Tribuna abierta

Historia de Hispania secuestrada: la de Sancho III de Pamplona y su saga con luces y sombras

En la religión se encuentra el lazo de unión y la base de la cultura común europea

Sancho III en el Centro Turístico Sierra de Atapuerca ABC

Maruxa Duart Herrero

La historia de la España actual ni la de Europa, tampoco la de los países de habla hispana, se pueden entender si no vamos a los comienzos. La historia de la Península Ibérica viene condicionada, como en cualquier territorio, por su configuración geográfica ... compacta, cosa que determina su historia, cultura, etc, en esencia.

Los fenicios llamaron Ischphanin al gran cuadrilátero de tierra. En palabras de Estrabón por su semejanza con una piel de toro extendida unida al continente europeo por un istmo de gran estrechez, la cordillera pirenaica.

La palabra España, término latino de Hispania, designa en la antigua Roma una demarcación geográfica compacta con un vínculo histórico determinante. Hispania, desde la época romana y en la Edad Media, además del referente geográfico, se construye sobre una cultura y sentimiento identitario, con un evidente contenido político.

San Isidoro, sabio obispo de Sevilla S.VII, da cuenta de Hispania en sus Etimologías, así como de otros nombres equivalentes, o Iberia por el río Ibero (Ebro), que recorre buena parte de su territorio, es entonces navegable e importante económicamente por mercadear con productos de dentro y fuera de España.

La religión, como la lengua, ha sido y son utilizadas como excusa e instrumento por el poder o por aquel que ansía tenerlo, ya que los enfrentamientos religiosos son, en última instancia, enfrentamientos políticos. Los príncipes alemanes abrazarán el protestantismo para desembarazarse de la tutela del emperador Carlos V, y obrar como jefes de estado con el poder que ello conlleva. Enrique VIII se erige en cabeza suprema de la Iglesia inglesa por el interés personal de divorciarse de la reina española Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos. Sus intereses chocarán con los del papado y los de España. A la reina Catalina vinculada al humanismo y a la intelectualidad de la época, respetada por Erasmo de Roterdam, Luís Vives o Tomás Moro. A Enrique VIII no le fue posible cortarle la cabeza por ser España la mayor potencia europea del momento, pero la amistad y vinculación con la reina le valió a Tomás Moro que le cortaran la suya.

La religión, como la lengua, ha sido y son utilizadas como excusa e instrumento por el poder o por aquel que ansía tenerlo, ya que los enfrentamientos religiosos son, en última instancia, enfrentamientos políticos

Las guerras religiosas de la cristiandad, las cruzadas, la cruzada contra los albigenses, las guerras de protestantes contra cristianos, las guerras de religión francesas, etc., son detonadas por enfrentamientos políticos, de pensamiento, intereses personales, económicos, en definitiva de poder que exacerbaban fuertes disputas entre las casas nobiliarias que abanderarán diversas facciones religiosas.

Europa surge en contraposición al islam a partir de las cruzadas. En la religión se encuentra el lazo de unión y la base de la cultura común europea. La división entre el mundo islámico y el cristiano se reflejó en la religión, en la vida y en el pensamiento.

Las doctrinas tienen un corpus doctrinario, una consecuencia política y desembocan en el gregarismo normalmente fanático que confronta y origina la distinción entre amigo/ enemigo. La palabra fanático proviene de «fanum», que en latín significa templo, pero este término no solo se utiliza en el plano religioso sino también en el político. Las motivaciones de quienes participan en los corpus doctrinarios eran y son distintas y diversas. Desde los primeros momentos del islam surge y triunfa una doctrina conocida como Salacismo, una visión antioccidental, basada en la guerra, despreciativa y rigorista para la que ser musulmán es no únicamente una creencia sino una ley y una política que enfrenta: lo verdadero y lo falso, el fiel del infiel, y la persecución hacia aquel que no es islamita o apóstata. Averroes supondrá una excepción. El pensamiento de Averroes, siguiendo a Aristóteles propone que «la razón prima sobre la religión«, de ahí que fuera perseguido y llevado al exilio. En la actualidad son las doctrinas rigoristas las que imperan, nada que ver con los intelectuales de Túnez que desde hace décadas intentan denunciar la corrupción de sus gobiernos poniendo en riesgo sus vidas al enviar artículos a Europa, antesala de la primavera árabe, o con el querido y respetado escritor Mohamed Chukri, libre pensador, autor de «Pan desnudo». Con las mujeres y hombres que han pagado su vida por no aceptar la imposición del velo y por apoyar la causa.

