(Re)descubriendo a Adalid: de heredero mercantil a pionero de la ópera gallega
Un libro impulsado por la RAG repasa la vida y las composiciones del maestro coruñés que replanteó el género
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De la infinidad de nombres que pueblan la Historia, solo unos pocos trascienden a la posteridad. Y cuando sucede suele deberse a algún logro sobresaliente, a un hito que, por un motivo u otro, se vuelve inolvidable. O, quizás, a una aportación que marcó una ... estela para que otras la siguiesen después. Es el caso del coruñés Marcial del Adalid (1826-1881), compositor decimonónico al que no amedrentó la idea de reivindicar el patrimonio gallego, aunque la tendencia llevase a sus contemporáneos a buscar una escuela española diferente a las imperantes italiana o francesa. La semana pasada se publicó 'Marcial del Adalid e o seu legado na Real Academia Galega', una obra de libre acceso que acerca su figura y repasa esa trayectoria académica que lo convirtió en pionero de la ópera gallega.
La historia de Adalid tiene origen en la alta cuna coruñesa, en una familia de comerciantes pertenecientes a la burguesía empresarial e industrial herculina del siglo XIX. Como consecuencia afortunada de haber nacido en posición acomodada, se le proporcionó una educación pensando en prepararlo para la vida en sociedad, con la música como parte fundamental de esa formación. Sin embargo, a diferencia de muchos de sus contemporáneos, su afición trascendió el ámbito doméstico y se convirtió en una vocación profesional.
A lo largo de su vida, Adalid se dejaría influenciar por algunos referentes de ese tiempo a escala global, caso de Chopin, Mendelssohn o Beethoven. Pero esa fascinación no le haría olvidar su patrimonio natal: Adalid combinó esas referencias con un marcado carácter gallego, incorporando melodías y textos de su tierra natal a sus composiciones. Al hilo, su esposa, la escritora Fanny Garrido, desempeñó un papel clave en esa trayectoria, aportando textos que él musicalizó y asegurando la publicación de su obra tras su muerte.
«De Adalid se conoce hoy su protagonismo en la historia de la música gallega por composiciones en las que emplea melodías populares o las emula», explica Laura Touriñán, autora del citado libro y de una tesis doctoral centrada en su figura. El modus operandi que menciona se plasma en sus obras de canto y piano -caso de su colección de cantares tradicionales-, pero el interés de Adalid por lo autóctono aparece también en sus textos, que escribe en lengua gallega y siguen «temáticas que aluden a temas costumbristas propios, gallegos, a una razón de ser».
Porque la singularidad del coruñés emana de su contribución al nacionalismo musical de Galicia antes de que se consolidara como movimiento. Mientras en otros lugares de España se buscaba una ópera nacional basada en la historia patria, él desarrolló producciones con temáticas gallegas, como 'Pedro Madruga', en formato de zarzuela, e 'Inés y Bianca', considerada la primera gran ópera gallega. También destacó en la música de salón con los referidos 'Cantares viejos y nuevos de Galicia', una colección de 25 canciones, muchas de ellas escritas por su esposa. «Fue muy rupturista en la época, muy innovadora, esa composición», pondera Touriñán. El objetivo de Adalid no se limitó a interpretar melodías populares buscando solo la originalidad, sino a «componer música, diríamos hoy, académica, clásica, que tuviese esa sonoridad gallega», subraya la experta.
La trayectoria del compositor puede dividirse en tres etapas: en su juventud, su obra escoraba hacia un estilo romántico y chopiniano, con presencia de valses, nocturnos y piezas de música de cámara. En su madurez, su aproximación se vuelve más estructurada y clásica, influido por Mendelssohn y Schubert en sus romanzas sin palabras, sonatas y obras vocales. Y es en su época veterana, tras haber residido en Londres y París, cuando consolida su identidad en torno a ese «color galaico» distintivo, con canciones y piezas para piano inspiradas en la música popular gallega.
La relevancia de Adalid se extiende más allá de Galicia y España. En el Madrid de los años 50, donde él residió, su figura fue reconocida en debates sobre la identidad musical nacional, y en los 60 consolidó su nombre en el ámbito internacional con la publicación de diez obras en las prestigiosas editoriales Flaxland y Richault. Ese reconocimiento tardío se debe, en parte, a su carácter innovador en un movimiento más amplio de búsqueda de identidad cultural, en el que participaron compositores contemporáneos a él, como José Inzenga o Marcial Valladares.
Detalla Touriñán que su formación en un entorno burgués influyó en su visión artística; y, aunque «no hay ningún testimonio en el que él diga 'mi padre quería esto'», es evidente que la melomanía terminó superando su voluntad de heredar el negocio familiar. Su educación le permitió acceder a referentes internacionales a través de la biblioteca familiar -donde se conservaban partituras de Beethoven, Rossini y Chopin-, y se teoriza, a raíz de anotaciones en ciertos documentos, que durante su estancia en Londres llegó a ser alumno privado de Moscheles. Todo ese bagaje sería crucial para su evolución y nutriría su apuesta por fusionar la tradición musical europea con la gallega.
Además de destacar en su faceta compositiva, Adalid también dejó huella en la pedagogía musical. Muchas de sus piezas estaban destinadas al aprendizaje y al disfrute en los salones de la época, diferenciando entre obras de concierto y un repertorio más accesible para el aficionado medio. De hecho, fue profesor en instituciones recreativas de La Coruña, lo que evidencia su compromiso con la formación musical.
Al alcance de todos
El legado de Adalid perdura hoy gracias al trabajo de recuperación y catalogación en torno a su obra, algo en lo que Touriñán tiene mucho que ver y que complementa a la perfección su reciente biografía. Primero, en 1928, la hija de Adalid donó parte de la biblioteca familiar a la Real Academia Gallega (RAG), institución que hoy conserva la mayor parte de sus composiciones.
Y, por otro lado, la autora llevó a cabo una labor exhaustiva de catalogación de todas esas partituras, identificando un total de 289 obras, de las que solo 17 se encuentran en otras instituciones. «La labor fue de revisión de todas ellas, de catalogación pormenorizada y, sobre todo, catalogación con criterio musicológico», señala la experta. Este repertorio, accesible en la web de la RAG, permite a investigadores y músicos acercarse a su producción, garantizando que su legado permanezca vivo. Con él, Touriñán ayuda a que la obra de Adalid siga siendo hoy objeto de estudio y revalorización.
El proyecto de recuperación de su legado también ha puesto en valor la figura de Fanny Garrido, quien desempeñó un papel fundamental en la difusión de su obra. Gracias a ella, se publicaron póstumamente piezas como 'Enfantillages', y su testamento refleja la voluntad de continuar el trabajo de su marido. Además, su contribución a la literatura y el mecenazgo cultural refuerzan la relevancia de esta pareja en el ámbito artístico del siglo XIX.
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