El BNG, ante su asamblea decisiva
Las distintas corrientes nacionalistas toman posición de cara al cónclave, bajo la sombra de la ruptura interna
El Bloque Nacionalista Galego se ha citado en otoño en el diván para resolver —a ser posible, de forma definitiva— cómo frenar la sangría electoral que sufre desde que Xosé Manuel Beiras abandonó su liderazgo —maquillada con el paso por la Xunta y los bipartitos ... locales— hace ya una década. Pero no acaba de tener claro si lo que padece son problemas de organización interna por el férreo control que desde hace treinta años mantiene la hegemónica UPG o de discurso político tras tres décadas de autonomía y un currículum no tan intachable tras su paso por la Xunta.
La asamblea nacionalista lleva camino de convertirse en un punto de inflexión, por varias razones. La primera, por las continuas amenazas de Beiras de que o se respetan a minorías como la suya, o él y sus «irmandiños» se escindirán. La segunda, que la Unión do Povo Galego puede perder la manija de una organización que vuelve a reunirse en un cónclave de forma abierta, desterrando la representación por delegados instaurada por Anxo Quintana para normalizar la vida interna del Bloque.
De hecho, ya estuvo a punto de perderla en 2009, pero la negativa de Beiras a pactar con +Galiza, la corriente que lidera Carlos Aymerich, permitió a Francisco Rodríguez y su gente colocar a Guillerme Vázquez como portavoz nacional, y hacerse al mismo tiempo con el control del aparato. La UPG vuelve a apelar a la necesidad de conformar una candidatura «de unidad» de cara a la asamblea, achacando precisamente a las voces discordantes los fracasos electorales, informa Ep.
«No se contó con la estabilidad interna necesaria para dar una imagen social de fuerza política cohesionada y unida», para lo que proponen que la Executiva Nacional sea proporcional en su conformación a los resultados de la anterior asamblea, manteniendo así su condición de fuerza mayoritaria. La justificación, «reforzar la unidad y la corresponsabilidad». El brazo marxista-leninista del BNG pide además que se practiquen «advertencias o reprobaciones de oficio» a los miembros de la dirección que tengan actitudes o comportamientos «gravemente desleales o contrarios a la unidad del BNG a través de intervenciones públicas que violen en la práctica acuerdos democráticamente tomados o resulten abiertamente agresivos o descalificadores de la dirección o alguna corriente», esto es, lo que Beiras ha venido haciendo desde hace una década.
+Galiza no comparte la obsesión por la unidad y la representación forzosa. Aymerich sostiene que, de existir más de una candidatura a la Executiva Nacional, este órgano de dirección quede compuesto por la lista más votada en vez del reparto proporcional entre las distintas corrientes. Bajo este mismo criterio, piden acabar con la representación directa de partidos y colectivos en el Consello Nacional, si bien plantea también el sistema de listas abiertas en los procesos internos. El sector moderado del nacionalismo coincide con los «irmandiños» en reclamar un papel más decisivo de los alcaldes en la definición de las políticas del BNG.
Aymerich reclama también que se instituya que quien ocupe la Portavocía Nacional será además el candidato a la Presidencia de la Xunta, para evitar interinidades como la de Guillerme Vázquez. El debate territorial tampoco se abandona. El MGS aboga directamente por la «superación de la vía autonomista» y la reivindicación de la «plena soberanía de Galicia», al tiempo que piden que se acabe «con la proscripción de las ideas independentistas» que la dirección del BNG siempre había desterrado públicamente.
En el seno nacionalista se ha extendido la reflexión de que parte del alejamiento de la sociedad respecto al nacionalismo es fruto de su estructura y continuo debate interno. Del discurso ideológico, nada nuevo. Las cuatro corrientes —las ya citadas y la radical Movemento Galego ao Socialismo (MGS)— coinciden en el objetivo genérico de recuperar el peso perdido entre la ciudadanía, manteniendo una posición de izquierdas, con especial beligerancia hacia el poder financiero.
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