Análisis

18 de junio en la Asamblea: tangana, tres avisos y expulsión

Había que sacarle a Ayuso el Telepizza, las medallas del 2 de Mayo, las cervezas... Faltó el célebre berberecho, pero el bivalvo como concepto sobrevoló por las mientes de diputados, de los ujieres y de los cronistas que estábamos aquí

Rocío Monasterio (Vox) se dirige a su escaño ante la mirada de Mónica García (Más Madrid) EFE

Hizo bien Podemos abriendo el debate de investidura con una greguería, hizo bien preguntando si «los aviones estaban hechos de perros», que es como una pregunta al aire, sin respuesta posible, en la que habíamos de encontrar una crítica a la comprensión lectora de los ... niños madrileños y una nueva vía de negocio para las compañías aéreas de bajo coste. Mezclar «niños» y «perros», según la retórica clásica, es de un animalismo dulzón, pero así quedará en los anales de la política regional: el can como material aeronáutico.

Porque los niños madrileños entienden lo que quieren en el texto escrito –según el populismo decadente– y después se irán, los niños, de botellón: quizá sea el botellón una forma de ‘tabernarismo’ desde la más tierna infancia.

Podemos, sin Iglesias, vino aquí a la Cámara y dijo ‘leuros’, leyó en folios y llevaba en la cara la seriedad del momento/hundimiento. Había que sacarle a Ayuso el Telepizza, las medallas del 2 de Mayo, las cervezas... Faltó el célebre berberecho, pero el bivalvo como concepto sobrevoló por las mientes de diputados, de los ujieres y de los cronistas que estábamos aquí, en las salas nobles donde nos dejaron escribir.

Todo esto ocurría mientras Miguel Ángel Rodríguez, en la tribuna de invitados, veía que el argumentario era el previsto, se miraba los zapatos claros de cuero y se rascaba la barbilla. Cómodo se le notaba al asesor áulico, como a Arguiñano en el frontón. Tribuna de invitados en la que se acomodó Andrea Levy –más tarde se fundiría en un abrazo con Ayuso entre las palmas de la la bancada popular– y a la que Mónica García subió a la buena gente de la Cañada Real, para sentir el respaldo de esas mínimas bases que sobrepasan lo ‘errejoner’. Porque en la Cañada Real el discurso verde y ecológico no casa mucho con esos niños que se bañan en fuentes que no existen, aquí al lado, entre perros sin dueño y casas invivibles.

Andrea Levy felicita a Isabel Díaz Ayuso EFE

Huelga decir que cuando la líder de Vox ‘largó’ su ‘speech’ previo a la entrada del Parlamento, alguien había olvidado un ejemplar de la obra maestra de Víctor Hugo. Confundir a Casado con Aguado, más allá de la rima fácil, fue el gracejo inopinado que le salió a la arquitecta, rígida como ferralla de tabique. Ya más en el clima de Vistalegre, llegó el primer puyazo de Monasterio: «Los violadores se van a declarar mujeres». El segundo fue cuando la inmigración, la bronca con Serigne Mbaye, el careo con la presidenta de la Cámara y el efectismo que buscaba Monasterio en el gesto de Black Lives Matter del otro.

Abrir teledriarios y tal...

Todo esperable, todo igual pero distinto. Acaso que mientras tomaba la palabra Mónica García, en el centro comercial de enfrente había como 200 liberados sindicales de todo color. De todos los sindicatos, menos de UGT («¿Dónde están / no se ven / provinciales de ‘ugeté’?»), a los que les iba cayendo un chaparrón por un megáfono nítido que atronaba en las cristaleras y en las maderas contrachapadas de la Asamblea. A doscientos metros del jaleo, andaba MAR apurando su cajetilla de Ducados y los manifestantes rimaban «Ayuso» con «abuso». La poesía, siempre la poesía...

Cuando Alfonso Serrano hablaba de los méritos de Ayuso metiéndose en algún que otro jardín, Macarena Olona sacaba el móvil de su bolso y alguien gritaba, por los pasillos, un «chicos, a partir del 26 podéis salir sin mascarilla a la calle».

Luego empezó Ayuso con su mayéutica chamberilera. Más serena que en el debate televisivo, dio tortas a diestra y siniestra, repitiéndonos el adjetivo «infructuoso» hasta en el hipotálamo y sin tiempo en su discurso para alguna risa, siquiera enlatada. Lo peor es que un leñazo dialéctico silenciaba al subsiguiente, y así no había manera. Al menos, eso estudiábamos en los clubes de debate.

Que el tedio vino a Vallecas, sí. Que todo se esperaba por lo de los consejeros, también. Quizá por eso o por sabe Dios por qué, salieron los clásicos de esta época nuestra del sanchismo: Salvador Illa, el Falcon, Franco (José Manuel), las ‘pelas’ de Europa o los okupas. Ayuso nos despidió del «cinturón rojo», y hubo en algunos una nostalgia de ladrillo visto, de toldos verdes y de barrios como el de los Alcántara.

Ayuso se metió en Ciencia Política (si hay que abarcar el mundo, España o la Historia, se hace) con su tesis neohegeliana de que los autónomos de hoy son como los obreros del siglo XIX. Y ahí también cupieron esas imágenes de «camiseta del Che Guevara del ‘duty free’», el «comunismo pijo». Es decir, que Ayuso nos contó el programa de Bertín en ayunas, con el motorcillo puesto, y así resonaba «caviar», «montaditos», «cañas» y «pinchos» en los estómagos vacíos del personal en este día histórico.

Vanessa Lillo (IU) DE SAN BERNARDO

Y llegó lo de las nueve consejerías. La reina madre del día. Aplausos, y las réplicas y las colas interminables en los excusados. Y después la expulsión de Vanesa Lillo, que salió de la cámara con un «iros a la mierda». Así, en el plural mayestático de veterana de IU. Digamos, por honor a la verdad, que a punto anduvo Lillo de cruzarse con Teodoro García Egea. Porque eso también es vivir a la madrileña.

Mucho tiempo de pandemia, de aforos incompletos, que el respetable necesitaba estas broncas que son la sal de la vida y que tanto aportan a las acotaciones de un oyente.

Ayuso a hombros. Y este sábado, fiesta en el Reloj de Mecano. Eso.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios