, librero del Rastro Jaime García

Al igual que los demás, todavía no sabe dónde se instalará dentro de ocho días. El Ayuntamiento pondrá el martes un punto de información en el parque Casino de la Reina para resolver las dudas de los vendedores. Asimismo, ha diseñado una herramienta de geolocalización donde se podrá ver lo que ya se ha llamado « huella del Rastro Covid »: un mapa que indica la ubicación anterior de los puestos y la actual. A ella tendrán acceso también los visitantes.

Lo que sí se sabe es que 81 puestos se situarán en la plaza de Cascorro; 190, en Ribera de Curtidores; 82, en General Vara de Rey; 120, en Campillo del Mundo Nuevo; 16, en Carlos Arniches, entre las calles de Mira el Río Alta y Carnero, y 11, en Mira el Río Baja. Este escenario se mantendrá mientras dure la crisis del coronavirus .

De pequeña, Tania jugaba a vender collares que ella misma hacía. Décadas después ha hecho de ese juego su trabajo en Ribera de Curtidores. «Decidí meterme en El Rastro después de ser madre, para poder conciliar y estar tiempo con mi hija», dice esta artesana en su taller. «Hemos pasado mucha incertidumbre, muchos miedos, queríamos volver a trabajar y tener tranquilidad. Estos meses han supuesto un desgaste emocional », afirma, al tiempo que realiza una pulsera.

Locales abiertos

Tania ha pedido por primera ayuda a los servicios sociales para llegar a fin de mes. También la de sus padres. «He sobrevivido gracias a los ahorros de mis padres , aunque he empobrecido a mi familia. Eso es duro cuando estás en edad de trabajar. Tengo mucha suerte por tener ese arraigo», dice. Pensar en la reapertura le supone un «respiro» tras meses de desazón . «Sabemos que cuando volvamos vamos a vender menos, pero lo importante es que vamos a volver a vender », dice con optimismo.

Los titulares de puestos no son los únicos que han sufrido los estragos sociales y económicos de esta crisis sanitaria. En las históricas calles del Rastro , envueltas ahora en un halo gris, se suceden los carteles de «se vende» y «se alquila». José mantiene desde hace casi 40 años la tienda de muebles que abrió su padre en 1954. En su local, abarrotado de enseres, destaca el mobiliario de roble. «¿Qué voy a hacer cuando me jubile ? Pues tirarlo todo, porque no tengo descendencia», cuenta el hombre, que explica que la tienda no le llega para sobrevivir: «Me estoy arruinando , pero soy feliz aquí».

José González, dueño de una tienda de muebles Jaime García

Cerca, Valerio regenta desde 2006 el local Castillo, de bisutería y antigüedades . Él no habla solo de la falta de los puestos como motivo de la caída de las ventas, sino de la ausencia de turistas. «Esta semana no he vendido nada, pero tengo que seguir abriendo. Tantos años trabajados no se pueden tirar en pocos meses », sostiene este italiano.

Con él coinciden Antonio y Román. El primero atiende rodeado de 20.000 libros de segunda mano que oscilan entre los 20 céntimos y los 150 euros. «Que haya futuro para las generaciones que vienen detrás», pide, tras admitir que sus ventas han caído un 90%. «El primer domingo tras el confinamiento hicimos solo cinco euros. Aquí ha habido semanas en las que se vendían camiones de libros, con cinco personas trabajando. Ahora, nada», confiesa. Román, dueño de un local de guarnicionería , también se ve afectado. «La poca gente que viene, cuando no ve los puestos se da media vuelta», sostiene: «Aguantaremos, porque los empleados de una pequeña empresa como la nuestra no son números, son personas con sus familias, sus hipotecas y sus problemas. No los podemos echar».

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios