Isabel de Inglaterra, en Sargadelos

Sargadelos es un modelo de empresa con los cinco sentidos puestos en lo que se lleva, y de ahí que estemos esperando de un momento a otro la cerámica de un Vinicius bailando un gol o la del joven tenista Alcaraz raqueta en ristre.

Nada más depositada Isabel de Inglaterra en el castillo de Windsor ya tenía Sargadelos en los escaparates de sus franquicias la cabeza de Su Majestad coronada en azul cobalto. La primera edición de la figura se agotó inmediatamente, como era de esperar. Una vez más queda demostrado que sin olfato comercial no hay negocio que valga. O sea que quedamos a la espera de los fastos de la coronación de Carlos III para ver a salir de las muflas sargadelinas la augusta cabeza de Su Majestad británica, quizá resaltando las regias orejas.

Cuando Sargadelos cambió de manos y pasó de ser un símbolo a ser una empresa de verdad, profesionalizando cargos directivos y reflotando la cuenta de resultados, cuando entonces, decimos, hubo quien se adelantó a entonar el gorigori y vaticinar el inevitable derrumbe del anillo mural de la fábrica diseñada por Fernández Albalat. Sanear Sargadelos era, por lo visto, profanar la memoria de Castelao y de toda la comitiva de su 'Alba de Gloria'. Pero se ha visto que lo que se temió demolición en realidad fue resurrección. Y ahora uno se imagina la 'verum caput' de Isabel de Inglaterra fabricada en caolín de A Mariña y expuesta en todos los escaparates de Oxford Street. Galicia por el mundo.