José Luis Leal: «No se puede negociar nada estando cada uno en su trinchera, y eso genera menos crecimiento»

De alguna manera su vida refleja la evolución de nuestra sociedad...

Seguí la evolución de muchos jóvenes que venían de un mundo tradicional y se despertaron a una realidad social y política y querían la libertad. Y luego tuve la suerte de participar en la Transición como ministro de Economía.

De la revolución a la reforma...

En la lucha antifranquista me integré en el Frente de Liberación Popular, el 'Felipe': éramos jóvenes que queríamos hacer la revolución; naturalmente queríamos la libertad, porque tampoco se concebía de otra manera.

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En relación con los pactos de La Moncloa, ¿qué fue para usted más difícil: conseguir el acuerdo político o aplicarlo a la realidad española?

Son dos cosas diferentes y fueron difíciles las dos. El acuerdo se pudo hacer gracias a la actitud de Santiago Carrillo, que apoyó desde el principio; eso fue lo que hizo que el PSOE tuviera miedo de una pinza política (UCD-PCE) y entonces cambió de actitud. Y gracias a eso se pudo hacer una Constitución en la que entraron todos los partidos. La aplicación no fue sencilla, pero básicamente se cumplió todo lo que se podía cumplir.

¿Fue Carrillo el que arrastró al PSOE a apoyar los pactos?

Claro y así lo declaró Felipe González en las Cortes. El PSOE de entrada pensaba que podía llegar al poder relativamente pronto y no quería comprometerse en algo que necesariamente era complicado. Había obtenido unos resultados mucho mejores de los que esperaba y quería ir con prudencia, pero la posibilidad de un acuerdo UCD-PCE hizo que repensara la situación.

Ya no hay personas como Carrillo a la izquierda del PSOE...

Carrillo comprendió que, tal como estaba la situación, si realmente estallaba una crisis social se podían haber puesto en tela de juicio muchas cosas y pensó con toda la razón del mundo que lo mejor era intentar suavizar las tensiones porque inmediatamente después había que hacer una Constitución.

Sin los pactos de La Moncloa, ¿habría sido mucho más difícil alcanzar un consenso constitucional?

No lo dude un solo instante. Al final del año 77 empezaban a oírse voces diciendo 'no es esto, no es esto', 'Gobierno de coalición', etcétera. Es decir, entrábamos en una situación políticamente peligrosa porque el problema era cómo salir de un Gobierno de coalición. Los pactos de La Moncloa primero abrieron un horizonte a España: realmente es posible ponerse de acuerdo en lo fundamental, y así se hizo. Y los sindicatos aguantaron el tirón y lo aguantó sobre todo Comisiones Obreras. Cuando iban a explicar los acuerdos a las fábricas les tiraban los carnés.

¡La inflación estaba en el 27 por ciento! Comparado con aquello, lo de hoy parece menor...

Pero es que falta lo fundamental, que es el consenso. Desde que se rompió el consenso sobre lo básico, hacia 2005, hemos crecido bastante menos. Es decir, en el año 2005 más o menos estábamos en la media de la Unión Europea en PIB por habitante y ahora mismo estamos 14 puntos por debajo. Lo que falta es el consenso sobre lo básico, que se pueda hablar, que se pueden poner de acuerdo en lo fundamental. Ahora es que no se habla, no se pueden hablar.

¿Hay una traslación directa de la falta de consenso a la economía?

Es que no se puede negociar nada estando cada uno en su trinchera. Eso es muy peligroso y al final produce inestabilidad, menos inversión y menos crecimiento. La vida es como es.

¿Estamos en el mayor ataque a la Constitución desde que se firmó?

Yo creo que sí, pero no con grandes palabras. Pienso que se están poniendo en peligro muchas cosas de la Constitución. Es decir, el hecho de que ahora mismo pasemos el delito de sedición, que es un delito gravísimo, a desórdenes públicos es desproteger la Constitución, claramente.

Anoche le presentó el libro Joaquín Leguina, ilustre purgado del sanchismo. ¿Le preocupa por su amigo o por el propio Partido Socialista?

Sin personas como Leguina el PSOE se empobrece, es una pena. Fue un gran presidente de la Comunidad de Madrid y es un hombre libre, que piensa.

Empieza usted su libro hablando de que su padre leyó en ABC que Don Juan Carlos venía a Madrid. Era el año 48.

La relación siempre fue muy buena, como un compañero más. Muy generoso siempre, intentado ayudar a los compañeros desde el primer día.

¿Cree usted que la historia será justa con el papel de Don Juan Carlos?

No tengo la menor duda. El reinado de Juan Carlos I ha sido de los mejores de nuestra historia. Trajo la democracia y la estabilidad, que generó en parte un gran crecimiento económico. Usted me dirá. Un país que se abrió al mundo y se hizo tolerante. El balance es abrumadoramente positivo. Que hubo errores, sí, y él mismo lo ha reconocido, pero la Historia se queda con lo que de verdad pasó, con lo importante. Pasará tiempo, pero eso es lo que quedará.