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Perfil

Manuel Charlín, el patriarca del narcotráfico gallego

A sus 86 años, su detención y posterior puesta en libertad a raíz de la operación Barranca Bermeja ha devuelto a la actualidad a Manuel Charlín Gama. Considerado por la Policía como el líder de uno de los clanes más peligrosos de Galicia, el patriarca de los Charlines logró salir limpio de la célebre Operación Nécora, aunque ha estado más de veinte años entre rejas por otros asuntos relacionados con el tráfico de drogas, el blanqueo de capitales o el fraude fiscal

Manuel Charlín este viernes tras su puesta en libertad a raíz de la operación Barranca Bermeja EFE | Vídeo: El jefe del clan Charlín quedaba en libertad el pasado día 10 de agosto ATLAS

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Tiene 86 años y hace más de treinta que en toda la ría de Arousa se le conoce con el apodo de «O Vello». No obstante, su extenso historial delictivo y su carácter de persona fría, distante y vengativa ha hecho que la Policía considere a Manuel Charlín Gama (Vilanova de Arousa, 1932) todo menos un entrañable jubilado. Señalado como el líder del clan más peligroso de Galicia, tanto él como la mayor parte de los miembros de su familia han protagonizado algunas de las páginas más negras de la historia del narcotráfico en la Comunidad. La última, esta misma semana, cuando el patriarca de los «Charlines» y su hijo Melchor eran detenidos y posteriormente puestos en libertad tras la macrooperación policial Barranca Bermeja, que logró interceptar en alta mar un alijo de dos toneladas y media de cocaína que viajaba en dirección a las costas gallegas.

Hijo de un marinero y una mariscadora, con apenas 25 años Manuel Charlín cambió las redes y los aparejos de pesca por el contrabando de aceite, café, medicamentos y todo tipo de productos que él y sus colaboradores introducían desde Portugal. Su habilidad con los negocios y sus contactos con el país vecino fueron cruciales para dar el salto del estraperlo al tráfico de tabaco de la mano de Vicente Otero (Terito). Después llegaría el hachís, los vínculos con las grandes mafias colombianas, y la tentación de sobrepasar la «línea roja» que para muchos suponía el tráfico de cocaína, mucho más rentable que el «rubio de batea».

Cuentan en la Ría de Arousa que ya en la década de los 70, coincidiendo con el auge de la película «El Padrino», el patriarca de los Charlines empezó a recibir el apodo de «Don Corleone». No en vano, frente al carácter afable y campechano que proyectaban sus compañeros Laureano Oubiña o Sito Miñanco, la trayectoria de «O Vello» pronto empezó a estar salpicada por la violencia, los ajustes de cuentas y la sangre. De hecho, uno de los primeros episodios que lo llevaron a pisar la cárcel tuvo lugar en el año 1982, cuando fue detenido por golpear y encerrar en una cámara frigorífica a un camionero de Valladolid que le debía 17 millones de pesetas a raíz de una descarga de tabaco. «Le dieron hostias hasta en el carné de identidad», afirmaba entre risas el propio Manuel Charlín hace unos meses ante las cámaras de televisión al hilo del éxito de «Fariña», la serie sobre los narcos gallegos basada en el libro homónimo del periodista Nacho Carretero.

Otro de los aspectos que lo distinguió de los otros grandes capos fue su capacidad para convertir a su propia familia en un clan totalmente implicado en sus negocios. En una misma causa llegaron a sentarse en el banquillo el patriarca, su mujer, sus cinco hijos y dos nietos acusados de blanquear dinero del narcotráfico. La ventaja que le ofrecía este entramado familiar era que el negocio no se veía interrumpido a pesar de los prolongados períodos que Manuel Charlín y su prole pasaron entre rejas.

