Cultura
Cuando un músico se jubila
Serguei Rechetilov, contrabajista de la OSG, dijo adiós a la vida activa a comienzos de mes. Pero le queda la música
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Iniciar sesiónHa pasado un mes desde su último concierto, un par de días más desde su último ensayo. Pero Serguéi Rechetilov todavía necesita algo más de distancia para acercarse al Coliseum de La Coruña a escuchar a la Sinfónica de Galicia desde el patio ... de butacas. «Quiero que pase un poco de tiempo», confiesa, «a nivel emocional es difícil, tengo que asimilar que la OSG funciona sin mí». No es una presunción vanidosa. Es la secuela artística de haber formado parte del conjunto coruñés desde su fundación en 1992. El pasado 30 de octubre, a sus 66 años, colgó el arco de su contrabajo y abrazó la jubilación . El intérprete lo deja, pero la música no lo abandona, aunque incluso para acariciar su instrumento, detrás del que lleva 50 años, quiere «reorganizarse». «Tengo claro que seguiré tocando», afirma, «me apetece, pero más adelante».
Hay un vínculo especial entre un intérprete profesional y la música, una suerte de relación consanguínea, que no se esfuma con el retiro, pero que necesita de transformarse para que la nostalgia no abrume, no colapse los sentidos. Es un proceso. Rechetilov está en él. «La música suena ahora mucho más que antes, tengo más tiempo de escucharla» , aunque al mismo tiempo «echa de menos» participar en su creación, en su modelaje.
No es esta la historia de un solista famoso que haya recorrido medio mundo y esté consagrado por las casas discográficas. Su instrumento, el contrabajo, tampoco se presta al relumbrón como sí sucede con el cello, el violín o, por supuesto, el piano. La de Serguéi es la historia de un tutti, uno de los músicos que componen la masa orquestal , los obreros que manufacturan el grueso de su sonido desde un anonimato exigente. «Es un símbolo de la orquesta», lo resume su gerente, Andrés Lacasa, «ha demostrado tesón, fidelidad al proyecto y un gran trabajo».
«Ser tutti tiene su miga», advierte. «A veces hay un prejuicio por ser tutti, todo el mundo está loco por ser solista y escapa de la orquesta», lo que no ha impedido que el nivel de estos «sea hoy mejor que el de solistas de hace veinte o treinta años». «Ahora todo el mundo tiene acceso a los mejores profesores», elevando el nivel de los músicos que salen de los conservatorios. «La música que interpretamos los músicos es la misma, pero cada orquesta tiene su timbre, y eso viene de la masa, de los tutti ». Los tutti también se desquitan participando como solistas en agrupaciones de cámara o con otros conjuntos. «Es nuestra vía de escape».
De Dnipro a La Coruña
Con humildad practicante, Rechetilov rehuye protagonismos. «El responsable principal del sonido de una orquesta es el director, que lo tiene en su cabeza», mientras que «nosotros somos meras herramientas en sus manos» y «cada uno es distinto» . Recuerdo imborrable de cómo «con unos pocos ensayos», el fallecido Lorin Maazel «consiguió sacar un sonido que tenía magia». Su inesperada muerte truncó una fructífera relación que se vislumbraba con la OSG.
Serguéi Rechetilov nació a orillas del Dnieper, en la imperial Ekaterinoslav, la soviética Dnipropetrovsk y hoy, en Ucrania, Dnipro . «En Rusia las ciudades cambian de nombre según el discurso de la historia». Graduado en el conservatorio medio local y el superior de Kiev, se incorporó a la orquesta de su ciudad en 1980. Una década más tarde se presentó a unas audiciones en San Petersburgo para formar parte de la OSG. Fue elegido. Aún tuvo tiempo de aprender español en Dnipro «con una señora, de apellido Heredia , descendiente de los niños de la guerra» que la Segunda República envió a la URSS para escapar de la contienda civil.
Con la vista en el retrovisor, Rechetilov es agradecido. «La música me lo dio todo y yo intenté darle lo mejor de mí», expresa con bonhomía, «todo lo que tengo se lo debo, y lo que tengo está bien, no soy de los que piensa que nada es suficiente». «He trabajado en una orquesta magnífica, tuve una buena vida y sigo teniéndola. Mereció la pena» . Y cuando su alma se lo permita, volverá a escuchar a su «familia» profesional, la que le brindó el aplauso más emocionante de su vida en su adiós, que no será un «hasta luego» y sí un «gracias por todo, Serguéi.»
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