La historia del reino de Pamplona, cuna del reino de Aragón y Castilla, y de sus monarcas en el medioevo refleja el ideal y la defensa de los reinos españoles, el Astur-Leonés, el de Pamplona, el de Aragón, o el de Castilla, en su empeño de reunificación.

Desde los comienzos de la invasión por los bereberes en España encontramos mercenarios cristianos, reinos cristianos enteros, o taifas, que sirven a unos o a otros, y se enfrentan entre sí. La causa es la no tenencia de ejército de las taifas para su protección por lo que fían su protección a los cristianos a cambio de tributos, parias. De ahí confabulaciones, batallas amargas, traiciones, muertes fratricidas por el poder, lo que acabará finalmente al final de la Edad Media en la creación de los estados nacionales modernos en Europa, a la cabeza de la cual está España con la reina Isabel y Fernando, mientras que las taifas, acabarán sustituidas y liquidadas por radicales almorávides y almohades.

El ideal de Sancho III el Mayor (992-1035), monarca de Pamplona, fundada por el romano pompaelo) y su saga, fue el de unificar la España cristiana tras la invasión y proyectarse hacia Europa. Este monarca lo fue de Pamplona, de los entonces vastos territorios de la Rioja, las tierras de Castilla que abarcaban los suelos de Vizcaya, Álava, Bureba o Burgos y también los de León, uniendo los principales reinos cristianos de Hispania, incluyendo Gascuña, con capital en Bayona, el vizcondado de Labourd y pequeños territorios aislados del otro lado de los Pirineos. Dejó testado a su muerte la división de sus territorios entre sus hijos y los de la reina Muniadona de Castilla, incluyendo a Ramiro I nacido con anterioridad, pero considerado no espurio sino un igual como lo demuestra el hecho de que Sancho III le concediera el reino de Aragón, y lo rigiera como monarca, reconocido por los nobles. La consecuencia de la división de su vasto reino fueron la ambición, muerte, rencor, celos o envidia entre su prole.

La complejidad de la época en este tiempo puede verse desde una breve pincelada sobre el monarca Bermudo III, último rey de la dinastía Astur-leonesa. Éste queda huérfano muy pronto, por lo que su educación y la política del reino leonés queda bajo la dirección de su madrastra la reina Urraca, hermana del rey de Pamplona Sancho a quien apoyará siempre en sus intereses. Bermudo III perecerá en la batalla de Tamarón. La causa tiene que ver con litigios antiguos durante su minoría de edad, época en la que el monarca Sancho III secuestra a Bermudo tierras situadas entre los ríos Cea y Pisuerga. Bermudo intenta en un momento dado recuperarlas, pero muere en el enfrentamiento con su oponente Fernando I, hijo de Sancho III que es quien finalmente se queda con el reino astur-leonés, que incorpora a las suyas de Castilla, tras casarse con Sancha de León, hermana de Bermudo, y al no haber tenido descendencia Bermudo con la infanta Jimena Sánchez, hija a su vez de Sancho III y hermana de Fernando I. Esta misma batalla tendrá como secuela la muerte del primogénito de Sancho García Sánchez. El motivo, ayudar a su hermano Fernando I en la contienda. García está receloso de los territorios que va acumulando Fernando, en cierta época. Las cuestiones fronterizas por constituir cuñas molestas o por deseo de ampliar territorios son los detonantes como en este caso de los enfrentamientos, en este caso la batalla de Atapuerca, donde García Sánchez muere, según crónicas por parte de los nobles en venganza por la ayuda prestada a Fernando contra Bermudo. Tampoco tuvo suerte su hijo, su hijo adolescente, Sancho IV el de Nájera-Pamplona, conocido como el de Peñalén por haber sido asesinado, probablemente, por Tras la muerte de García Sánchez es proclamado sucesor su hijo adolescente, Sancho IV el de Nájera-Pamplona, conocido como el de Peñalén por haber sido asesinado, probablemente, por sus propios hermanos, Ramón y Ermesinda. Tras la muerte de García Sánchez es proclamado sucesor su hijo adolescente, García Sánches Sancho IV el de Nájera-Pamplona, conocido como el de Peñalén por haber sido asesinado por sus propios hermanos, Ramón y Ermesinda por cuestiones de ambición territorial, aunque algunas crónicas citan cierta conjura o connivencia de los nobles por su inacción o veto a cobrar botines de saqueos, etc.

