Calle del Príncipe
España funciona pero debemos mejorar
O trabajamos el paisaje, lo transformamos y lo cultivamos o el bosque será un castigo para la comunidad humana
Carlos Príncipe
Era un niño del barrio del Calvario en Vigo cuando vi los primeros incendios forestales, nada que ver con los de hoy. Asistí también a las primeras campañas de reforestación hechas en el franquismo y conocí la primera campaña publicitaria de televisión (1963) con el ... conejo Fidel y la famosa frase «Cuando un monte se quema, algo suyo se quema». En casa éramos de los pocos que teníamos televisión en la calle Sagunto, en blanco y negro y solo una. Nuestra sociedad se preparaba para celebrar en 1964 los 25 años de paz, la dictadura estaba en pleno desarrollismo y el campo se vaciaba para aumentar la población de las ciudades. Todavía no era época de sobrecalentamiento, pero ya la desertización del rural cambiaba el paradigma.
Antes, las comunidades humanas vivían del bosque. Con el crecimiento de las ciudades y los cambios económicos -causados por la industrialización primero y la terciarización después-, los bosques empezaron a ser una amenaza para esas mismas personas que habían tenido en el bosque un recurso energético y de materiales para la vida rural.
Ese proceso nos ha llevado a que hoy la biomasa que se acumula en los bosques sea un riesgo para nuestra sociedad. La política idealista de aislar el monte, no usarlo y no rentabilizarlo nos ha llevado al problema que estas últimas dos semanas ha angustiado a la sociedad gallega y española: los megaincendios, esos nuevos huracanes que no podemos controlar a pesar de España tener un dispositivo de extinción de fuegos forestales muy bien dotado y considerado entre los tres mejores de los países desarrollados. Comparen nuestro dispositivo con el que han visto ustedes recientemente en California, Australia, Italia, Grecia o ahí al lado en Portugal.
Es evidente que el problema no esta en la extinción. Cuando hay tal cantidad de biomasa que entra en combustión, la sociedad ya ha perdido la batalla. Nuestro esfuerzo debe ir dirigido a que ese peligro sea una nueva oportunidad de creación de riqueza, nuevos empleos y mejora ambiental. Recomiendo que lean los debates que organizados por la fundación Felipe González se han desarrollado en diferentes foros y con expertos variados para conseguir que el bosque vuelva a ser una fuente de riqueza y bienestar, usando nuestros bosques con racionalidad, huyendo del fundamentalismo romántico y ecologista falso que quiere hacer un bosque ideal para contemplar.
Necesitamos bosques trabajados y cuidados y productivos. Prefiero bosques de eucaliptos cuidados y explotados, aunque los compre Altri, que carballeiras abandonadas a su suerte, llenas de rastrojo y monte bajo que son una bomba latente para nuestras aldeas y nuestros paisanos. O cambiamos y hacemos del bosque un elemento productivo y útil diario, o esos bosques para el fin de semana y vacaciones serán nuestra nueva pesadilla natural. O trabajamos el paisaje, lo transformamos y lo cultivamos o el bosque será un castigo para la comunidad humana.
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