Con espíritu navideño

Pero volvamos a lo nuestro. Resulta que el portavoz del PP se considera vejado por el señor presidente de la lisiada corporación, un socialista fácilmente predecible. No es para menos: el señor presidente ha osado poner en duda la densidad política que se alberga bajo el cuero cabelludo del señor portavoz, afrenta gravísima que, naturalmente, exige reparación inmediata, pública y constancia en acta. O eso, o duelo a primera sangre según el código del marqués de Cabriñana. Es fácil imaginar el pensamiento no expresado que, ante la tragedia, albergan los adentros del señor presidente: «Déixate de coñas e imos votar».

Ahora, en serio: no se puede dejar en manos tan infantiles el manejo de un presupuesto de 116 millones de euros. Ya sabemos que las diputaciones no tienen mucha razón de existencia, pero al menos quienes viven de ellas deberían hacer un esfuerzo por dignificarlas y por tratar de evitar que los salones de plenos se conviertan en pistas circenses.

El final del vergonzoso episodio ya se lo imaginará el lector: herido en su dignidad, el señor portavoz del PP abandonó el aula en compañía de los señores diputados de su grupo y público afín. Y con gritos de «tongo, tongo», acabó ahí la divertida disputa entre el clown y el augusto.