No quiso probablemente Fernando que muriera su hermano García Sánchez ni ordenó su muerte, sino capturarlo vivo. Algo similar ocurre en la batalla de Graus, donde por las mismas cuestiones fronterizas muere otro hermano, el monarca Ramiro I de Aragón, casado con Ermesinda de Aragón, hija de Bernardo Roger de Foix, iniciando así alianzas al igual que con el Condado de Urgel, Armengol III. Su primogénito casa con una hija de éste conde, y su propia hija Sancha con el conde Armengol, para hacer frente a las ansias expansionistas del conde de Barcelona, Ramón Berenguer I en la zona del Cinca medio. Ramiro I muere en la batalla de Graus en su intento de anexión de lugares estratégicos que suponen un zoquete molesto así como por expandir sus territorios más allá de Lérida. En el momento de la batalla de Graus, Graus se encuentra anexionada a la taifa de Zaragoza con Al- Muqtádir al frente. Su hermano Fernando I respalda a Al- Muqtádir por hallarse obligado éste a ello debido al cobro de parias como fiador en su defensa. El rey Fernando I no quiso, probablemente, auxiliar a Al-Muqtadir, cuyos mercenarios asesinaron al monarca Ramiro I, en contra de su hermano Ramiro I, pro así sucedió.

Al igual que su padre Sancho III el Mayor, el deseo de Fernando I es el de unificar Hispania y proyectarla a Europa, pero de nuevo divide la herencia de sus reinos. Al fallecer la reina de León Sancha, esposa de Fernando I, se inician las disputas entre sus hijos, comenzando porque pues el reparto no satisface al primogénito Sancho II el Fuerte quien se consideraba único heredero.

