Aquí antes había un banco: «Ahora dan asco»
El auge de las gestiones por internet y la fusión de Bankia y Caixabank ha acentuado el cierre de sucursales
Algunas de las antiguas oficinas han sido vandalizadas y okupadas por colectivos de extrema izquierda
Exterior del Canica Bank, okupado desde 2016 en Lavapiés
Esto que usted va a leer no pretende ser un artículo meramente estadístico, pero lo cierto es que durante los últimos cinco años la región de Madrid ha soportado el cierre de una sucursal bancaria cada dos días. O menos, incluso, a tenor de los ... datos recabados por el Banco de España: si en 2016 estaban abiertas un total de 3540 oficinas, a cierre de 2021 (último dato actualizado), solo quedan 2269. En total, un 36 por ciento menos, 3 puntos por encima de la media nacional, y una clausura cada 1,4 días exactos. De esta amalgama de números no sabe mucho Antonio, pero de tener que coger el autobús para hacer sus gestiones «de toda la vida», sí. Antonio, 83 años, mascarilla FPP2 calada, pasea por Moratalaz ajeno al repentino abordaje. «Si te digo lo que pienso...» , se arranca a hablar, consciente de que la crisis, la suya y la de los bancos, no se lo ha puesto fácil. «Este lleva tiempo así, pero después cerraron otro en Arroyo de Fontarrón y ahora tengo que ir a tomar vientos», prosigue, frente a un antiguo Caja Madrid, hoy okupado y bautizado como La Bankarrota.
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En realidad, este ‘Centro Político Kolectivizado (CPK)’, en la calle de la Encomienda de Palacios, 46, fue usurpado por un colectivo de extrema izquierda en febrero de 2015. Desde entonces, han resistido varios intentos de desalojo y mantienen actualmente la actividad, aunque venida a menos. Su propuesta es clara: «En CPK La Bankarrota caben tanto (determinados) partidos políticos como movimientos anarquistas, caben planteamientos reformistas y también revolucionarios». Y la poca parafernalia que se observa delante de los cristales opacos, también. Una pancarta en la que se puede leer ‘La Bankarrota no se toca’, pegatinas en favor de la libertad del rapero encarcelado Pablo Hasel, carteles en contra del grupo neonazi Hogar Social o la proliferación de las casas de apuestas son solo algunos de los mensajes que reciben a los vecinos al paso por esta pequeña vía peatonal del barrio de Fontarrón.
La Bankarrota, ubicada en un antiguo Caja Madrid de Moratalaz
Pese a los «follones» con sujetos de ideología opuesta acaecidos al principio de la okupación, los residentes de la zona hacen hincapié en el carácter tranquilo de los nuevos ‘banqueros’. «De vez en cuando vemos a gente joven que entra o sale, pero poco más. Ni hacen ruido ni dan problemas», cuenta una pareja que acude algunos días al parque infantil ubicado justo enfrente para jugar con su hijo. «Creo que organizan charlas los fines de semana y cada cierto tiempo hacen recogidas de juguetes», sostiene otra mujer, sin saber muy bien por qué la usurpación se ha extendido durante tantos años. Una situación que no por inverosímil ha dejado de afectar a otros puntos de la capital.
El Canica Bank
En Lavapiés, otro grupo de activistas de izquierda ya irrumpió en octubre de 2016 una vieja sede de Bankia, en la que aún permanecen pese a la batalla judicial librada por la propiedad para recuperar la superficie. Bajo el nombre de la Comunidad de Intercambio La Canica, los asaltantes apodaron a la sucursal el Canica Bank, ubicado en el número 46 de la calle de Embajadores. «Sigue okupado, de hecho, realizan reparto de verduras una vez a la semana», apunta una tendera del enclave, tras ser cuestionada por el aparente cerrojazo. Los grafitis han inundado la fachada de un espacio igualmente opaco y con la puerta cercada por una cadena ‘pitón’, las mismas que se emplean para evitar los robos de motocicletas.
La sensación de puertas para afuera es lúgubre y la decadencia, en palabras de algunos moradores cercanos, se ha acelerado en los últimos tres años . En enero de 2018, el Juzgado de Instrucción número 26 de Madrid absolvía al único acusado por el delito de usurpación y dejaba a su vez sin efecto la orden de salida que pesaba contra el inmueble. Para argumentar tal decisión, el magistrado aludía a la falta de pruebas y al hecho de que ningún representante legal de la entidad bancaria se presentara al juicio. Desde entonces, «no hay más que verlo», señala desde la otra acera un hombre. Y el gesto de su cara ya lo dice todo.
Una joven pasea por delante de otra sede de Bankia cerrada, en la calle del Poeta Joan Maragall, 16
De un tiempo a esta parte, el borrado de sucursales se ha acentuado en plena pandemia por la fusión de Caixabank y Bankia , materializada en marzo del año pasado. Una de estas sedes fantasma está en la calle del Poeta Joan Maragall, 16, a dos pasos de La Castellana y el Ministerio de Defensa. En este caso, el aspecto de banco sigue siendo fácilmente reconocible: fachada de mármol, grandes cristaleras rectangulares, puerta de aluminio y la pared metalizada del cajero de color verde pistacho . Con todo, las trazas de lo que fue y no es saltan a la vista, con todos los rótulos de la compañía absorbida retirados y el propio cajero tapiado por una placa circular.
Por suerte para Cristina, una mujer de avanzada edad que camina por delante del local, su banco, «uno de otra marca», situado en el Paseo de la Habana, continúa abierto. «Pero tengo amigas que se las ven y se las desean», comenta, al tiempo que presume de nieta, la misma que le ha enseñado a manejarse en internet para realizar un puñado de gestiones básicas.
La última de las okupaciones conocidas ha ocurrido en el barrio de Prosperidad, cuando a finales de abril varios jóvenes vinculados a grupos de izquierda penetraron en el número 10 de la calle del Padre Claret, que acogía antaño unas oficinas del Banco Santander . En la puerta han colgado una carta para dar a conocer el ‘proyecto’ entre el vecindario: «Formamos lo que hemos llamado el Centro Social ‘Amparitxu’, en honor a Amparo Gastón: poetisa, vecina del barrio, luchadora por la libertad en tiempos de la dictadura, además de cocreadora de la figura de Gabriel Celaya».
Una mujer pasa frente a unas viejas oficinas del Santander usurpadas
La presentación, sin embargo, no ha calado en demasía, como así confirma la gran mayoría de residentes consultados. «No sabía nada, si han entrado habrá tenido que ser por la noche», considera una mujer, mientras pasea al perro. Tampoco tres estudiantes de un colegio cercano, que apuran un cigarro al término de un examen de Economía, conocen de la usurpación. El único que sí tiene constancia es un anciano, temeroso de que tarde o temprano «acaben dando guerra» . «De momento, está todo tranquilo, pero ya se sabe cómo acaban estas cosas...», advierte. Al igual que en La Bankarrota, los carteles, pegatinas y octavillas se acumulan en el interior, con algunos de ellos colocados de manera visible hacia la calle.
De la particular ruta realizada se desprende que la herida urbanística abierta tardará tiempo en cerrar. Al menos, en el vetusto Bankia de Josefa Valcárcel, 8, los obreros han llegado para reconvertirlo en una clínica estética.