Bandas latinas extorsionan a bares y discotecas para ‘colocar’ su droga

Tras el Covid, la guerra por el control del tráfico de estupefacientes desplaza la batalla territorial de los pandilleros

«Si no mueves nuestra mercancía, vamos a destrozar el negocio o montar una reyerta aquí», amenazan

Redada policial contra las drogas y las armas en un local latino de AZCA DE SAN BERNARDO / VÍDEO: CAROLINA MÍNGUEZ

Nueve de la noche del 1 de abril de 2021. El segundo estado de alarma sigue vigente y la relativa tranquilidad en el barrio de Pueblo Nuevo (Ciudad Lineal) se ve rota a tiros. Un grupo de latinos, comandado por un Dominican Don’t Play ( ... DDP) recién salido de prisión, la emprende a disparos contra un conjunto de origen magrebí, que esquivan las balas por muy poco. Peor suerte tienen los coches aparcados en la zona, junto al bar de copas donde empieza la trifulca. Amanecen agujereados. Una y veinte de la tarde del 27 de junio pasado. En la calle de Ezequiel Solana, a un puñado de metros de la anterior escena, un chaval peruano de 15 años, supuestamente ligado a los Trinitarios, cae acuchillado a manos de dos o tres individuos, se sospecha que de los DDP, mientras camina con una chica. En ambos casos, especialmente el primero, un enfrentamiento con el tráfico de drogas como trasfondo surge como móvil principal.

La venta de estupefacientes, desde la relajación de la pandemia, se ha convertido en el negocio número uno de estos grupos juveniles. «Al final, ya no es solo o tanto el control de los barrios y los territorios, sino de la droga que se mueve en ellos. En esta guerra participan quienes la mueven, quienes tienen deudas por ello e incluso los que consumen, muchos menores, para sentirse con valor para ‘machetear’ a sus rivales», explican fuentes policiales.

Crimen organizado «con todas sus letras»

En el caso de Ciudad Lineal, se trata de uno de los distritos controlados por los DDP , algo menor en número que los Trinitarios en Madrid pero más violentos aún que estos, a juicio de los expertos. «La clave son las sustancias y los bares en los que se vende. Las bandas latinas están actuando como en sus países de referencia, Estados Unidos y República Dominicana. Se trata de unos modelos muy peligrosos y que las acercan más al crimen organizado con todas sus letras», añade otro policía.

Tanto es así, que ya se han detectado extorsiones por parte de estos grupos a locales nocturnos de ocio, tanto de copas como discotecas de la periferia de Madrid, para que sea su mercancía la que se venda en el interior: se trata de establecimientos «donde la venta de droga ya está previamente asentada». Son sobre todo los regentados y frecuentados por latinos, especialmente DDP. La banda fuerza para que le compren la droga a ellos: «Si no mueves nuestra mercancía, vendremos y te destrozamos el negocio. O montamos una reyerta con machetazos aquí dentro». Así son sus amenazas.

Un DDP tirotea a un grupo de magrebíes por drogas en Ciudad Lineal

Buscar clientes a comisión

Ese ambiente de puertas para adentro es muy endogámico. No está bien vista la presencia de gente ‘normal’ o de bandas enfrentadas allí: «En las discotecas ocurre lo mismo; los pandilleros quedan e intimidan para quedarse con la distribución, y también controlan las bebidas. Para la venta, utilizan a españoles, nunca a hispanos, ya que llaman más la atención por su aspecto. Les dan la droga a esos conocidos para que la ‘pasen’ o incluso para que busquen clientes y les dan una comisión, un porcentaje, por la venta ».

Solo en la zona de La Elipa, hay ocho o diez locales que funcionan así. «Pero no es una práctica solo de Ciudad Lineal, ocurre en otros barrios donde están implantadas las bandas juveniles», explica otro experto: «Está claro que de un tiempo a esta parte el negocio se está nutriendo del tráfico de drogas. La depresión económica por la que está pasando el país lleva a una subida del consumo de estupefacientes y, por tanto, su venta. Se está distribuyendo la droga en las calles como en los años 80 y 90. Porque, al no haber tanto dinero, no resulta ya tan rentable robar».

En el barrio de Las Rosas (San Blas-Canillejas), una zona residencial no precisamente problemática, se ha detectado otra práctica. Chicas de entre 18 y 22 años, españolas, a las que los pandilleros latinos ‘enamoran’ y las usan para que vendan cantidades pequeñas desde la ventana de sus pisos, donde viven con los padres. El comprador ata el dinero a una cuerda y las muchachas utilizan ese artilugios para bajarles la droga. «Las utilizan a ellas porque son mujeres y pasan más desapercibidas. Se trata, sobre todo, de cocaína y hachís, porque la marihuana huele mucho y los padres se enterarían de lo que ocurre de puertas para adentro», precisan nuestras fuentes.

Niños enganchados a la cocaína

No todo es venta, también está el consumo entre los pandilleros, sobre todo los más jóvenes, a los que mandan a atacar a rivales: «Se ponen hasta arriba de alcohol y drogas, porque les resulta más fácil atreverse a ‘machetear’. Los mayores enganchan a estos críos a las sustancias, ya sea cannabis o cocaína. No les importa que tengan 15, 16 o 17 años».

Otra realidad es la que se encuentra en zonas más deprimidas de Madrid, como Villaverde. Allí es donde se hallan muchos narcopisos en los que DDP, Trinitarios y otros grupos minoritarios trafican. El caso más paradigmático es el de las viviendas okupadas en la calle de San Dalmacio y alrededores. O directamente lo hacen en narcochabolas, como se apreció en la operación Sana , en enero, con la detención de 37 sujetos que explotaban y violaban a al menos diez niñas de centros tutelados en régimen abierto, a las que tenían totalmente enganchadas a la droga, para crear una dependencia extraordinaria de ellas a miembros de la trama, muchos de ellos de los Dominican Don’t Play y demás satélites de esta banda.

«En los narcopisos lo que se vende es cocaína, había y base. En el interior, hay poca cantidad de droga, porque la van reponiendo desde otros pisos guardería, que utilizan como almacenes y que normalmente suelen ser sus propias viviendas. Pero donde venden es en lugares okupados y están profesionalizándose, metiendo a un ‘machaca’ para vigilar, que suele ser un toxicómano, al que le pagan con micras. Es decir, han copiado el modelo de los grandes clanes históricos de la Cañada Real», describe otro agente.

Mensajes en clave por TikTok

La droga la suelen conseguir de importantes distribuidores, en el caso de la cocaína de la mano de colombianos, y después la cortan aún más y la gramean. De nuevo, tomando como modelos los ‘modus operandi’ de las bandas de EE.UU. y República Dominicana. Es más, estos lugares están funcionando no sólo como lugares de venta, sino también de consumo. Se han convertido en fumaderos . «Eso lo hacen para que no pillemos a los clientes cuando salen, con la droga encima, y así no consigamos una orden judicial de entrada y registro. Lo que hacen es entorpecer la labor policial. Se las saben todas», añade.

La pandemia ha supuesto un antes y un después la delincuencia, pero lo que se está viendo en la lacra de las bandas latinas va mucho más allá. Las comunicaciones, por ejemplo, se circunscriben a correos electrónicos, WhatsApp, Telegram e, incluso, TikTok. Con esta última red social conciertan puntos de encuentro , grabando vídeos en los que se ve el lugar concreto donde recoger la mercancía, con unos códigos propios.

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