Las figuras de Al-Muqtadir como la de Al-Mamún, Al- Qádir o Al-Mutamid, se hallan ligadas a la historia de la saga de Sancho III el Mayor de Pamplona. El vasallaje, a cambio parias era práctica que todos hacían porque era costumbre proteger con ejércitos cristianos a las taifas que no disponían de ejército ni soldados por su condición de invasores de Hispania, la población árabe no fue mayor de un 5%, según territorios a lo largo de su ocupación o estancia en España. La taifa zaragozana de Al-Muqtadir, fue una de las más amplias e importantes de todo al-Andalus, en la segunda mitad del siglo XI d. C, solo tuvo rival en la de Sevilla bajo el caudillaje de Al- Mutamid. La taifa había sido dividida por su padre Sulayman entre sus hijos. El testamento, sembró rivalidades abocadas a guerras y asesinatos al dividir sus dominios entre ellos. Al-Muqtadir no fue reconocido por sus hermanos pero logró rehacer el patrimonio de Sulaymán eliminando hermanos y ocupando sus territorios bajo sus dominios aunque no logró reducir, hasta mucho después a su hermano Al-Muzaffar. Un episodio ilustrativo de la época consiste en que Al-Muzaffar de Lérida recibe una petición de auxilio por hambruna de sus tutelados de Tudela, pero ha de cruzar las tierras aragonesas por lo que pide y obtiene del régulo de Aragón Ramiro I, autorización para que una de sus caravanas atraviese sus tierras con alimentos. Al-Muqtadir de Zaragoza es informado de los planes de su hermano y ofrece, al mismo tiempo, al rey aragonés, una fuerte suma de dinero para que ataque la caravana de su hermano, cosa que acepta. La caravana de Al-Muzaffar es expoliada por los propios aragoneses y su ejército derrotado. Al-Muqtadir consigue anexionar la taifa de Lérida a la suya de Zaragoza, pero la ambición por nuevos territorios hace que pase a ser tributario de varios monarcas y señores cristianos a la vez. A la muerte de Al-Muqtadir, las taifas de Zaragoza y Lérida se separan de nuevo con lo que vuelven las disputas entre los hijos y los partidarios de Al-Muzaffar, encerrado por segunda vez en la fortaleza de Rueda, importante por su cercanía a Zaragoza. Ocurre que Al-Mutaman, hijo de aquel, decide no pagar parias a Alfonso VI. Irritado éste, presta oídos a una propuesta del alcalde carcelero de la fortaleza de Rueda donde se encuentra preso Al-Muzaffar,la de que le ayude a conquistar las taifas de Zaragoza y de Lérida a cambio de cederle la fortaleza de Rueda. Alfonso VI acude incauto a la trampa pues no era conocedor de que en el entreacto Al-Muzaffar había fallecido y el alcalde, temeroso de perder no solo el cargo sino la cabeza, acude rápido a congraciarse con Al-Mutaman de Zaragoza.

Tras el reparto del monarca Fernando I, sucesor de Sancho III el Mayor de Pamplona, se enfrentan sus hijos, Sancho II y Alfonso VI, la insatisfacción del primogénito Sancho II por la predilección del padre y reparto de los territorios servirá las contiendas entre ambos en Llantada y Golpejera, el detonante esta vez será la injerencia de Sancho II en las tierras otorgadas por su padre a su hermana Urraca. Fueron guerras fratricidas a la muerte de la reina madre, Sancha, a partir de 1067. Difícil resulta dilucidar la historia y sus culpas en los lances, usurpaciones y muertes que tuvieron lugar entre los hermanos. Sancho II ganó por dos veces a Alfonso VI en justas y en el conocido «Juicio de Dios», donde se jugaban los territorios del padre, pero Alfonso no reconoció su derrota. Por dos veces fue preso y se escapó de la mano de su hermana Urraca, siempre fuel a él. Una de las veces se refugió en la taifa de Toledo al amparo de Al- Mamún, antiguo vasallo y protegido suyo. García había pretendido a su vez incautar las tierras fronterizas de su hermana Urraca, entre Zamora y Galicia. En ese caso, sus hermanos Alfonso VI y Sancho II, monarcas ambos de Castilla y León, acordaron repartirse sus territorios. Sin embargo, Sancho II de Castilla, morirá asesinado por los de su hermana en el durante el sitio de Zamora. García intentará recuperar Galicia, pero es Alfonso quien finalmente se queda con las tierras de García, con Galicia tras volver a encerrarle en prisión donde murió 17 años después.

De la relación entre A- Mamún y Alfonso VI da cuenta el hecho de que este último casó con Intimad, la que fue esposa de Al-Mamún, única mujer de entre seis esposas de la que nació su un hijo varón que no llegó a reinar debido a su precoz muerte en la Batalla de Uclés. Al- Mamún, siguió una política de apoyo de todos contra todos en exclusivo beneficio. Compró la paz a Fernando I aceptando la dependencia de Castilla, pero le traicionó cuando se encontraba él y su mesnada asediando las puertas de Valencia en la ciudad de Paterna. Traicionó con ardides a su yerno y ocupó su lugar.

