La Cumbre de la OTAN vacía las calles de Madrid: «Hasta una tanqueta vi»

Hay cierta curiosidad en ver las calles cortadas y más, en otear un coche blindado que no sea el de Sánchez. El sano pueblo madrileño asiste a la Historia desde detrás, desde las calles cortadas. Biden no ha estrechado la mano de un castizo , y eso que se pierde. El autobús.

Por las ventanas, repiqueteo de cristales cuando se divisa un coche negro que resulta ser un VTC con su mensaje publicitario. Que «lleve banderita de su país» le dice la madre a la hija por hacer más ameno el trayecto del 001.

Cierto es que los autobuses llevan su frecuencia más o menos regularizada, y cierto es que Enrique Rodríguez, con bastón, natural de una aldea de Astorga con «cuarenta años en Madrid», jubilado, tira de la tarjeta de tal para «ver cómo está Madrid». Y Juancar, del bus 001 lo lleva por una Gran Vía algo desierta. Sólo se ven taxis, autobuses, repartidores de lechazo y lecheras de la Policía Nacional .

En la Gran Vía esquina con la plaza de España están las vallas de la Policía Municipal (PM) al quite de lo que pueda pasar. Y la Gran Vía, a eso de las doce, luce despejada. Dice Carlos, el taxista, que es el «teletrabajo»; el que esto suscribe ha visto miércoles más animados con y sin «teletrabajo». Carlos también cuenta cuando pasa la «comitiva, veinte coches» , y tiene algo de 'Bienvenido Mister Marshall' en el contar. «No más de un minuto y ya». Ayer (por el martes) sí que «esto estuvo más cargado». Más cargado para los taxistas y los controladores aéreos de Torrejón. El eje de Prado-Recoletos-Castellana aún seguía abierto. Porque abre dependiendo del mandatario.

Carlos sube el aire del taxi y deja ver «lo despejado que está Madrid» en el trayecto de Callao al Intercontinental, donde dicen que no está Biden, pero sí todo lo demás. Donde dicen, leyenda urbana, que hay un pasadizo secreto que une el Hotel con la Embajada , y hay que imaginar a Biden por subterráneos. Desde un banco de enfrente, en el Intercontinental se ven a dos personas manipulando antenas. En la terraza. La guerra de las comunicaciones.

Abajo, una carpa de tela para garantizar la intimidad. La Policía Nacional, aun sacando los papeles de prensa, no deja pasar a oler. Vallas amarillas y una tierra de nadie en la manzana del Hotel Intercontinental. Enfrente, el camarero de La Gaditana, Daniel, rememora lo del martes. «Más de veinte coches y hasta una tanqueta vi».

Mientras, pasan comitivas mínimas, de cinco coches, en una Castellana que se cierra y se abre a medida de cada cual: siendo presuntamente Biden, 25 minutos se ha calculado. El agente de movilidad pone cara de duda y así.

Desde la Glorieta de Emilio Castelar: hacia el norte, tierra de nadie. Hasta que se abre y sólo pasan moteros y gente con mucha urgencia. Y la embajada de Portugal ahí, frente al Intercontinental . Con una moto mal aparcada en su puerta. Y la Castellana abre, a gusto del consumidor (líder de Estado)