Análisis
La mala conciencia del PSOE por la campaña de Besteiro
Impusieron una estrategia de entrega al BNG que su candidato asumió sin rechistar
Sánchez y Besteiro, durante la campaña de las autonómicas
Concluido el congreso federal del PSOE –celebrado a mayor gloria de Pedro Sánchez y convertido en un distribuidor de consignas internas para resistir la ofensiva judicial que asedia al presidente del Gobierno, su entorno y su partido–, la hoja de ruta marcada es ... la renovación de los liderazgos territoriales para plantarle batalla al PP en las próximas autonómicas. Sánchez sabe que para resistir el empuje de la derecha en las generales necesita un mayor poder territorial.
La consigna es mantener aquellos barones que ganan y gobiernan, como el manchego García-Page y el asturiano Barbón. Pero en el resto de territorios se buscan nuevos referentes políticos que refresquen el partido. Habrá lugares –como Aragón, Extremadura, Comunidad Valenciana o Baleares– donde la renovación sea obligada, porque los expresidentes han dado un paso atrás o han encontrado nuevo destino político. En otros donde no se gobernaba, como Madrid, Castilla y León o Andalucía, la estrategia es apostar por caras nuevas. Pero la que no aparece por ningún lado es Galicia.
Se da por hecho que habrá congreso gallego en el primer trimestre del año próximo, y que a él concurrirá buscando una reválida el actual secretario general, José Ramón Gómez Besteiro. Así lo confirmó él mismo en ABC hace unas semanas. Y lo llamativo es que con los resultados obtenidos en las autonómicas de febrero Ferraz no quiera aplicar el argumento de la renovación que sí va a emplear en otros territorios, incluso en aquellos –como Castilla y León o Andalucía– donde los liderazgos sí tienen un amplio respaldo de la militancia.
Mirados al microscopio, los datos de las elecciones gallegas fueron devastadores para el PSdeG. No es que retrocedieran como tercera fuerza a nivel autonómico, es que lo hicieron en feudos urbanos con alcaldes más que consolidados, como Vigo o La Coruña, sus dos grandes referentes municipales. En la ciudad olívica, donde Abel Caballero obtuvo el 60% diez meses antes, los socialistas cayeron cuarenta puntos. Si eso no justificaría una sustitución al frente del partido regional...
Y sin embargo, no va a suceder. ¿Hay algún motivo desconocido por el que Ferraz –es decir, Pedro Sánchez– mantiene inquebrantable su confianza en Besteiro? ¿Hay alguna percepción respecto a la capacidad política del líder gallego que está pendiente de aflorar pero que Moncloa sí considera valiosa y merecedora de una apuesta a medio plazo?
Quizás la respuesta no sea tan rebuscada. Y tiene que ver con la mala conciencia de la dirigencia del PSOE respecto del diseño de la campaña que le impusieron a Besteiro en las últimas autonómicas. Hagamos memoria. Recordemos un líder vestido de gris, con propuestas transparentes basadas en el seguidismo a Pedro Sánchez, y aquellas que tenían verdadero potencial –como la promesa de la gratuidad de la AP9 lanzada en el debate a cuatro de la TVG– escondidas y no reiteradas con la potencia que habría sido lógica.
Hay otra realidad interna en el PSdeG, y es la ausencia de referentes válidos que pudieran ser una alternativa a Besteiro
La consigna de Ferraz era evitar cualquier ataque al BNG y resignarse a ser la fuerza secundaria en un hipotético bipartito liderado por Ana Pontón. El PSdeG entregó sus armas a su 'compañero' de posible coalición y le cedió el protagonismo como alternativa al PPdeG de Alfonso Rueda. A Sánchez no le interesaba Galicia por el hecho de alcanzar su gobierno autonómico, sino por la derrota que infligiría a Alberto Núñez Feijóo y el debilitamiento que habría provocado en su liderazgo en el PP nacional. Y dio por buena la estrategia de trabajar a favor del BNG aunque eso significara sacrificar a su propio candidato, ese que él mismo rehabilitó para la política un año antes, tras archivarse la última de las causas que contra él había abierto Pilar de Lara.
El grado de abandono sufrido por el PSdeG llegó hasta el punto de ver a los medios de la órbita progresista alentando las posibilidades de victoria del BNG y desahuciando sin pudor al candidato socialista. Nunca la maquinaria monclovita había jugado en Galicia tan a favor de los intereses de un tercero con tal de intentar derrotar no ya a Rueda, sino al inquilino de Génova 13.
Hay que reconocer que Besteiro, de manera disciplinada, asumió el diseño de campaña que le vino impuesto y lo ejecutó sin rechistar. Durante aquellos días de febrero hacía como si no pasara nada, como si lo que parecía evidente a ojos vista de cualquier periodista o analista político fuera un espejismo. Aún hoy sigue esquivando la cuestión y reconduce cualquier pregunta a hablar del presente y el futuro. No está en su ánimo levantar polémicas al respecto, seguramente porque sabe que Ferraz asume sus culpas. Y también es probable que en el 'contrato' para regresar a la primera línea política estaba el hecho de asumir el resultado que fuera y continuar al frente del partido.
Hay otra realidad en el ámbito interno del PSdeG, y es la ausencia de referentes que pudieran encabezar una alternativa a Besteiro. Los nombres propios del partido son sus alcaldes urbanos. A Caballero no solo lo inhabilita su limitado predicamento –funciona solo en Vigo– sino también su edad; Inés Rey está en un proceso de crecimiento pero tiene todavía pendiente su consolidación en La Coruña; en Lugo, las dos últimas alcaldesas –Lara Méndez, ahora en el Parlamento; Paula Alvarellos, su sustituta– no han conseguido crecer electoralmente a pesar de sus coaliciones estables con los nacionalistas. Y en el resto de ciudades, el PSOE naufraga.
Algunos nombres que en algún momento se manejaron –véase el de Isabel Pardo de Vera– cayeron en desgracia y no parece que pierdan esa consideración. El retorno de Gonzalo Caballero se antoja improbable, dada su limitada prédica interna. Y solo quedaría la incógnita del exministro José Miñones, colocado con un suculento sueldo en Mercasa, designado por el mismo dedo que –llegado el caso– puede decidir arrebatárselo y señalarle una hipotética candidatura a la Xunta en 2028. Pero mientras eso llega –y si es que se en algún momento se produce–, el hombre es Besteiro.