Tras la muerte de Al-Mamún de Toledo se siguieron tumultos, sublevaciones, pillaje y más muertes. Le sucedió su nieto Al- que era de carácter débil. Su afán expansionista provocó conflictos con otras taifas que ambicionaron sus tierras, la gran taifa de Badajoz sin ir más lejos. Los de la taifa toledana se dividieron en dos bandos que complicarían la política y vida de la taifa. Se consideró tan fuerte que prescindió de pagar parias expulsando de la taifa toledana a los que colaboraban con los cristianos. Sin el apoyo cristiano pierde las tierras cordobesas y las provincias del sur al ser atacada por la taifa de Badajoz. Su imprudencia le fuerza a pedir ayuda a Alfonso VI quien se queda con la taifa de Toledo. La pérdida de Toledo supone un doloroso acontecimiento y cunde el temor para todas las taifas que sintiéndose amenazadas piden ayuda a los almorávides para desgracia de éstas y de los reinos cristianos. Al-Qádir será asesinado como lo fue su abuelo Al- Mamún, Al- Mutamid y como fueron ejecutados los jefes de las taifas. Éste último es enviado a los doce años a Silves para recibir instrucción de un poeta humilde, poco conocido, Ibn Ammar que seduce con su talento y poesía al joven Al- Mutamid hasta el punto de nombrarle visir de Sevilla. La ambición de Ibn Ammar, se nombra a sí mismo régulo de la taifa murciana a espaldas de Al-Mutámid, recurre a Ramón Berenguer II bajo pago de diez mil dinares y el ofrecimiento como rehén del hijo de Al-Mutámid sin el conocimiento de su padre. Al-Mutámid descubre el pacto de Ibn Ammar con Berenguer, recupera a su hijo mediante un gran pago al de Barcelona, y acaba con sus propias manos la vida de Ibn Ammar.

La llegada de los almorávides, tribus seminómadas, conforman una secta peligrosa conformada por fundamentalistas islámicos radicales que llegan desde Mauritania dedicadas al comercio de oro y esclavos del sur del Sahara que proporcionará aciagos momentos a los reinos cristianos. Las taifas aceptarán a los nuevos líderes bereberes, bajo la promesa de no injerencia y la reducción de impuestos, cosa que no cumplirán. La época pactista de las taifas había concluido. Una minoría de árabes y bereberes se encontraron mandando sobre una población étnicamente hispano-romana y religiosamente cristiana a quien expoliaba sin piedad por el «Estatuto de Dimmies», deportaciones masivas hacia el Norte de África, o matanzas como la de aquellos cinco mil cristianos en Toledo el día de La Hoya. Almanzor con anterioridad, había destruido Barcelona encadenando a70.000 cristianos que trasladó a Córdoba.

El ejército almorávide es áspero y duro como el desierto y no conoce la piedad. Al-Mutamid ve con sus propios ojos como cae la taifa de Sevilla y asesinan a sus hijos, después, caerá él mismo en Magreb.

En la batalla de Sagrajas, en Zalaca, el suelo de la dehesa extremeña quedó teñido de rojo y repleto de cristianos con las cabezas cortadas por los almorávides de Yusuf teniendo que huir herido el propio rey Alfonso VI. En la de Uclés los habitantes de Cuenca recibieron un inesperado ataque de los almorávides que asesinaron, saquearon, etc. Los almorávides cortaron cerca de tres mil cabezas e hicieron con ellas un macabro montículo desde el que los almuédanos llamaban a la oración pregonando la unidad de Alá por la victoria habida.

Hasta aquí esta pequeña crónica, si para algo sirve la historia es para dar cuenta de lo sucedido y reflexionar acerca de errores cometidos, el conocimiento y la manera de enmendarlos.

Maruxa Duart Herrero. Doctora en Geografía e Historia

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