Crónicas atlánticas
Borrachos y peregrinos
Podemos tomar nota de las incoherencias de quien toma las decisiones
Alerta en Santiago: un peregrino se ha comido un bocadillo en la plaza del Obradoiro. Paren la rotativa, que otro se ha bebido una cerveza. ¿A dónde vamos a llegar? Hay incluso quien canta o reza después de un mes caminando hacia Compostela.
Retranca aparte, ... las autoridades municipales tienen todo el derecho del mundo a regular qué se puede y qué no se puede hacer en los espacios más visitados de la ciudad, faltaría más, pero los ciudadanos también podemos tomar nota de las incoherencias de quien toma decisiones motivadas más por la ideología que por mejorar la vida de los vecinos.
A pocos metros del Obradoiro, en la dársena de Juan XXIII, hay a diario peleas, trapicheos y consumo de drogas. El concello quiere cobrar a los excursionistas, pero da la impresión que no pone tanto empeño en evitar la delincuencia del lugar por el que entran cada día miles de visitantes. Hay limpiadoras que acuden a trabajar con sus hijos y maridos por miedo a lo que les pueda ocurrir.
En esta redada antituristas no está solo el ayuntamiento, hay una parte de asociaciones y entidades del ámbito de la izquierda y el nacionalismo que comparten el desvelo por el consumo de refrescos en la zona histórica, resoplan y suben videos de conductas incívicas que sin embargo son chiquillerías al lado de los restos de papel de aluminio quemado que aparecen todos los días en muchos portales del Ensanche y que alertan del consumo de heroína. El vecino que se aguante, siempre que quien moleste no sea peregrino.
Si uno echa un vistazo a las redes sociales puede pensar que el compostelano típico es turismofóbico y está preocupadisimo por en ruido que hacen los visitantes a las once de la mañana y sordo, sin embargo ante botellones, trapicheos y jaleos nocturnos.
No es así, lo que ocurre es que quien no ha dormido por el ruido del borracho no se dedica normalmente a postear contra el desvarío, como sí hace quien ha tomado como leitmotiv el quejarse del turista. Llama a la policía, toma nota y se la guarda para las siguientes elecciones.