Los duelos poéticos retornan a los bares
A pesar de las restricciones y los aforos, la poesía de nuevo inunda no pocos locales de la capital. Malasaña y Lavapies recuperan sus recitales, de tarde y a media luz
Recital de poesía en Aleatorio, en Malasaña
Madrid tiene una tradición poética que es innegable. Paseo del Prado arriba, Princesa abajo, toda la ciudad tiene la costumbre de echarse los versos a la cara. Esto, hasta donde se sabe, viene del Siglo de Oro .
Hubo en el Madrid nocherniego versos ... a medianoche, donde brilló un joven Manuel Alcántara ; también hubo versos pintados y toda una teoría de cafés donde funcionarios que contaban métrica con los dedos le iban dedicando poemas a la patria , al anillo de la querida o a ese niño que se murió en la Guerra de África. Es decir, la poesía viva en Madrid es una constante. Pero de la poesía viva a la poesía escénica convertida en un movimiento cultural ‘underground’ hay toda una historia, toda una historia que es también la Historia de la ciudad que no recorren las rutas al uso. Ni mucho menos los manuales de Literatura. Pero lo cierto es que ese lema de la Pardo Bazán de que «Madrid es jaranero, audaz y curioso» quizá sea lo que mejor defina a esta movida de versos en los bares que tan refractaria resulta a los culturetas y a los intensitos.
Vayamos al dato. Por primera vez en el siglo XXI, en el Bukowksi Club (San Vicente Ferrer), Carlos Salem e Inés Pradilla se inventaron el «micrófono abierto». Era allí donde cualquiera tenía cinco minutos para ‘largar’ tres poemas propios, tres. De ese magma creativo que venía de antes se fue gestando, en ese templo de los cantautores de palo que es Libertad 8 , un movimiento de poetas que allí sí que ‘competían’ a verso limpio. Es lo que los especialistas llaman ‘poetryslam’ para diferenciarlo de la ‘jamm session’ (el concepto de «micrófono abierto» antes mencionado).
Para Pablo Cortina , representante de España en el mundial de la cosa, el ‘poetryslam’ tiene ese algo de espectáculo derivado de la competitividad. Sana competitividad, pues de lo que «se trata es de bajarle los humos a la peña» en tanto que no hay premio de ningún tipo: «Un aplauso y para casa» . Acaso porque, en esencia, premiar algo tan personal como un poema tiene un sentido justito. La cuestión, insisten, es no quedar «entre los 11 que no ganan». Que tampoco son perdedores, que esto no es el Tour.
Barra de Aleatorio, donde se venden libros de poesía
Quizá sea el concepto de micrófono y de público presente lo que rompa ese bloqueo mental que Francisco Umbral y después David Gistau dieron en llamar el «puto folio». Una tarde de poesía en el Aleatorio, a la vera del monumento a Daoíz y Velarde, en plena Malasaña, tiene la siguiente imagen. Poetas que se preparan a recitar, las pegatinas que recuerdan eso de la distancia social. Un micrófono preparado y una lámpara con biombo como para meterle algo íntimo a la escenografía. Hay una canasta de baloncesto que da a un buzón donde el público puede acertar «poesías y sugerencias» (sic). Y una Olivetti al lado del Conejo con prisas de la Alicia de Carroll, que aparece como una metáfora del propio tiempo.
Carlos Salem, en su libro ‘PoPesía’ , define todo este fenómeno cultural en el primer ensayo sobre esta poesía en los bares que saltó a las Redes. «El concepto de bar es muy importante, fundamental». Y bares que den poesía como aperitivo hay muchos: Tapas y fotos, El Calvario, El Búho Real... y muchos que están hoy preocupados por la limitación de aforos. Cortina rememora las colas para disfrutar de versos.
Maldita pandemia
Y luego la maldita pandemia, claro. Que ha propiciado que los poetas escriban, y mucho, pero le ha quitado a esta literatura oral parte de su sentido. Porque la poesía sólo en redes, es menos poesía. Porque, insiste Cortina, «la poesía en directo es eso: en vivo y en directo» . Básicamente, y cuando los contagios lo permitan, todo este circuito de Madrid tendrá a una multitud de personas hambrientas de lirismo en el aire. De momento, este sábado, recuerdan al cronista, está previsto el Po3try Slam Madrid bajo el Puente de Toledo. Acaso porque debajo de un puente corren los ríos de Heráclito y de Quevedo, que tanto cantó a este arroyo que es el Manzanares.
Como en tantas otras cosas, Madrid tiene una feria del libro paralela en los bares. En los garitos que hay entre Malasaña y Lavapiés. La querencia del poema en vivo no se ha perdido en la Capital. A pesar de pandemias y de confinamientos mentales.
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