Veinte años entre rejas

Su detención más sonada tuvo lugar a raíz de la famosa Operación Nécora, en 1990, aunque tras la celebración del juicio cuatro años después el patriarca de los Charlines fue puesto en libertad sin cargos. Su actitud ante el tribunal desató la indignación de las madres coraje que plantaron cara a los señores de la droga en la Galicia de los 80 y 90. Charlín se presentó como un hombre humilde, sin estudios, sin autoridad entre los suyos y totalmente desvinculado de cualquier negocio turbio. «Hubo que meterme a mí en la cárcel para decir este es el jefe, este es el dueño, es el clan. ¿Pero clan de qué? Si no soy ni el clan de mi familia», respondió el patriarca durante la vista, en la que se afanó en explicar que cuando hablaba con clientes colombianos de atún blanco y atún negro no se refería a la cocaína y al hachís, sino a la mercancía de su fábrica de conservas.

Manuel y Josefa Charlín en la Audiencia Nacional durante un juicio por blanqueo de capitales EFE/FERNANDO ALVARADO

La alegría por salir limpio de la macrocausa le duró exactamente seis días, los que tardó en volver a entrar en la cárcel a raíz de la muerte del narco arrepentido Manuel Baúlo, asesinado a tiros por cuatro sicarios colombianos en su casa de Cambados tras delatar a los Charlines en sede judicial. Solo un año después, en 1995, el juez Baltasar Garzón ordenaba de nuevo su ingreso en prisión p or organizar el transporte en barco de un alijo de 600 kilos de cocaína desde Colombia hasta las costas gallegas, delito por el que fue condenado a 20 años de cárcel. Entre rejas sufrió un nuevo revés judicial que atacó esta vez a la fortuna que tanto él como su familia habían logrado amasar con sus negocios. En concreto, Manuel Charlín fue sentenciado a 15 años de cárcel y una multa de casi tres millones de euros por blanqueo y fraude fiscal, aunque en 2010 la aplicación de la doctrina del Tribunal Constitucional que facilitaba la refundición de las penas al cumplir más de una condena hizo posible su salida prematura de prisión con 78 años.

La puesta en libertad del patriarca no logró poner fin a sus visitas a los juzgados. Ese mismo año fue detenido junto a varios miembros de su familia en el marco de la Operación Repesca, que investigaba la red que el clan había elaborado para blanquear dinero de la droga. Manuel Charlín quedó libre tras el pago de una fianza de 30.000 euros, pero el varapalo para el patrimonio familiar fue más que considerable. Les fueron embargadas 58 viviendas por valor de unos 12 millones de euros y se intervinieron hasta 3 millones de euros de cuentas en Suiza. Un auténtica estocada para la insaciable ambición del patriarca, que intentó con escaso éxito recobrar algunos de sus bienes pujando por ellos en subastas públicas. El más emblemático, el pazo de Vista Real, otrora centro de reuniones del clan, fue adquirido por el Concello de Vilanova de Arousa por 1,2 millones de euros para ubicar allí varios servicios municipales.

Vida «tranquila»

Tras su puesta en libertad, no fue difícil encontrarse con el patriarca de los Charlines de vinos por los bares de la zona, en los que aseguraba haber optado definitivamente por llevar una vida tranquila gracias a su pensión de unos dos mil euros. Sin embargo, cada poco tiempo seguían saltando a la luz pública asuntos turbios que desmentían sus afirmaciones. Es el caso de la denuncia que recibió en 2011 por un presunto abuso sexual a una menor de edad o la paliza que él y su hijo recibieron el pasado mes de abril en su chalé y que los vecinos atribuyen a un nuevo ajuste de cuentas.

Con estos antecedentes, en la ría de Arousa pocos se sorprendieron al volver a ver esta semana el nombre de Manuel Charlín en las portadas a raíz de la operación Barranca Bermeja. «Tiene una adicción, una ambición desmesurada y ningún tipo de escrúpulos», insisten fuentes de la lucha contra la droga tras conocer el último episodio del historial delictivo del patriarca de los charlines. Alertan de que todo parece indicar que «O Vello» seguirá sin jubilarse definitivamente.

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