Alguna que otra duda

Cuando Xesús Alonso Montero -95 años en plenitud de lucidez- dejó la presidencia de la RAG, algunos nos temimos que su renuncia abría un hueco que solo él era capaz de llenar. No nos equivocamos. El desistimiento del profesor Alonso Montero dejó a la más que centenaria institución huérfana de erudición, desvalida de respeto gramatical e indefensa ante las arremetidas con que los propios académicos zahieren al idioma que, en teoría (y supongo que estatutariamente) están obligados a innovar (innovat), cierto, pero también a expurgar (expurgat) de errores y a escoger (colligit) entre las discutibles ofertas semánticas.

Se cree en un lengua cuando se la defiende de las arremetidas de la barbarie y cuando no se sucumbe ante la dictadura de la corrección política. Por eso, cada vez que oigo al presidente de la RAG arrancar su perorata con un «boas tardes a todos e todas», echo de menos la creación de una 'aduana da lingua' cuyos funcionarios, gramática en mano, impidan el acceso a cargo públicos a los deturpadores de idiomas, sea el gallego, el castellano o cualquier otro.

Dejamos para otra ocasión un tema espinoso: las razones que expliquen el veto (cada cosa por su nombre) a personalidades mayúsculas del universo literario y gramatical de Galicia, ya en el terreno de la investigación, ya en el de la erudición, ya en el de la creación. Pilar García Negro, Paco Martín, Claudio Rodríguez Fer, Xavier Baixeras o Armando Requeixo son nombres, entre otros varios, que permiten albergar alguna suspicacia sobre los criterios de selección utilizados por los conspicuos continuadores del camino iniciado por Murguía.