acotaciones de un oyente
Zapatero, a tus zapatos
Hay que tener muy pocas luces o muy pocos principios para situarse en esa equidistancia miserable, para repetir como un papagayo palabras vacías como «talante, diálogo, consenso»
Zapatero afirma que «facilitó» la llegada de Edmundo González pero apela a su «deber de lealtad» a Venezuela para evitar criticar a Maduro
Madrid
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Iniciar sesiónEl evento estaba anunciado a las siete, pero tres cuartos de hora antes ya se percibían en la calle Prado un revuelo, un revuelo tenso marcado por la presencia de Policía Nacional, escoltas, guardaespaldas, secretas y grupos de turistas que van hacia el ... color azul-madero con la misma irracionalidad con la que las polillas se estampanan en la luz blanca. Yo había ido a hacer tiempo a Casa Pueblo, que es una taberna donde se suele palpar bien el ambiente en estas ocasiones. Pero cuando llegué, Casa Pueblo ya había desaparecido. Pensé que la cosa podía tener algo de simbólico, no deja de tener gracia que Casa Pueblo se esfume justo el día en el que Zapatero viene a contar a los venezolanos sus delirios de lobista mesiánico al servicio de la Casa del Pueblo sociata, que no es otra que el Palacio de La Moncloa. La cosa es que el pueblo no estaba en casa sino fuera, esperando a Zapatero con banderas venezolanas, pancartas y mucha mala leche.
«Cobarde», «sinvergüenza», «traidor», «corrupto», «hijo de puta». «'Zapaduros', vergüenza debería darte», «cómplice de Maduro», «miserable», «vete para Venezuela», «cómplice de la dictadura», «vete, que te está esperando Delcy», «socio del asesino», «delincuente», «violador de derechos humanos», «impresentable», «Zapatero, alimaña, vergüenza para España», «mercenario», «tienes las manos manchadas de sangre», «las minas de oro que te regaló Delcy son la sangre de los venezolanos», «cómplice de torturadores de niños y niñas», «ahí viene el camión de la basura, debe ser él», «da la cara, cobarde», entre otras lindezas, en la espera de unos cuarenta venezolanos divididos en dos grupos.
Por mucho que el número fuera reducido, parece evidente que ellos no tienen demasiadas dudas sobre el papel del expresidente en los últimos acontecimientos. El ambiente recordaba al de una semana antes en la Plaza de las Cortes: un pueblo enfadado, pero esperanzado. Un venezolano manifestándose no deja de ser algo así como un canario en una banda de 'death metal': no les pega. Así que rápidamente los insultos se tornaron en gritos de «Libertad, libertad», «Edmundo presidente» y «Venezuela, Venezuela». Un argentino que pasaba los animaba: «Denle duro». Y otro compatriota, de Valencia - de Carabobo, no del Turia-, vaticinaba que «si no se corta esa cabeza de serpiente, dentro de tres años estaremos pidiendo democracia para España».
Y mientras tanto, Zapatero, que bajaba del coche oficial como un cantante de música ligera en Benidorm, escuchando los insultos con esa sonrisa como de luna de Garfield y las cejas como acentos circunflejos. El rostro visiblemente cansado y el lado derecho del pelo desvelando de qué lado había dormido la siesta. Ojos rojos, ojeras como bolsas de pescado, sonrisa nerviosa y diría que cierta vergüenza. Y he de reconocer que le entiendo, hay que tener muy pocas luces o muy pocos principios para situarse en esa equidistancia miserable, para repetir como un papagayo palabras vacías como «talante, diálogo, consenso» y toda una familia semántica que se va por el retrete cuando dices «conflicto» para referirte a un golpe de estado y «situación compleja» para no decir «dictadura».
Dentro del acto, pinchazo de público -calculo sesenta personas- e intervenciones rozando el delirio y el bochorno. Lo del pinchazo lo comprendo, es complicado que se te vea apoyando a alguien como Zapatero. De hecho, ningún ministro ni cargo del PSOE se dejó ver, con la excepción de Félix Bolaños, pagafantas 'in- chief'. Y no será porque no haya gente que le debe cosas, sino más bien porque el perfil bajo parecía profilaxis impuesta. Concluido el show pornográfico del interior, otra pitada a la salida, con la sensación de que Zapatero se une al plan de Sánchez de no poder salir a la calle sin ser increpado. Ronda de insultos y la extraña sensación de haber asistido a una reunión de actores dándose palmaditas en nombre del amor universal, sin una sola referencia al papelón indigno del indigno ZP. Y a casa, que jugaba el Madrid.
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