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Confinamiento de lujo en La Moraleja: «Voy a seguir haciendo lo mismo, nosotros no salimos de aquí»

El enclave, uno de los que tienen la renta más alta de España, permanecerá cerrado durante dos semanas por el aumento de contagios por coronavirus

Restricciones Madrid | Estas son las zonas básicas de salud que podrían quedar confinadas en Navidad

Un coche de la Policía Local patrulla a la entrada de La Moraleja en el primer día de restricciones Fotos: Guillermo Navarro / Vídeo: Europapress y ABC

Pilar L. Arreaza

Cruzar los muros de ladrillo visto de La Moraleja , uno de los barrios más ricos de nuestro país, en el municipio de Alcobendas, supone adentrarse en un mundo inasible para la mayoría de los españoles. Una burbuja con calles empedradas, amplias zonas verdes, coches de alta gama y lujo, que hoy, despierta más hermética que nunca.

La Moraleja es una de las nuevas seis zonas básicas de salud de la Comunidad de Madrid que estrenan restricciones, donde hay u n total de 30 áreas en las que no es posible entrar ni salir salvo por motivos justificados.

El cierre de esta zona privilegiada , que se extenderá al menos durante dos semanas, no es recibido por igual por todos los residentes. «A mí esto no me afecta», señala María, muy tranquila y despreocupada. « Voy a seguir haciendo lo mismo de siempre. Nosotros no salimos de aquí . El único problema es que no podemos ir a Sevilla, pero ya iremos en otro momento», comenta esta jubilada, mientras pasea sin ningún tipo de inquietud. Al otro lado de la acera la espera su marido, al que hace poco robaron el móvil: «Eso sí es un problema», apostilla.

Muy cerca, en la calle de la Estafeta, Estefanía ha comenzado su jornada de trabajo. Desempeña su tarea en el Café Van Den Berg y asume la medida con cierta desazón. «Abrimos el pasado lunes y no sabemos si ahora va a venir la gente. Estamos un poco preocupados », acepta la joven, que se marcha rápido a su puesto laboral.

En otra cafetería anexa a la plaza que da la bienvenida al glamuroso enclave, tres amigos conversan en una mesa mientras disfrutan de un apetecible «brunch». «Nosotros trabajamos aquí, no somos residentes», comentan. «Hay menos afluencia de lo normal» , refiriéndose al local, que otros lunes «suele estar hasta arriba».

Siguiendo por el paseo del Conde de los Gaitanes, un chaleco amarillo llama la atención frente a las «naves» que hay estacionadas próximas a la entrada de la urbanización. «Hay muchísima menos gente. No tiene nada que ver con la semana pasada», revela Juan Carlos, un controlador de la O.R.A., que se ha llevado una gran sorpresa. «A estas horas esto tenía que estar lleno de coches, todas las plazas completas» .

La plaza de entrada a La Moraleja, con menos tráfico del habitual

A unos metros de allí, junto a la fuente de los Ciervos, se deja ver Boris, un alemán que lleva casi medio siglo como morador de La Moraleja. Para él este confinamiento «no tiene mucho sentido», aunque se sorprende cuando se entera de que el motivo de las restricciones es que esta zona básica de salud excede el límite de los 400 casos por cada 100.000 habitantes , con 404 contagios . «Aquí hay mucho espacio, estamos al aire libre, las casas son grandes, la gente toma medidas y no somos tantos. No entiendo que nos confinen. Una cosa es el sur de Madrid y otra est o», se queja.

Nicolás camina rápido cuando ABC sale a su encuentro. Tiene 21 años, es estudiante y cree que el confinamiento perimetral es «un pequeño sacrificio para ayudar a mucha gente» . No le afecta en su día a día, dice, aunque tendrá que eliminar los viajes «no justificados» que hacía cuando no existían las restricciones. Asume que no hay mal que por bien no venga. «También es bueno para ahorrar», cuenta.

Unos tienen prisa, pero otros no tanta. A sus 86 años, Antonio se aposentó hace ya mucho tiempo aquí, después de una larga estancia en Huelva. Este vasco de nacimiento camina lento, pero firme. La indiferencia reina en su argumentario , aunque rápidamente arremete contra el Gobierno. «Pedro Sánchez es el mayor insulto que te pueden llamar hoy, a estas alturas los políticos ya me dan igual. Voy a seguir tranquilo, confinado o no».

Un Maserati irrumpe el paso de algunos vecinos, que se agolpan -ordenados- en una pequeña fila para entrar al estanco de la plaza de La Moraleja. «Hay menos afluencia que otros días», detalla Jesús, que regenta el establecimiento: « La gente está muy confundida porque no sabe qué zonas están confinadas y cuáles no . Hay aceras que pertenecen a Madrid y no a la Moraleja y algunos clientes están muy perdidos», concluye.

Aunque se mantendrán cerrados los parques infantiles y el aforo de los lugares de culto se reduce a un tercio , la capacidad y horarios en las demás actividades, como el comercio y la restauración, se mantienen como en el resto de la región.

«Aquí tenemos de todo» , señala José, que sale a pasear con su perro. «A nadie le gusta que le confinen pero en realidad no va a influir mucho en mi día a día. Hay tiendas, restaurantes, farmacias...», alega, feliz. Al fondo, un par de parroquianos se toman un aperitivo en una terraza del paseo Conde de los Gaitanes. Sin duda, nada parece angustiarles.

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