Los molinos de viento

Lo de instalar molinos de viento o paneles en los tejados eran cosas de ecologistas y de experimentos nórdicos que nos quedaban muy lejos.

Pero han pasado los años y el futuro es presente. Los molinos de viento generan hoy el 50% de la energía que se produce en Galicia, Meirama ya no quema carbón y a As Pontes le queda poco.

Esta misma semana se daba el visto bueno a un centenar de parques eólicos, catorce de ellos para abastecer a empresas de la comunidad como Alcoa.

A pesar de todo esto hay grupos políticos y colectivos ecologistas y vecinales que ponen el grito en el cielo cada vez que se solicita una autorización. Hay un procedimiento para descartar instalaciones en áreas sensibles (se han rechazado algunos por afectar al águila real) y quienes abogan por «eólico si, pero non así» no acaban de explicar cuál sería su fórmula ideal.

Según los datos del sector, están pagando de media 15.000 euros anuales a cada propietario de los terrenos en los que están instalados los aerogeneradores. No dan para vivir, pero sí son una ayuda importante a miles de economías familiares o a las cuentas de los montes vecinales. Si de repente se retirasen los molinos sí habría protestas de verdad.

Los parques están en zonas altas muy expuestas al viento difícilmente utilizables para la agricultura y compatibles con la ganadería extensiva y los aprovechamientos forestales. Basta con dar una vuelta por la A-8 para ver qué tranquilas pastan las vacas y los caballos con el zumbido de fondo de las aspas.

¿Debemos llenar Galicia de molinos? Evidentemente no, hay que cuidar el paisaje, pero entre esto y lo de quemar carbón no hay color.