Crónicas atlánticas
El alcalde ideal
Nunca hemos visto a tantos políticos bailando, tomando vermut, felicitando a sus madres y desayunando churros
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Iniciar sesiónHabrá quien vea una frivolidad en eso tan de moda ahora de mostrar la cara humana de los candidatos. Uno toca la guitarra con los colegas de toda la vida, el otro jugaba a fútbol en la plaza de la Quintana cuando era niño. Nunca ... hemos visto a tantos políticos bailando, tomando vermut, felicitando a sus madres y desayunando churros.
Sería un drama si lo único que supiéramos fuese su signo del zodiaco y su plato favorito, pero no si esos detalles de salseo van acompañados de información veraz de cómo lo han hecho y de qué pretenden hacer los próximos cuatro años con el vecindario.
Un batallón de baches por la ciudad no se compensa con una vuelta en la noria ni con veinte saludos a bebés y cachorros en las fiestas de la Ascensión. El desinterés de cuatro años hacia el pueblo que pretendes representar no se tapa con pasodobles en la verbena ni con paseos del ganchete de ministros.
A Bugallo no le gusta el bacalao, heredó de su padre la fobia por un pescado por el que nuestros abuelos pasaban meses embarcados en condiciones infrahumanas, y a Marta Fernández Tapias le van los deportes de aventura. Lo hemos visto en esta campaña del 28M y no está mal.
El político robot que sonríe y saluda desde lejos no va hoy en día a ningún sitio. El que pretende solucionar con simpatía y naturalidad la falta total de gestión tampoco.
¿Mejor un cocón eficaz y trabajador o un lercho inútil más cigarra que hormiga? Si hay que elegir, para el ciudadano casi mejor que esté centrado en aquello por lo que le pagamos, pero en la práctica quien tiene ese perfil no suele repetir a los cuatro años.
El otro extremo tampoco funciona, hay más de un ejemplo reciente de regidor estupendo para ir de cañas, simpático y natural con la gente pero necio para centrarse en las labores de despacho.
En la política, como en casi todo en la vida, el camino del medio está la virtud. Y no es fácil.
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