Más de lo mismo

Ya lo confesó el fin de semana pasado Ana Pontón. La premisa básica es «mantener lo que funciona». O más concretamente lo que la dirección nacionalista entiende que funciona, que no viene siendo lo mismo. Funcionó, sí, para en un contexto político muy singular –en plena pandemia, con el PSOE a la baja y el rupturismo implosionando– haber resurgido tras una década de reveses electorales y liderar la oposición con 19 escaños en el Parlamento Gallego. Pero está por ver que funcione para llegar a la presidencia de la Xunta, el objetivo al que dice aspirar la dirección nacionalista. En las encuestas, de hecho, no se atisban indicios que apunten a ello.

La UPG, en realidad, siempre ha sido una organización esencialmente conservadora en el plano orgánico. En su día, en plena irrupción de las mareas, prefirieron –aun a riesgo de verse reducidos a la marginalidad– preservar las esencias. Lo reivindicaba el sábado pasado Pontón: «acertamos manteniéndonos firmes en nuestros principios». Y ahora, superado ese trance y despejado de rivales su ángulo del tablero político gallego, deciden otra vez persistir en ese mismo planteamiento. Fidelidad al dogma. Una ortodoxia que queda garantizada con la continuidad en el Consello Nacional de Néstor Rego, Bieito Lobeira o Montse Prado.

De hecho, nunca ha estado en cuestión el paradigma. No queda ya corriente discrepante en el seno del Bloque Nacionalista Galego que ponga en entredicho como antaño la estrategia. Apenas son reconocibles fuera de ese universo las sensibilidades internas que divergen sobre el acento, nunca sobre la médula de la doctrina. Para algo han servido las escisiones y purgas en la última década.

Esta no será, así pues, una asamblea de disrupción –como Amio– ni siquiera de transformación medida –como la de 2016 en Palexco en la que se anunciaba una refundación que nunca se produjo–. En el Coliseum en La Coruña no habrá tampoco hoy revolución ni aun amago de evolución.

Más de lo mismo. Apenas una nueva capa de maquillaje en el andamiaje del frente nacionalista. Esa es la mayor concesión a la heterodoxia que se plantea el Bloque. El tono. Un discurso edulcorado que disimule que en realidad el programa político no ha variado ni un ápice. Un relato más centrado en cuestiones concretas a las que creen poder sacarles rédito electoral, pero sin renunciar ni una migaja a los viejos mitos del nacionalismo. El objetivo último fue siempre, es y seguirá siendo –como reiteran los documentos que llegan a la asamblea de hoy– la «consecución de un nuevo estatus de nación».

Para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Ni la desmesurada sobreactuación de Ana Pontón dilatando meses el teatrillo de su reflexión personal sobre su papel en la organización ni la impostura de fingir que están dispuestos a –como afirman las tesis políticas que hoy serán refrendadas en el Coliseum de La Coruña– «superar el hiperactivismo caótico».

No, ni la Portavoz Nacional del BNG ni la propia organización han dado muestra alguna de que estén dispuestos a desmentirse a sí mismos y a su trayectoria. Pueden matizar las consignas, pero no se aprecian indicios de que vayan a renunciar a la política de pancarta ni a seguir siendo los profetas del apocalipsis.

Ni cambio de caras –al frente del timón sigue estando la misma apparatchik– ni cambio de planteamientos –matices tácticos, pero no estratégicos– ni cambio de programa –el mismo catecismo soberanista– ni cambio de aliados –con ERC y Bildu como referentes–. Más de lo mismo. De esta asamblea de hoy del BNG en La Coruña saldrá el mismo BNG de siempre.